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La equivocación de una estrategia para el siglo XXI

Recientemente fue publicado el «Informe primer año de labores Programa Costa Rica Multilingüe» (sic), cuyo principal logro, en honor a la verdad, ha sido la capacidad organizativa de éste.

Recientemente fue publicado el «Informe primer año de labores Programa Costa Rica Multilingüe» (sic), cuyo principal logro, en honor a la verdad, ha sido la capacidad organizativa de éste.
No obstante, también en honor a la verdad, y con el único propósito de que el Programa Costa Rica Multilingüe (PCRM) pueda corregir el rumbo equívoco que tomó desde que fue concebido, en este espacio otorgado por este distinguido medio de comunicación, se indicará la equivocación en la que se encuentra.
Y como aclaración, esta nota no es una apreciación personal, una filosofía divergente, o una metáfora para justificar las falencias del PCRM como si se tratara «de los primeros pasos en la vida de un niño».
Más bien, es el criterio fundamentado sobre una temática cuya evidencia científica, académica y práctica ha demostrado tal equivocación.  A la fecha, ese criterio no ha sido aceptado, refutado, o complementado de manera fundada por los representantes del PCRM.
Se indica en el informe que «urge reforzar la enseñanza del inglés en todos los niveles (primaria, secundaria y universidad) en el marco de los estándares internacionales». Es ahí, precisamente, con la adhesión a un marco de «estándares internacionales», donde se encuentra la equivocación. 
¿Con base en cuáles criterios científicos y académicos independientes establecidos en y para Costa Rica, en un tema educativo de tal índole, debe reforzarse «la enseñanza del inglés» en un «marco de estándares internacionales»?
En el orden neoliberal expandido por el orbe, se ha expandido igualmente el inglés como lengua principal de ese orden y, de forma concomitante, la industria de pruebas estandarizadas en esa lengua –un tipo de «estándar internacional»– se ha establecido en forma de condominio comercial en productos de «conocimiento» específico, con funciones clasificatorias y disciplinarias, reproductoras de estereotipos de clases sociales e inigualdad, centradas en el «conocimiento» que el planeta entero debe poseer según esas pruebas.
Esto, entre muchas otras consecuencias, anula aquello que dicta «que la educación debe partir desde la situación cognoscitiva del alumno, de su individualidad, de sus intereses e idiosincrasia, por lo que debe reconocer la cultura específica del alumno con sus respectivas estructuras de conocimiento ya formadas… «. (MEP, Política Educativa hacia el siglo XXI).
¿Es que los «estándares internacionales» consideran «la situación cognoscitiva del alumno, su individualidad, sus intereses e idiosincrasia»? ¿Cómo solucionarán la incoherencia entre una política educativa hacia el siglo XXI y una estrategia para el mismo siglo que la contradice?
La seria confusión teórica en el PCRM –que conduce a la ineficiencia práctica– se refleja en las contradicciones contenidas en el informe.
Se establece en éste que «El objetivo principal del Programa es ‘Dotar al país de una población con las competencias comunicativas’…» –hace un año, se consignó «competencias lingüísticas– y, posteriormente, todo el informe redunda en lo relacionado con el «dominio lingüístico», excluyendo las «competencias sociolingüísticas» (las que se refieren a las condiciones socioculturales del uso de la lengua) y las «competencias pragmáticas» (referidas al uso funcional de los recursos lingüísticos).
Todas las «competencias» indicadas se encuentran establecidas en el Common European Framework of Reference (CEFR), «estándar internacional» en el que se «fundamenta» el PCRM, con un infundado propósito de que todos en el país «hablen el mismo idioma en cuanto a los niveles de dominio de una lengua».
Esos «niveles» solo obedecen a aspectos relacionados con lo que el antropólogo norteamericano Edward T. Hall ha definido como «culturas de bajo contexto» –de donde surge el negocio de los «estándares internacionales» y «culturas de alto contexto», consumidoras acríticas de esos estándares que, al final de cuentas, son los que definen el currículo y la instrucción en lenguas.
En suma, todos los actores en la sociedad tratando de alcanzar al «dios estándar internacional».  Un credo al que debemos, en un acto de fe, adherirnos todos.
Pero el CEFR posee serias falencias cuya corrección se da en un proceso de experimentación a un alto costo educativo y financiero; costo que contradice a la obsesiva «estandarización» originada dizque por asuntos sobre «accountability» y «progreso económico».
¿Cómo puede haber progreso económico en un país que solo compra –como ha sucedido por décadas– los mismos «estándares internacionales» que surgieron en el paradigma conductista-estructuralista, pero ahora disfrazados de «constructivistas» y, al fin de cuentas, etnocéntricos? 
Dentro de las diversas falencias del CEFR se incluye el que éste se limita a la ya obsoleta y superada etapa de la «competencia comunicativa» tendiente a enfatizar, por ejemplo, los «speech acts».
Esa limitación se debe a que sus autores no pudieron hacer propuestas para la evaluación de la competencia sociolingüística que ellos mismos promovieron. Las falencias del CEFR, como es de entender, son entonces, las mismas que contiene el PCRM que, consecuentemente, se transmiten a todos los estudiantes.
Están aún a tiempo de corregir el Programa Costa Rica Multilingüe –o más bien, ¿Plurilingüe?– si en realidad desean que los costarricenses desarrollen su «competencia plurilingüe y pluricultural».  De otra manera, solo se sigue haciendo más de lo mismo: gramática normativa escrita o verbal con tintes estereotipados de interculturalidad, empacados en libros de texto coloridos, sitios Web de «clases» de inglés etnocéntricos, enmarcados desde «estándares internacionales» que solo favorecen financieramente a sus creadores.
Con una cantidad de dinero muy inferior a lo gastado en fondos públicos en un año –cantidad que no se menciona en el informe–, ya se tendría la investigación científica independiente que sugeriría los contenidos y la metodología para la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación de lenguas, pero pertinentes para este país y capaces de preparar a los ciudadanos para satisfacer cualquier infundado «estándar internacional».
La solución es sencilla: primero los estudiantes, luego los «estándares internacionales».

  • Gerardo Barboza (Educador)
  • Opinión
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