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El próximo 7 de enero se cumplirán 20 de la muerte de uno de los escritores más grande de la literatura universal escrita en castellano, el mexicano Juan Rulfo. Autor apenas de un volumen de cuentos y una novela llamada Pedro Páramo , logró impactar de manera contundente en la literatura.
La novela apareció en 1955, hace medio siglo, y recibió inicialmente mala recepción de la crítica, que no comprendió la obra. Sin embargo muy pronto captó el interés, en especial de otros escritores y poco a poco se convirtió en una obre de referencia inmediata que colocó a su autor en el sitial de uno de los más significativos de su país.
También se desarrolló pronto una especie de leyenda en torno a Rulfo, quien prescindía de la pompa del mundo literario e intelectual mejicano de aquellos años y se escabullía de compromisos sociales y actividades grandilocuentes.
Juan Rulfo era un hombre tímido, discreto, casi grave, tardaba en tomar confianza y hablaba poco.
Quizás el que no haya hecho alarde de su formación literaria, marcada por una voracidad que desde niño encontró en los libros un efugio a la tristeza de su orfandad, hizo que algunos se atrevieran a considerarlo poco afín a los libros y más al pragmatismo.
Parece que aún ahora sigue víctima de las habladurías de quien no quiere bailar la danza de los pedantes y los académicos.
Aunque rehuyó la fama que su misma obra le daba, algunas veces dejó conocer sus criterios y afinidades literarias, como su admiración devota por el sueco Pär Lagerkvist.
Sin embargo, volcó su atención al mundo mexicano que está en su obra y su interés por a antropología lo llevó a un trabajo exhaustivo en el Instituto Nacional Indigenista de México, para el cual escribió muchos informes y de cuya experiencia está el hermosos legado de sus fotografías.
La reciente publicación por parte de su viuda de Los Cuadernos de Juan Rulfo, da a la luz una parte de la intimidad que el autor guardaba con celo.
En este libro se pueden leer fragmentos de la novela La Cordillera , que apenas empezaba a bosquejar, pero ante cuya creación se rindió.
En 1963 se anuncia la próxima aparición de esta novela, anuncio del que renegaría diez años después y decidió que no volvería a hablar de su estaba preparando una obra o no.
A continuación ofrecemos una entrevista realizada en 1966 en Colombia con motivo de una gira latinoamericana. Ahí vuelve a hablar de esa novela inconclusa, también de su universo literario, de sus lecturas y de su forma de trabajar.
Entrevista a Juan Rulfo en diciembre de 1966
Se han tejido sobre Rulfo muchas leyendas. Unos dicen que es un solitario, otros que detesta los reportajes, y alguien contó alguna vez que como escritor estaba terminado. En verdad, poco hay de lo primero y nada de lo segundo. A nosotros nos pareció Juan Rulfo persona de inefable sencillez. Más que un reportaje fue una charla lo que con él tuvimos. Contestó a nuestras preguntas sin asomo de repugnancia por la entrevista. Es hombre de mediana estatura, cabellos entre grises y castaños, mirada dormida; fuma constantemente:
Le preguntamos si después de Pedro Páramo no ha vuelto a publicar cosa alguna.
-A publicar no, a escribir sí -responde-. Tengo un cuento que se llama El Gallo de Oro y que fue llevado al cine. Precisamente su paisano García Márquez (de quien hace grandes elogios) realizó la adaptación y próximamente la editorial Siglo XXI me va a publicar una novela: La Cordillera , de temática muy diferente a Pedro Páramo .
Rulfo considera que el escritor tiene la misión conjunta de plantear problemas sociales y de hacer obra de arte. «Los problemas sociales -afirma- se pueden plantear de una manera artística. Es difícil evadir de una obra el problema social, porque surgen estados conflictivos, que obligan al escritor a desarrollarlo».
Sobre el problema principal que afronta el escritor latinoamericano. Rulfo es categórico: no hay comunicación, no circulan las obras, no hay distribución y, esencialmente, no hay editores.
-En países como Uruguay apenas se está organizando una editorial. Los escritores no tienen a quien acudir para la publicación de sus libros. Ese es, más o menos el problema general en Latinoamérica.
-Dicen que usted es un solitario, poco amigo del trato con las gentes…
-Bueno, lo que pasa es que yo trabajo y no tengo tiempo para hacer vida social. Voy de mi casa al trabajo y del trabajo a mi casa. No es que sea propiamente un solitario.
-¿Usted se dedica exclusivamente a escribir?
-No. Como le dije, trabajo, hago otras cosas. En el Instituto Nacional Indigenista colaboro en los libros de Antropología social. Allí los corregimos, redactamos los textos, etc. Es una labor que demanda tiempo y cuidado.
-Y como era inevitable, la conversación recae sobre Pedro Páramo , la gran novela de Rulfo, uno de los mayores éxitos literarios de nuestro tiempo.
-Pedro Páramo no tiene origen -dice Rulfo-. Es una de esas cosas que se le ocurren a uno. Producto de la imaginación. Allí utilizo la técnica del contrapunto, porque están rotos el tiempo y el espacio. Es decir, los personajes son todos muertos y los muertos no ocupan lugar en el espacio, ni en el tiempo. Quizás ni en la misma conciencia. Podría haber sido una novela explícita, pero el tema no se prestaba para ello y hubo muchas razones que obligaron al autor a no interferir en varios aspectos de la obra. Las cosas absurdas no son para discutir si están o no dentro de la lógica. En fin, eso lo descubrieron los críticos. Yo eliminé las explicaciones, las moralejas, de que tanto se abusa en nuestra literatura.
–¿Usted considera que su novela, a pesar de ser tan mexicana, es también universal?
-La gente se muere dondequiera. Los problemas humanos son iguales en todas partes. No son temas nuevos el amor, la muerte, la injusticia, el sufrimiento, que están sugeridos en Pedro Páramo . Me han dicho que es «una novela de amor a los desamparados». Yo no sé. Yo narro la búsqueda de un padre, como una esperanza. Como quien busca su infancia y trata de recuperar sus mejores días, y en esa búsqueda no encuentra sino decepción y desengaño. Y al final se derrumba su esperanza «como un montón de piedras».
Rulfo posee excelentes conocimientos sobre los movimientos literarios tanto de América Latina como del resto del mundo. Según él, hay muy buenos novelistas latinoamericanos: Miguel Ángel Asturias, Arturo Uslar Pietri, Guimaraes Rosa, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Mario Benedetti, Augusto Roa Bastos, Gabriel García Márquez. «La literatura latinoamericana -asevera- desplazó a la española y está ocupando su lugar».
Rulfo no cree que en Europa se atraviese por una crisis literaria. «Surgen novelistas, muy buenos novelistas, como hongos. Aquí conocemos muy pocos, porque carecemos de fuentes de información. Lo que sí hay en Europa es una crisis de la poesía. Con relación a Europa, el único país que está a la zaga de la novela es España. En cambio tiene excelentes poetas».
«Donde sí atraviesan -agrega- por una crisis literaria total es en Estados Unidos. Esa pléyade de escritores que floreció después de la guerra se terminó ya. Ahora tienen dos o tres figuras; antes tenían 15 o 20 gigantes de la novela. Los de hoy son enanitos, sin fuerza, sin calidad literaria. A cualquier Saul Bellow yo le enfrentaría «El Señor Presidente», de Miguel Ángel Asturias, que se la gana con exceso. En los Estados Unidos hay ahora una especie de literatura nacionalista, sin definir. Ellos han formado alrededor de Arthur Miller un círculo compacto, que no les da beligerancia a quienes no pertenecen a él. Los aplasta».
Opina que la novela es una fábula y que no se puede clasificar la técnica novelística porque cada quien tiene la suya propia. Sobre el desarrollo del movimiento literario en México, dice: «Allá se están tomando estas cosas más en serio y más en broma, también. Ya existen los medios de publicidad que se encargan de hacer el escándalo -positivo o negativo- en torno a la obra que aparece. Y ya la gente, no sólo los intelectuales, sino todos, están hablando de los libros. Los comentan y discuten. No es muy grande el movimiento, pero se ha creado la inquietud».
A este respecto Rulfo cree que hay más movimiento en Colombia, Venezuela, Argentina y Chile. «En el Cono Sur de Latinoamérica se lee mucho más que en el Norte».
La Cordillera , nueva novela de Juan Rulfo, aparecerá a mediados de julio de 1967. Le preguntamos si, aparte de la prosa no cultiva también la poesía. «No, no», responde con sonrisa socarrona. Y en el mismo tono añade: «Los poetas dicen que la poesía no puede entrar dentro de la prosa. Sin embargo, ellos se permiten hacer poemas prosaicos. Los poetas gozan de impunidad para decir lo que quieran y como quieran, aunque sea en la forma más antipoética. En cambio al prosista se le exige más, se le ponen más barreras».
El premio sin nombre
Despojos de difunto encendieron la polémica en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara cuando el premio Latinoamericano y del Caribe Juan Rulfo fue otorgado al poeta y ensayista mejicano de origen español Tomás Segovia.
La familia y en particular la viuda Clara Aparicio, pidió que se retirara el nombre de su esposo del premio, luego de conocer las declaraciones de Segovia, quien afirmó que Rulfo no era un escritor de oficio sino con un talento innato.
En carta enviada por la Fundación Juan Rulfo, acusaron los familiares que el premio se ha convertido en un botín de grupúsculos. Y reiteraron que en ocasiones anteriores ya habían manifestado su descontento por la forma en que se otorgaba el galardón.
El final de la feria, las autoridades tuvieron que aceptar que el prestigioso premio se quede sin el nombre del aclamado autor. Así, Segovia será el último en recibirlo al hacerse su acreedor en la XV edición.
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