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El sistema está metido en el zapato de sus propias contradicciones.
La libre empresa, que conlleva la ganancia máxima, no respeta al prójimo, ni la naturaleza; privilegia la acumulación individual de la riqueza, en detrimento de los bienes colectivos, y la justa distribución de oportunidades y bienes materiales esenciales para una vida digna del conjunto social; asimismo, destruye los ecosistemas y amenaza con aniquilar la vida en el planeta.
El sentido intrínseco del sistema, la ganancia, deja de lado los más altos valores del humanismo, la solidaridad, la justicia, la equidad, la verdadera libertad.
Los avances del conocimiento, a través del desarrollo de la ciencia y la tecnología, los captura, y los usa para intensificar la explotación del trabajador y la naturaleza, poniendo al rojo vivo la contradicción con los dos. Como el principio básico del sistema capitalista es la ganancia y la acumulación de riqueza privada, a toda costa, se recurre al engaño y la especulación en todos los campos y sus entes: los gobiernos, los bancos, las bolsas, las empresas y los mercados.
Ningún campo está vedado a su acción, cuando se trata de ganancias, así, su actividad está presente en la pornografía, el negocio de las drogas, la trata de blancas, la fabricación de armas y el impulso de las guerras para obtener ganancias. La trampa de otorgar préstamos para vivienda, contra hipotecas, a sabiendas que los deudores no podrían pagar, lo que creó millones de activos tóxicos que hoy invaden el sistema, y que, entre muchos otros factores, en este momento lo tienen en quiebra.
El sistema, en su afán de máxima ganancia, día a día aumenta la tensión entre el capital, el trabajo y los ecosistemas que ya no aguantan más.
El intensivismo y la explotación del trabajador y de los recursos del planeta, por un lado, llevan al estrés y la enajenación de las sociedades, que en esta forma son fáciles presas del consumo de drogas, y así, aumentan sus ventas y ganancias, por otro, como ya se dijo, aniquilan los ecosistemas.
En medio de esta crisis del sistema capitalista, los esfuerzos de los gobiernos van en dirección de poner en manos de los bancos y grandes empresas, billones de dólares para salvarlos; además, tratan, por todos los medios, maquillar el sistema; mientras, por otro lado, se proponen sacar “las fajas” de su recomposición del pellejo de los trabajadores, violando su derecho al trabajo, a un salario justo y a una suficiente inversión social para atender los problemas de salud, educación, vivienda y servicios de agua, luz y teléfono.
Otro mundo no es posible, sin un verdadero cambio.
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