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Generalmente, cuando hablamos o pensamos en la filosofía, resulta difícil desprenderse de la concepción de que se trata de un saber difícil de comprender, a ratos casi inaccesible y poblado de gran cantidad de textos «antiguos» y otros no tanto, pero igualmente oscuros y hasta aburridos. Bajo esta percepción, resultaría sencillo pensar que el estudio del saber filosófico, aparte de poco atractivo, debe permanecer en la formalidad de la academia y por que por ello, no tiene nada que ver con nuestra cotidianeidad, que no nos alcanza, que no nos toca y así, ajeno a nuestra vida, no es un asunto por el que debamos preocuparnos.
Infinita razón de los sueños, es un texto que rompe con esa percepción, que a ratos resulta casi paradigmático, para acercarnos al mundo de la filosofía con una perspectiva absolutamente nueva, fresca, clara y acertada que nos invita a comprender y a ser concientes de un saber que en realidad debe entenderse desde la pureza de la vivencia humana y desde el pragmatismo de lo cotidiano. Se trata de un texto que rompe esquemas y que nos plantea que estamos frente a una disciplina que en realidad no pasa de moda, que no es un saber antiguo, difícil y aburrido y que tampoco es inaccesible. El autor nos plantea de un modo frontal y sencillo que nuestro sistema de valores, ese que tanto nos preocupa hoy rescatar y en el que se sustenta la estructura moral de la sociedad occidental y en este caso, la costarricense (incluyendo nuestro pintoresco modo de ser…), tiene sus raíces en la filosofía misma y que lo único que hay que hacer es mirarla y comprenderla desde una concepción de vanguardia, creativa y por lo tanto, absolutamente distinta.
Pero el ejercicio que hace Vernor Muñoz, no es solo el de una sustantiva reivindicación de las concepciones sociales sobre el saber filosófico. Nos ofrece además, una voz firme que nos invita a embarcarnos en el laberinto de la realidad y que llama la atención de una forma seria y por momentos deliciosamente jocosa, sobre temas puntuales que son parte de nuestra vivencia diaria y que en muchos casos representan las patologías sociales más serias que nuestra sociedad padece. Un caso que ilustra esa denuncia, es el del personaje llamado Pochimbol, que pese a su investidura de legislador costarricense, cuando en un sueño (producto de una borrachera…), se ve emplazado por varios pensadores como Maquiavelo, Platón y Carlos Marx, sobre su concepción del buen gobierno y de la razón de estado en tanto satisfacción de necesidades, se queda atónito y en la oscuridad de la impericia y la falsedad que le dan un par de frases cajoneras y absurdas sobre lo que es la democracia (pese a su condición de padre de la patria), evidencia su incapacidad de trascender el discurso populista y desconoce por mucho, cualquier principio elemental y razonado sobre su verdadero trabajo y sobre el compromiso moral que esto le implica frente a una sociedad a la que representa por haberlo elegido. A este punto, las comparaciones con la realidad, corren por cuenta de las y los lectores…
Como este, hay muchos y variados ejemplos que llaman a la reflexión y que nos remiten de inmediato a considerar nuestras percepciones sobre lo que entendemos por ejemplo, como libre mercado, lo que pensamos del «ser» y «tener» (si todavía somos capaces distinguir el uno del tan famoso otro…); invita a caminar desde y sobre el entendimiento, hacia la aprehensión real en la praxis social de lo que es la verdadera solidaridad, la tolerancia, el respeto no solo de las diferencias, sino también de quien es diferente. En suma, esta reflexión nos conduce desde la filosofía, y con magistral tino, a comprender la verdadera dimensión de la belleza en cuanto ella misma, es decir, de lo bello en seco, en esencia y al desnudo; sin categorías sociales sobre lo estético, que nos sigan anclando a un mundo egoísta y ayuno de valores, que no reconoce el prisma a través del cual debe mirarse por ejemplo, el saber filosófico y la belleza que hay en su esencia. Con su obra, Vernor Muñoz, nos brinda una valiosa oportunidad para dar ese vistazo y romper de una vez por todas, el molde de semejante estereotipo.
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