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EL NOVÍSIMO TESTAMENTO

Se equivocan quienes afirman que Dios no existe o que está muerto. Los auténticos escritos del Novísimo Testamento, encontrados hace pocos meses en Kurdistán (al norte del Irak), en unas cavernas abiertas por la explosión de una bomba, constituyen la prueba fehaciente de que la materialidad de este mundo funciona de a-cuerdo con la Voluntad Divina. A continuación presentamos la primera parte de los mismos, a la que, por su semejanza con el libro del Génesis hemos intitulado Segundo Génesis.

Se equivocan quienes afirman que Dios no existe o que está muerto. Los auténticos escritos del Novísimo Testamento, encontrados hace pocos meses en Kurdistán (al norte del Irak), en unas cavernas abiertas por la explosión de una bomba, constituyen la prueba fehaciente de que la materialidad de este mundo funciona de a-cuerdo con la Voluntad Divina. A continuación presentamos la primera parte de los mismos, a la que, por su semejanza con el libro del Génesis hemos intitulado Segundo Génesis.
S.Gn:1:1 Después de haber perdido varias veces el Solitario y hallándose aburrido de su primera Creación, decidió Yahvé introducir algunos cambios en ella…
S.Gn:1:2 El día primero reunió a los hombres y les ordenó: «Cread». Fue así como ellos crearon los objetos.
S.Gn:1:3 Naturaleza y objetos eran, pues, cosas diferentes. La primera había sido creada por Yahvé; los segundos, por los hombres. Y vio Yahvé que esto era bueno, aunque no supo para qué.
S.Gn:1:4 Los objetos aparentaban ser cosas útiles y su número creció rápida-mente. Y al transformar la naturaleza, el hombre se transformó a sí mismo, pues la elaboración de objetos requería del trabajo humano.
S.Gn:1:5 Luego dijo Yahvé: «Sean los objetos valores de uso». Y fueron valores que los hombres se encargaron de producir y destruir.
S.Gn:1:6 Los hombres produjeron entonces objetos con la intención de que éstos significaran algo. Produjeron símbolos.
S.Gn:1:7 Al notar que algo faltaba, Yahvé decidió: «Reine el objeto sobre la naturaleza». Y nacieron los fetiches, que eran objetos a los que los hombres trataban como a símbolos.
S.Gn:1:8 Para los hombres, los objetos-fetiches eran pequeños dioses que tenían un valor por encima de su utilidad real. Y en confundir a los hombres halló Yahvé gran diversión.
S.Gn:1:9 Y fue tarde y mañana, día segundo.
S.Gn:1:10 Ordenó Yahvé: «Dad valor a vuestros objetos, contadlos, medidlos e intercambiadlos».
S.Gn:1:11 Así nacieron las mercan-cías, que eran objetos que se intercambiaban por otros equivalentes.
S.Gn:1:12 Los hombres comenzaron a tratar a todas las cosas como mercan-cías, incluso a las que no lo eran. La tierra y los animales fueron convertidos en mercancías.
S.Gn:1:13 Ello causó gracia a Yahvé, pues Él sabía que el valor de dos objetos no es equiparable por el tiempo que requiere la producción de cada uno de ellos. Sabía también que no tiene sentido dar el mismo valor cosas distintas1, tanto si son objetos como si no.
S.Gn:1:14 Los hombres, sin embargo, creyeron en la igualdad del método y continuaron cambiando todo tipo de cosas, imaginando que cuanto hacían era justo.
S.Gn:1:15 Y vio Yahvé que la existencia de las mercancías era buena (más bien, divertida) por lo que ordenó a los hombres producir y consumir sin des-canso.
 
 
S.Gn:3.1 Y fue tarde y mañana, día tercero.
S.Gn:1:16 Al ver Yahvé que el intercambio era difícil para los hombres se compadeció de ellos e inventó el dinero.
S.Gn:1:17 El valor de uso de cada mercancía pudo entonces ser comparado con una cantidad de dinero.
S.Gn:1:18 El dinero permitió además la compra de la fuerza laboral de aquellos que no tenían otra forma de acceder a las mercancías2.
S.Gn:1:19 Para poner a prueba la buena fe3 de los hombres, Yahvé decidió crear el capital ficticio, que aunque existía sólo en las cuentas, tenía implicaciones reales en la vida de todos ellos.
S.Gn:1:20 Y los hombres incorporaron el capital ficticio a sus vidas.
S.Gn:1:21 Y fue tarde y mañana, día cuarto.
S.Gn:1:22 Para expresar el valor de cambio de cada mercancía, Yahvé resolvió la creación de los precios y decidió que éstos serían reales a condición de que alguien los cancelara.
S.Gn:1:23 Y para su solaz, encontró que los precios más inverosímiles eran cancelados entre los hombres.
S.Gn:1:24 Cuando los precios eran superiores al valor de las mercancías, la producción de éstas se estimulaba. Y en poco tiempo se estimuló grande-mente, tanto, que hubo pérdidas enormes por la abundancia de las mercancías.
S.Gn:1:25 Sin embargo, los hombres continuaron creyendo en el sistema, produciendo e intercambiando mercancías.
S.Gn:1:26 Y fue tarde y mañana, día quinto.
S.Gn:1:27 Luego, Yahvé observó que las diferencias entre las riquezas de los hombres eran inmensas. Y pensando en el poco uso que habían hecho los hombres con el poder que en la primera Creación les había otorgado, decidió despojarlos de éste.
S.Gn:1:28 Reunió al dinero (en bancos suizos, judíos y del Opus Dei) y le ordenó: «Fructificad y multiplicaos, llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos, y sobre todas las bestias que mueven por la tierra. Y señoread sobre los hombres».
S.Gn:1:29 Y el dinero se esforzó, mas le fue imposible gobernar a algunos hombres.
S.Gn:1:30 Entonces, el dinero se alió con los fetiches. Éstos hacían a los hombres creer que los objetos tenían un valor mayor que el que realmente tenían y el dinero fluía de un lado para otro. Tan fuerte fue su alianza con los fetiches que el dinero se convirtió también en fetiche.
S.Gn:1:31 Y fue mañana y tarde, día sexto.
S.Gn:1:32 Viendo cuanto había hecho, supo Yahvé que era bueno, pero sintió que aún faltaba darle el toque final.
S.Gn:1:33 Para que todas las cosas creadas -objetos, mercancías, fetiches, dinero y precios- pudieran integrarse y prosperar, Yahvé creó el libre mercado.
S.Gn:1:34 Y dispuso que los objetos fuesen convertidos en mercancías, que algunas de estas fueran fetiches y que el valor de los fetiches y las mercan-cías fuera fijado. Y ordenó que todos los hombres cambiaran mercancías y fetiches por dinero y dinero por mercancías y fetiches sin regulaciones ni restricciones de ningún tipo.
S.Gn:1:35 Así, un pequeño grupo de hombres hizo grandes fortunas, mientras que el resto de la gente empobreció.
S.Gn:1:36 Y esto agradó a Yahvé, pues los pobres no paraban de acordarse de Él para pedirle que se acordara de ellos.
S.Gn:1:37 Y los ricos… bueno, aunque casi no se acordaron de Él, sí construyeron varias iglesias e hicieron cientos de guerras en Su nombre.
S.Gn:1:38 Al despertar el día sétimo, Yahvé cayó en cuenta de que estaba cansado. Tomó un par de aspirinas y decidió volver a la cama.

EL PAÍS ELEGIDO

S.Gn:2:1 Después, Yahvé el Señor plantó un jardín en la región de las Trece Colonias, en el oeste, y puso allí a los hombres ricos, al mercado y al dinero.
S.Gn:2:2 Hizo crecer toda clase de empresas y corporaciones, que no hicieron sino aumentar en riqueza y poder.
S.Gn:2:3 En medio del jardín colocó el árbol de la CIA, el árbol de conocimiento del bien y del mal.
S.Gn:2:4 Cuando Yahvé puso a los hombres en este jardín, les dijo: «Podéis negociar con las empresas y corporaciones que os di, mas al árbol del conocimiento no debéis tocar».
S.Gn:2:5 Luego pensó: «No es bueno que el libre mercado esté sólo. He de crear una compañía adecuada para él».
S.Gn:2:6 Entonces, Yahvé hizo caer al libre mercado en un profundo letargo y extrajo parte de su capital. Con él, Yahvé formó varios grupos de hombres y los dotó de las armas4. Así nacieron los ejércitos y los militares.

LA DESOBEDIENCIA DE ALGUNOS HOMBRES

S.Gn:3:1 Ciertos libros, objetos a los que no les gustaba que se les tratara como tales, preguntaron a un ejército que vivía en el sur de América: «¿Por qué tomáis dinero de las grandes empresas pero continuáis respetando a la CIA?»
S.Gn:3:2 El ejército respondió: «Tengo permitido hacer cuanto quiera con esas empresas, pero Yahvé ha ordenado no tocar a la CIA. Sí lo hago, Él terminará conmigo».
S.Gn:3:3 «No es cierto», dijeron los libros. «Yahvé sabe que cuando comas del árbol del conocimiento podrás distinguir entre el bien y el mal y serás como Él».
S.Gn:3:4 Entonces, ejército vio que el conocimiento era hermoso y deseó en-tender.
S.Gn:3:5 Y sus miembros tomaron y leyeron los archivos secretos de la CIA. Allí encontraron golpes de estado, intervenciones militares, masacres, trampas y mentiras.
S.Gn:3:5 Confundidos y asustados llevaron estos informes a uno de sus líderes, un comandante, quien también los leyó y supo por ellos.
S.Gn:3:6 El comandante y su ejército se sintieron avergonzados de cuanto eran y de cuanto habían hecho.
S.Gn:3:7 Yahvé les habló de esta manera: «¿Porqué habéis aprendido aquello que os ordené no aprender?»
S.Gn:3:8 El ejército respondió: «Los libros nos enseñaron que debíamos saber».
S.Gn:3:9 Entonces Yahvé dijo a los libros: «Por cuanto habéis hecho malditos seréis entre los objetos. Se os llamará falaces, embusteros y obsoletos y nadie se acordará de vosotros».
S.Gn:3:10 Al ejército le dijo: «Sufrirás miles de muertes por haber escuchado a los libros».
S.Gn:3:11 Y el comandante oyó decir a Yahvé: «Serás conocido como traidor y antidemocrático por haber seguido a tu pueblo. Con el sudor de tu frente habrás de guiarlos, pues serás excluido del libre mercado».
S.Gn:3:12 Desde entonces, el país del sur, el ejército y su comandante resisten los embates de ira de las Trece5 Colonias del Norte.

EL MORO Y EL PRESIDENTE

S.Gn:4:1 En un lugar muy alejado del país elegido habitaba un moro de lar-gas barbas que hacía negocios con el petróleo.
S.Gn:4:2 Este moro había sido durante muchos años socio del presidente de las Colonias del Norte. Ambos, el moro y el presidente, habían sido casi hermanos.
S.Gn:4:3 No obstante, éste y Yahvé se encontraban hartos del moro, pues él insistía en llamar «Alá» a Yahvé y no permitía la entrada del libre mercado y de otros elementos civilizados en su país.
S.Gn:4:4 Fue así que un día decidieron tenderle una trampa. El presidente ordenó destruir dos grandes torres de su país y culpó al moro.
S.Gn:4:5 Entonces, Yahvé habló al moro y le aseguró que debía seguir el juego del presidente que Él había puesto frente a las Colonias.
S.Gn:4:6 El moro estuvo de acuerdo y grabó unos cuantos videos en los que aseguraba que Alá le había ordenado atacar al pueblo del presidente y que lo haría de nuevo y mil veces más si fuera necesario.
S.Gn:4:7 Luego, ordenó Yahvé al presidente usar esos videos para asustar a su pueblo y hacer que éste financia-se una guerra contra el moro.
S.Gn:4:8 Así lo hizo el presidente, y en poco tiempo destruyó el país del moro.
S.Gn:4:9 Volvió Yahvé a hablar al moro y lo hizo de esta suerte: «La sangre de las Colonias que «habéis» (vamos, fin-ge) derramado en la tierra me pide a gritos que yo haga justicia».
S.Gn:4:10 Y el moro intentó protestar pues no entendía cuanto ocurría, mas Yahvé continuó: «Quedaréis maldito y vagaréis por el mundo sin poder des-cansar jamás».
S.Gn:4:10 Mientras tanto, el presidente hacía negocios con las riquezas del pueblo del moro6 y crecía en poder.
S.Gn:4:11 Llegó un momento en que el presidente y los demás líderes de las Colonias decidieron que no era suficiente con controlar las tierras del moro y quisieron apropiarse de otras tierras.
S.Gn:4:12 Dijeron a su gente que estaban amenazados por un tirano tan peligroso como el moro al que era necesario destruir.
S.Gn:4:13 El pueblo no entendió esto pues no sabía quién era el tirano ni qué podía hacer contra ellos.
S.Gn:4:12 Entonces, los consejeros del presidente le dijeron: «La única forma de que el país apoye la guerra que deseáis es que no entienda quién es el tirano y cuál es el propósito de atacar-lo».
S.Gn:4:13 Y así se hizo. Pronto, los habitantes del país elegido comenzaron a creer que el moro y el tirano eran la misma persona o, cuando menos, que estaban asociados para atacar a las Colonias.
S.Gn:4:14 Entonces, una nueva guerra tuvo lugar. Miles de hombres murieron y millones de objetos fueron destruidos. Los hombres ricos hicieron más dinero al vender objetos para construir y para destruir y los ejércitos más poderosos se enfrentaron contra el pequeño pueblo del tirano.
S.Gn:4:15 Y el presidente… bueno, el presidente todavía es presidente.

1 Algunos exegetas de la Teología de la Liberación califican la equiparación del supuesto valor de los objetos como «violencia simbólica».
2 Léase «fuerza de trabajo» o, simplemente, «pobres».
3 En el original, conjunto de caracteres que también podrían traducirse como «idiotez». (N. del T.)
4 Los antiobjetos por antonomasia.
5 Aquí resulta difícil distinguir si el número en el manuscrito original es 13 o 51. (N. del T.)
6 De acuerdo con varios historiadores, la razón de esta forma de actuar radica en que el país del presidente carecía de recursos propios para financiar todos sus gastos.

  • Iván Alarcón Ocioso
  • Opinión
Violence
Notas

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