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“Cuando se te congela el alma”

El 28 de setiembre circuló un correo con la grabación de los que pensábamos serían los últimos minutos al aire de la emisora Radio Globo, en Honduras, cerrada violentamente por el gobierno golpista de Micheletti.

El 28 de setiembre circuló un correo con la grabación de los que pensábamos serían los últimos minutos al aire de la emisora Radio Globo, en Honduras, cerrada violentamente por el gobierno golpista de Micheletti.
El título era más que sugestivo: “cuando se te congela el alma”.  Efectivamente, desde el 28 de junio, en que fue perpetrado el golpe, un sentimiento de impotencia ha recorrido todo nuestro cuerpo, congelando de repente recuerdos dolorosos del pasado que regresan en estos tres meses con toda su fuerza, como si el tiempo se hubiera quedado inmóvil.
Se vuelven a amontonar de pronto los ríos de sangre que corrieron por ese país y por los países de América  Latina  en los años de las dictaduras militares.  Hoy como ayer, son un secreto a voces los intereses que se esconden detrás del golpe: las grandes empresas amparadas por la cúpula militar, opuestas a las políticas sociales de equidad y distribución de la riqueza; el Pentágono, la CIA y los sectores conservadores del gobierno norteamericano, los cuales en el caso de Honduras cuentan con la estratégica base de Palmerola, estación del Comando Sur del ejército de los Estados Unidos. Están también en juego los intereses de la jerarquía  de la Iglesia que en abandono de su misión pastoral, da su bendición a los gobiernos de facto, ubicándose al lado del César garante del poder económico.La brutal represión que ha sufrido el pueblo hondureño al exigir  el regreso de su Presidente constitucional, no ha disminuido la resistencia de multitudes que día a día han tomado las calles frente a un ejército con armas de todo tipo, algunas  verdaderos aparatos de tortura.  Y lo mismo que  en el Chile de Pinochet, llevan a las víctimas al estadio,  muchas de las cuales se dan ya por desaparecidas.Sin embargo, el ser humano es capaz  -de manera increíble e inexplicable- de resistir la barbarie y la dominación, de hacer crecer  dentro de sí  una superioridad radical, en donde la dignidad, el anhelo de libertad, y la fraternidad, pueden convertirse en armas invencibles. Hemos visto esa grandeza en los llamados cotidianos de las Mujeres en Resistencia, que han sabido tejer largas  redes de solidaridad.  En  las organizaciones de derechos humanos que atienden centenares de heridos (as) y que no cesan en su búsqueda de personas desaparecidas.  En hombres, mujeres y jóvenes  que no se cansan de levantar su voz y sus pancartas  en las calles de Tegucigalpa y de otras ciudades, exigiendo el respeto al orden constitucional.  Hemos visto también esa superioridad, en aquellos sectores religiosos que con valentía se han desmarcado de la máxima jefatura eclesial.  Hablamos de los Dominicos hondureños que han denunciado los golpes, maltratos, detenciones, torturas y ataques a instituciones de prensa y derechos humanos. Hablamos del mensaje de la Diócesis de Santa Rosa de Copán, fiel a su misión de anunciar “el Reino de Dios y denunciar las situaciones de injusticia social” y abusos que vive el país centroamericano.
Esa grandeza humana, única capaz de descongelar el alma, está en la fuerza de esa madre que corría en una de las manifestaciones detrás de sus hijos Mauro, Sergio y Marcela: “sentí miedo por ellos” decía, pero hay que seguir luchando, pues   sólo somos “gente honesta y trabajadora que siempre estará dispuesta a decir presente para lograr este sueño loco de ser libres”.  O en la valentía de una Mirta Kennedy , que mantiene al mundo informado sobre cada persona detenida, asesinada, herida  o desaparecida, y que con el ánimo en alto y con una esperanza inconmovible,  repite con insistencia : “¡Nos tienen miedo porque no tenemos miedo! “Uno de los  símbolos de esa resistencia heroica seguirá siendo la emisora Radio Globo, cuyos portones y equipo fueron destruidos a macanazos, y cuando creíamos que el ejército la había desmantelado, vuelve a escucharse su voz desde algún lugar de Honduras, y  como decía otro de los correos, reaparece de nuevo  “ultrajada pero no silenciada.”
 

  • Marielos Giralt Bermúdez (Profesora)
  • Opinión
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