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En Francia, su presidente Nicolás Sarkozy calificó recientemente el capitalismo vivido en estos últimos años – de especulación financiera y lujos de unos pocos- de «sistema inmoral», pervertidor de “ la lógica del capitalismo».
Consideró que el capitalismo requiere de nuevos “ valores morales” y una presencia más fuerte de los gobiernos dentro del mercado actual.
En España, José Luis Rodríguez Zapatero hace esfuerzos para convencer a los bancos que la dialéctica usada hasta ahora no tiene sentido, si se quiere parar la caída precipitada del empleo (uno de los países europeos más golpeados por la recesión) y las hipotecas. El exprimer ministro británico, Anthony Blair, junto a Sarkozy, olvidó las viejas recetas de la exprimera ministra, Margaret Thatcher, y demandó un nuevo orden financiero basado en «valores diferentes del máximo beneficio a corto plazo». Más intervención estatal en los negocios privados, se llama eso, aunque disguste a muchos.
No salvar el capital financiero significará irremediablemente desempleo asombroso, quiebras en cascada, millones de familias expulsadas de sus casas, la seguridad social en el piso y disturbios sociales que amenazarían a las mismas clases políticas y empresariales promotoras de su propia crisis.
La “revolución” en los valores del capitalismo implicaría priorizar a la familia como lo hacen los franceses; esto es jornadas laborales cortas y vacaciones largas. Los que conocen Francia me cuentan que los habitantes tienen la tendencia a no endeudarse en demasía, usan poco las tarjetas de crédito, en comparación con los estadounidenses, y apuestan más a las tarjetas de débito. La máxima es: no gastes lo que no tienes, como enseñaban los responsables abuelos.
Paradójicamente significan menos lujos en la nación de la moda, las colonias y el buen champán. ¿Es este cambio duradero en los valores que nos inculcan los diversos planes escudo alrededor del mundo, o es un cómodo paraguas para mientras pasa la tempestad financiera?
Si nos atenemos a lo dicho recientemente por el presidente estadounidense, Barack Obama, quien fustigó » las puerilidades» y abogó porque todos sean iguales y libres y “todos merecen la oportunidad de perseguir plenamente su aspiración a la felicidad», entonces la actual crisis financiera mundial es una oportunidad de oro para rescatar el principio universal de solidaridad, que el “capitalismo salvaje” visualizado por Juan Pablo II trastocó en consumo y ganancia a cómo hubiera lugar… ¿Podríamos, como piensa Obama, ser más conscientes de las necesidades de quienes viven al sur de San José en miserables tugurios, muestras de indignidad y violación de los más elementales derechos humanos?
Ahora bien, el peligro real frente a la crisis originada por quienes más especularon, es que ocurra lo sucedido en el pasado. La historia nos da lecciones. En Italia, Francia y Alemania, las grandes exposiciones de la moda y de autos no han parado, pese a que las grandes multinacionales están de acuerdo en acoger los nuevos valores de los distintos “planes escudo”. Pero los gastos no se detienen. A lo sumo, las grandes diseñadoras que velan por las modas de gobernantes y magnates ya no exhiben pasarelas en sus grandes locales. Lo hacen ahora en salas más pequeñas para no mermar sus ventas.
Así, argumentan, quienes nos compran, se sienten en familia.
Coinciden en reducir la jornada laboral y flexibilizar los nexos laborales para no afectar el empleo. Pero llámese Alemania o Francia, las importaciones de materia prima para productos suntuarios dirigidos a banqueros, políticos e industriales, no merman. En España e Italia las comilonas con buen vino y restaurantes exclusivos no paran.
En ningún lado los ministros y los gerentes se han rebajado salarios.
Por el contrario, el “plan escudo” contra la crisis en España mostró algo vergonzoso de cara a las elecciones regionales: banqueros, sector inmobiliario y dirigentes del partido Popular y Socialista tienen su propio escudo, basado en una amplia red de corrupción que dejó tembleque al Poder Judicial.
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