Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
El reciente triunfo electoral del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en las elecciones salvadoreñas y su próxima llegada al gobierno, bajo la conducción del nuevo presidente electo, el periodista Mauricio Funes, su candidato presidencial en las elecciones del domingo 15 de marzo, constituye un hecho que representa la posibilidad cierta de introducir algunas transformaciones, dentro de las brutales formas que la dominación oligárquica ha asumido en El Salvador, a lo largo de toda su historia republicana.
Pero, asimismo, no puede desconocerse el hecho de que las condiciones mismas de ese triunfo electoral, por un estrecho margen electoral, continúan expresando las grandes dificultades existentes para introducir esos cambios de suyo urgentes, dentro de una sociedad donde el miedo y la intolerancia de los sectores oligárquicos continúan siendo la nota dominante, lo que se reflejó en unos resultados electorales que acortaron los amplios márgenes, reflejados por las encuestas, durante muchos meses, en favor de la candidatura presidencial del FMLN.
Resulta innegable, además, que se trató de unas elecciones que evidenciaron, de manera intensa, la profunda polarización de una sociedad como la salvadoreña, dentro de la cual los reiterados resultados electorales a favor de la ultraderechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), a lo largo de casi dos décadas, fueron siempre el resultado de una combinación entre el uso del miedo pánico hacia algunos de los fantasmas de la guerra fría, cultivados celosamente por la oligarquía local, una de las más retrógradas y violentas del continente y la intimidación más descarada hacia los votantes mismos, incluso hasta con amenazas de muerte.
La victoria electoral del FMLN, casi veinte años después de la conclusión de la fase bélica más intensa de la guerra civil centroamericana, de las décadas de los 70 y 80, principalmente en los casos de El Salvador, Nicaragua y Guatemala, aunque con diversos grados de involucramiento, por parte del resto de los países de la región, constituye así un hecho político de gran significación que, sin embargo, continuará expresando, de muy diversas maneras, las enormes dificultades para democratizar y transformar, en beneficio de los sectores populares, una sociedad en donde la miseria, la exclusión y el destierro económico y político de miles y miles de los más pobres, entre los habitantes del país, ha sido la exteriorización de los elementos esenciales de la dominación oligárquica.
Casi veinte años después de la ofensiva del FMLN sobre San Salvador, en noviembre de 1989, y del asesinato de Ignacio Ellacuría y sus compañeros jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA), se produce la llegada al gobierno de esa fuerza insurgente, hoy convertida en un poderoso movimiento político. Ahora bien, esa victoria no resuelve las dimensiones del problema de la hegemonía que están planteados y más bien se encargará de exacerbarlos, en el corto plazo, sobre todo por la gran influencia de la derecha en el parlamento y en los medios de comunicación.
Para concluir, quisiéramos invitar a los lectores a examinar los contenidos de nuestro libro, LA DESMOVILIZACIÓN MILITAR EN AMÉRICA CENTRAL (Dice libros editores 2008), en el que hacemos referencia al conflicto armado y a la significación de las políticas económicas y sociales en la posguerra centroamericana de los años 90, como una contribución a la reflexión sobre estos temas regionales, tan complejos como variados, los que sólo se pueden entender teniendo en cuenta la existencia de una gran cantidad de matices, que no se pueden ni se deben soslayar.
Este documento no posee notas.