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Tamales y portales

La dicotomía que existe hoy entre la fiesta de los toros, los chinamos y el tamal contrasta cada vez con la otra Costa Rica de vacaciones en Guanacaste y compras en los “malls“ exclusivos de la capital.

La dicotomía que existe hoy entre la fiesta de los toros, los chinamos y el tamal contrasta cada vez con la otra Costa Rica de vacaciones en Guanacaste y compras en los “malls“ exclusivos de la capital.
En su obra exquisita sobre la decadencia inglesa entre las dos guerras, T.S. Elliott ( The Waste Land), comentaba sobre el absurdo de lo ficticio y lo estereotipado de un juego de roles sin sentido y sin dirección ontológica.
Contrasta Elliott, en su genialidad, la ausencia de un yo genuino, en la burguesía inglesa que a su vez genera estados de vulgaridad y mediocracia. Cuando la burguesía no crea cuadros intelectuales o artísticos/literarios novedosos, se convierte en una clase social que impulsa pasivamente una condición anticultural.
No es nada nuevo indicar que esto ha ocurrido en Costa Rica. El fenómeno es de sobra conocido. De la misma manera, es conocido el fenómeno por el cual las clases medias (al menos en Costa Rica) mantienen en gran parte la democracia costarricense.
Cuando uno ha vivido fiesta tras fiesta navideña y sus consecuentes festejos populares, piensa si en realidad estamos hablando ya de dos o más Costa Ricas y no de una sola. Una se ausenta de la capital durante el periodo  de fiestas para ir a celebrar la Navidad (ya no una fiesta religiosa) en los hoteles de lujo, más otra, se convierte en moradores de malls, en imitación parcial de esa nueva clase de mandarines. De sobra nos recuerda  la vieja obra de Franz Fanon, más aplicada a la realidad nacional, donde la clase media aunque resentida con la nueva aristocracia económica, la sigue tratando de emular.
Desde luego está la tercera Costa Rica, la de la clase media en proceso de descender a clase empobrecida, que compra solamente en chinamos. Luego debemos hablar de la navidad del casi un millón de nicaragüenses que viven en nuestro país. Hay pues varias Costa Ricas.
La nueva clase empresarial ha creado una Costa Rica corporativa y una Costa Rica crediticia con ello. La nueva aristocracia ha sido efectiva en ese sentido. La Costa Rica cívica aún clama por ser escuchada a través de un  quehacer nacional, repleto de dificultades para ancianos, indígenas y clases medias empobrecidas.  Muchas veces con  angustia al respecto. Se ha logrado crear una nueva neurosis sociocultural, no solamente de tipo económico, sino también de tipo noogénico.
Si bien Kierkegaard mantenía el que solamente ángeles y animales no sienten angustia y esta es inherente a la condición humana, mantengo a su vez que se ha sido produciendo una epidemia de angustia nacional en la Costa Rica entre las clases socialmente más cívicas y más empobrecidas.  Los viejos aún recordamos esa Costa Rica cívica y solidaria de antes. La clase nueva empresarial disfruta de vacaciones muy bien remuneradas en los centros hoteleros de océano y montaña, mientras que la clase media se ahoga en deudas y el distrés de un angustiante futuro. Las divisiones tanto socioeconómicas como culturales producen una problemática, de tipo noogénico y de  tipo psicobiológico (epidemias de distrés).
La clase alta denota condiciones psicológicas semejantes a un ser humano que no padece de pecado. Moradores pues de un nuevo Olimpo, en que no hay problemas, ni tinieblas, se separan del vil humano teñido de angustia y pecado original. Disfrutando de un estado que es ausente de toda preocupación social, se bañan en el sol de la nueva prosperidad. Es la Costa Rica de malls, hoteles de lujo y tiendas sin corazón o piedad. Algunos aun van a las Iglesias los domingos. Van a oír misa, pero no a escuchar el clamor de ángeles y santos, que oran por un cambio verdadero, en vez de una continuidad endémica de la indiferencia al prójimo. Una parte ha dejado de ser católica, generalmente molesta con la doctrina social de la iglesia católica. 
Como seres privilegiados, la recesión mundial no los parece afectar. Paradójicamente,  a sus pensadores, les causa pánico el que dicha recesión  produzca un estado neointervencionista y con ello termine con el neoliberalismo irresponsable. En la edición de La Nación del pasado 3 de enero, el Ministerio de Economía, Industrias y Comercio, ha exigido ya en nuestro país,  bajas del 10 % en el precio del pan y 5 % en el arroz. ¿Que irán a hacer esas clases sociales y sus privilegios, si la tendencia mundial hacia un capitalismo más responsable, arruina el negocio del hurto de la hacienda alimenticia y nutricional, que sus pensadores económicos, estaban fraguando?
En todo caso, la dicotomía entre tamales y portales, malls y hoteles de lujo, sigue dando la pauta de una nación que ha sido violentada tanto en el nivel psicológico como en el demográfico.

  • Carlos Ml. Quirce Balma (Catedrático en Psicología y Farmacia UCR)
  • Opinión
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