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Parece que solo la muerte de una mujer logra capturar temporalmente la atención de nuestra sociedad. El resto del tiempo, es la indiferencia y la tácita aceptación lo que prevalece en relación con el maltrato cotidiano que afecta a miles de mujeres pero que no llega a titulares.
Este es el contexto socio-cultural que permite que los ofensores agredan, insulten, violen a las mujeres, una y otra vez, durante semanas, meses, años … y que no pase nada. Que reciban medidas de protección y las violen sistemáticamente, irrespetando a las autoridades judiciales y policiales de la misma manera como irrespetan a las mujeres. Y es el contexto que, al ocurrir el desenlace fatal, minimiza, ¿justifica? Estos comportamientos calificándolos como «actos de emoción violenta» o «irrefrenables» arrebatos de celos y de «amor». Amor que mata – como el de las canciones que oímos en la radio todos los días! De esta manera, el victimario se convierte en víctima de sus pasiones y las mujeres siguen en el filo de la navaja.
Esta mezcla de indiferencia e impunidad es letal para las mujeres y es el ciclo que debemos romper como sociedad. Se ha preguntado: ¿qué se puede hacer para evitar la muerte de mujeres?
Muertes anunciadas. Contrariamente a la idea de la emoción incontrolada, una mayoría de estas muertes comparten elementos en común. 1) Hay antecedentes de maltrato previo; 2) Han existido amenazas claras de muerte hacia la mujer. 3) La ruptura y/o la denuncia de la agresión por parte de la mujeres son elementos detonantes. 4) En muchos casos los ofensores han sido denunciados por sus agresiones o amenazas y muchos tenían medidas de protección en su contra que eran violadas de manera sistemática. 5) Hay personas cercanas (familiares, vecinos/as, autoridades) que conocían de la situación. 6) En no pocas ocasiones, nadie creyó o le prestó atención a las mujeres cuando éstas hablaron de las amenazas que recibían.
Muertes prevenibles. Esta caracterización nos permite construir un perfil de riesgo y adoptar medidas concretas para tratar de evitar estos desenlaces. Como ejemplo me permito sugerir las siguientes. 1) El Poder Judicial (que es menester reconocer ha hecho importantes esfuerzos e inversiones para mejorar su intervención en esta problemática) debería girar instrucciones específicas y conminatorias a todos los despachos que aplican medidas de protección para que indaguen y presten especial atención a las denuncias de amenazas referidas por las mujeres y para que apliquen los criterios de valoración de riesgo en todos los casos y adopten medidas diferenciadas según el caso. 2) En situaciones de alto riesgo, el Poder Judicial debería garantizar (con el apoyo de otras instituciones) un seguimiento efectivo de la aplicación real de las medidas de protección y, en caso contrario, debería remitir inmediatamente el caso al Ministerio Público por desobediencia a la autoridad. 3) Es urgente que el Ministerio Público gire instrucciones a todos sus despachos, más allá de las fiscalías especializadas, para que den trámite preferencial y expedito a estos casos para aplicar la privación de libertad a estos ofensores de alto riesgo. 4) En el caso de violencia en las relaciones de pareja e intrafamiliar, las amenazas no pueden seguir siendo una contravención y los criterios para la aplicación de la prisión preventiva no pueden ser los mismos que para otros delitos. Esfuerzos de cambio están incluidos en la Ley para la penalización de la violencia en contra de las mujeres , pero es urgente identificar medidas a nivel de política institucional que puedan orientarse en este mismo sentido. 4) Finalmente, sería de extraordinaria utilidad que los medios de comunicación, como manifestación de su responsabilidad social corporativa, desarrollaran una campaña permanente, sostenida en el tiempo, orientada al menos a dos objetivos: a) alertar a las mujeres sobre su situación y estimularla a buscar ayuda y b) orientar y educar a las familias y personas cercanas para que se mantengan alerta, rompan la indiferencia y construyan alrededor de estas mujeres y niños/as un escudo de protección.
La erradicación de la violencia en contra de las mujeres es un desafío cultural de largo plazo, pero la meta de cero muerte de mujeres ha sido posible en otros países. Para ello es necesaria mucha voluntad política, mucha sensibilidad y, sobre todo, mucho amor. Amor real por la vida, más allá de las palabras.
Psicóloga
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