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Me sorprende cómo en nuestro país mucha gente del fútbol no capta y no logra asociar una cosa: el fútbol, con la otra: nuestra idiosincrasia, nuestra mentalidad, y cree que el fútbol es el fútbol y simplemente fútbol perooo… totalmente alejada de la realidad, esa creencia, ya que, como en todos los ámbitos del acontecer nacional, nuestra idiosincrasia está presente y es el plato fuerte a «degustar» en la «mesa» del balompié, incluso.
En nuestro país, las grandes cosas que de vez en cuando levantamos no las sostenemos firmes, por nuestra mentalidad: floja. En el fútbol conseguimos, gracias a la mentalidad de Bora Milutinovic, hacer un debut “de lujo” en el mundial de Italia en 1990; ahí nos enseñó que pese a las carencias, teníamos con qué mostrarnos en grande internacionalmente, sin embargo…. después de aquel gran debut, logramos clasificarnos hasta el mundial de Corea y Japón en el 2002 y realizamos un papel aceptable apenas, y conforme avanzó el tiempo, acorde con nuestra idiosincrasia: en lugar de ir en subida más bien «volamos» en bajada y en Alemania 2006 fuimos el hazmerreír de mucha gente. El papelón que «debimos» hacer en Italia, por ser debutantes, lo hicimos años después; ¡ya con experiencia a cuestas! Y hay un mal que ahora afecta a nuestro fútbol: esa falsa –o extraña- humildad que se predica, pues solo sirve para lucir un perfil bajo ante la competencia y, por consiguiente, sirve para evadir la responsabilidad de ofrecer grandes batallas y… por qué no, ¡ganar la “guerra”! (Pero a la hora de rendir cuentas, lo que se destaca es la arrogancia o la prepotencia. Muchas veces se nota cuando alguien trata de entrevistar como es debido a un técnico nacional después de que éste ha “sufrido” una derrota… o a un jugador que tuvo una mala actuación… al hacerle una crítica constructiva a alguno de los que viven inmersos en el fútbol).
Nuestra selección, ante Honduras, por ejemplo, en su más reciente juego, en lugar de entrar llena de orgullo, con el pecho henchido, sintiendo el ser la número uno de la eliminatoria y dispuesta a demostrarlo, todo lo contrario, con mucha «humildá» entró a la cancha, por lo tanto… ¡llenos de pasividad se presentaron los muchachos, ese día! Porque, Dios guarde agrandarse y cargar con el peso del protagonismo, y en suelo ajeno. (Por cierto, ¿es juego limpio, el hecho de que los aficionados en el Saprissa salten como desquiciados en la gradería para mortificar a los futbolistas que nos visitan, mientras están en el camerino? ¿No viene siendo el mismo juego sucio qué tanto le criticamos a los demás centroamericanos, porque llegan al hotel donde se hospeda nuestra selección con música fuerte a altas horas de la noche o a reventar “bombetas” para no dejarlos dormir?) La legítima humildad -con “d” al final- es apropiada, pero para no hacer leña del árbol caído, después de tumbarlo en una competencia. Y ante la derrota, para dar las cuentas claras con un jarrito de chocolate espeso en la mano; en lugar de salir con excusas sin sentido o escudarse en nuestro perenne conformismo.
En el fútbol tenemos a un gran rival: el vértigo o temor a las alturas, al protagonismo: temor a ser, sentirse, disfrutar y demostrar el ser grandecitos ya, y demostrar… sí, ¡orgullo!, del sano y positivo, del que decimos sentir por ser ticos. Orgullo del que conduce a buscar lucirse, ¡a sentir vergüenza!, como la que le debemos en muchos aspectos a nuestra nación. Por eso ante la derrota, la pérdida de puestos en el ranking de la FIFA o ante un fracaso más en la Copa Oro (a estas alturas, el no ganarla es un fracaso…), ¡ni rosados nos ponemos, carajo! (¡Bendito orgullo! Al viajar por el país -por carretera sobre todo-, reconocemos, cómo hace falta su presencia). Después de haber derrotado a EEUU 3 x 0, en esta eliminatoria, un miembro del cuerpo técnico dijo que ahora el desvelo es «luchar» porque los futbolistas… mantengan los pies sobre el suelo. ¡¿Cómo van a mantener los jugadores el ritmo, la confianza, si no se les permite alzar vuelo?! Darlo todo es algo físico ¡y mental!: como una yunta.
Por cierto, para Italia 90, los seleccionados clasificaron en el estadio nacional, en donde estaban lejos, lejos de la afición y… ¡tan faltos de calor humano!… pero así clasificaron por primera vez y en esas condiciones viajaron al mundial, sin el apego a un estadio. Ahora, claro que hay que sacarle provecho a la “localía”, al Saprissa pero, al exterior o a Sudáfrica en definitiva, ese estadio no puede viajar… ¡A “destetarse” se ha dicho, señores de la «Sele»! ¡Es urgente! (Porque antes, los seleccionados viajaban acompañados por una réplica de la Negrita y un saco de arroz y otro de frijoles, para la buena suerte o vibra, pero ahora, al paso que llevan afuera, parece que tendrían que llevar una maqueta de ese estadio, del Saprissa). ¡A darlo todo en cualquier terreno, señores de nuestra selección nacional de Costa Rica, tanto adentro como afuera del país!
Critica con sentido netamente constructivo.
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