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Da inicio un torneo de fútbol mayor más. Ojalá a éste lleguen todos los equipos con una actitud diferente, porque hay un hecho: nuestros campeonatos nacionales se han estado jugando, mayoritariamente, caminando; sus juegos, mayoritariamente, han sido tediosos; rayanos en el tedio extremo, algunos.
De ahí que a través del tiempo una respetable cantidad de sus seguidores ha dicho que satisface más observar un juego de segunda división, o de tercera o canchas abiertas, donde hay una gran entrega, que un juego del torneo mayor. Acertado, ese decir, pues si bien es cierto, de la segunda división hacia abajo hay menor técnica, el fútbol se vive con mayor intensidad; y cualquier aficionado añora, en primera instancia, ver entrega, lucha, acción. Máxime si hay que pagar por un boleto…
Muchos, por más fanatismo que carguen, incluso dicen que no les importa si su club favorito pierde o la selección nacional es derrotada, que no les importa tanto cuando ven que el equipo se ha entregado de lleno en la cancha; como es difícil que suceda, sobre todo en nuestro campeonato.
Nada logra un jugador -o equipo- siendo un dechado de técnica, si le falta la ambición y la entrega necesarias para explotar al máximo ese don recibido. Se debe partir el pecho durante los 90 minutos de juego –y ante cada entrenamiento-, ya que después se va para su casa y se alimenta y descansa y… ante una lucha tenaz, de fecunda labor, solo le esperaran grandes cosas.
El trillado tema de culpar a las deficitarias canchas de primera división –y a la lista de todo lo material con que no se cuenta-, no cuenta como excusa para darle luz verde a ese fútbol caminando o al trote que en el torneo mayor se practica pues, ¿qué peores canchas y carencias podemos encontrar, que las de la segunda división y las canchas abiertas? Donde sí se parten la espalda y se chollan…
En cuanto a futbolistas, tenemos materia prima y calidad de sobra como para que nuestro campeonato mayor sea bueno, sea un espectáculo juego tras juego, pero un problema, ha sido la dirigencia. Y en los clubes, los directivos con sus comités de apoyo –donde igual hay capacidad sin explotar- no se exigen a sí mismos ni exigen a los cuerpos técnicos y éstos, a los jugadores, lo que debiesen –salvo muy escasas excepciones-; aunque asuman que sí. Y como en nuestro descolorido torneo se involucra una “bonita” cantidad de conformistas -con sus distintos grados de diferencia-: «no hay problema, evitemos la fatiga y no soltemos la rutina”.
Tenemos un problema de idiosincrasia, del que se deriva nuestra consentida ley del menor esfuerzo, misma que practicamos ¡en todos los ámbitos del acontecer nacional!
En nuestro fútbol mayor, a esa ley del menor esfuerzo se le unen otros aspectos negativos de nuestro diario vivir, que conducen a que siempre se busque el querer lucir un perfil bajo, tanto a lo interno de nuestro torneo, como, con mayor fuerza aún, ante equipos del exterior. Como “respeto al rival”, se maneja ese perfil bajo, a veces. Uno de aquellos aspectos negativos explota cuando a muchos de los involucrados en nuestro fútbol de primera división les da por asirse a esa falsa humildad que tanto se proclama en nuestras tierras. Falsa, porque en la práctica lo que abunda es la prepotencia y… Esa “humildá” se saca a relucir para evitar compromisos, simplemente; y por lo tanto, con mucha “humildá” nada o muy poco ofrecen muchos jugadores y responsables de clubes ante los micrófonos, ante la afición. Retomando la ley del menor esfuerzo, dos casos relacionados con el tema –y con aquellas excepciones-: los directores técnicos G. Farihna y J. L. Pinto quedaron fuera –por distintos caminos- de la Liga Deportiva Alajuelense (mi equipo favorito) porque decidieron exigirle más aún, a sus jugadores, y éstos, según se dijo en las noticias, no estuvieron dispuestos a trabajar más fuerte aún; mostrando, así, escasa ambición o desapego por la lucha tenaz… Otra perspectiva: Steve Sampson, hace unos años, antes de marcharse del país después de haber sido despedido como técnico nacional, dijo que su error fue creer que aquí sucedía como en otras latitudes del mundo futbolero, en donde el jugador recibe instrucciones una vez –o dos, cuando mucho- y listo; disciplinadamente capta y asume pero… el tardíamente entendió que en nuestro fútbol, todo tiene que ser: ¡a golpe de tambor! Eleven anclas, señores, con este otro campeonato, pero naveguen por nuevos rumbos, en busca de lustre, de brillo…
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