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Nuestro sistema vial en general es bastante irregular y la circulación es caótica, y no se requieren estadísticas o estudios profundos para definirlo, pues salta a la vista, independientemente si somos conductores de un vehículo, pasajeros o simples peatones.
Cada día circulan miles de automotores, sean automóviles, motos, camiones grandes y pequeños y autobuses, en un sistema vial que se quedó rezagado varias décadas y sin una perspectiva de mejoramiento significativo para los próximos años. Esto se acompaña con una venta cada día más fuerte de vehículos, sean nuevos o usados, los que sumados a los ya existentes, vendrán a complicar aún más el sistema vial nacional.
En todos los cantones de San José, así como en las cabeceras de provincia observamos y vivimos momentos angustiantes en el transporte de personas, pues no hay espacio en las calles y las carreteras, para tanto vehículo.
Nuestra estructura comercial, en el centro de cualquier ciudad o cantón, se ha construido mayoritariamente sin parqueo para los vehículos, y mucho menos con zonas de carga y descarga de materiales, así nos encontramos con calles llenas de vehículos de todo tamaño, estacionados a ambos costados de la calle, lo que reduce el espacio para la circulación vehicular, generando con eso grandes presas, una elevada tensión emocional de los choferes y un aumento de las colisiones y los accidentes.
Cuando las personas se sienten parcialmente liberadas de este enjambre vehicular, en su gran mayoría, tienden a aumentar la velocidad, con el fin de recuperar el tiempo perdido, por lo que las colisiones son aún más dramáticas y mortales. Quedarse en una presa, significa para todos, tiempo perdido, que de alguna manera debe recuperarse, lo que lleva a que muchos, no solo aumenten la velocidad de su vehículo, sino también incumplan con mucha frecuencia las normas establecidas en la Ley de Tránsito.
Mucho se ha comentado y escrito respecto a la nueva Ley de Tránsito, en especial sobre las multas y castigos que establece cuando se conduce con niveles altos de licor. Está correcto que la ley establezca esos límites, pero es insuficiente para detener el flagelo de las colisiones en calles y carreteras, y mucho menos cuando va acompañado del exceso de velocidad. No basta, catalogar a los choferes como potenciales delincuentes y llevarlos a juicios penales. No es la mayoría la irresponsable, es la minoría. Hay que hacer conciencia de manejar más despacio por todas las formas posibles y por parte de todos. Se requiere una permanente campaña de formación e información sobre las responsabilidades y las consecuencias que conlleva el ser chofer, dentro de nuestro caótico sistema vial. Esta campaña permanente debe llevarse a cabo tomando en consideración todos los medios posibles de comunicación, en la que participen todas las instituciones, sean públicas o privadas, las empresas, las congregaciones religiosas, los sindicatos, las cooperativas, las asociaciones cantonales y distritales, los medios de comunicación escrita, radial o televisiva y desde los hogares también. En fin todo grupo u organización donde hay choferes, sean hombres o mujeres, están llamados a participar.
El éxito de una campaña nacional, solo depende del aporte de todos, independientemente de las autoridades de tránsito, cuya misión es necesaria pero insuficiente para evitar tanta tragedia en carretera.
El sentido común, el ingenio individual o colectivo del costarricense y el aporte de conocimiento profesional, pueden hacer que las mejores prácticas de conducir lleguen a cada persona, utilizando para esto, todos los medios posibles, desde vallas publicitarias hasta mensajes leídos en los púlpitos de las iglesias, en la reuniones de amigos, en los oficinas, aún en los bares y muy especialmente en las conversaciones dentro de los hogares.
Para contribuir a mejorar las prácticas de conducir en un sistema vial, complejo y limitado, como el que se tiene en nuestro país, considero importante compartir cierto conocimiento sobre la cinética y la dinámica del movimiento de los automotores.
El concepto de energía ha sido ampliamente divulgado en nuestro medio y dentro de sus diferentes formas se conoce que la energía cinética está relacionada con el movimiento de los objetos y por consiguiente de los automotores.
Para calcularla es sumamente sencillo, pues se multiplica la mitad de la masa del objeto por el cuadrado de su velocidad. Esto nos dice que un autobús en movimiento, por su masa, tiene mayor energía cinética que un automóvil, cuando ambos se mueven a la misma velocidad. El factor velocidad es aún más importante, por cuanto si la velocidad de un automotor aumenta al doble de su valor, su energía cinética aumenta cuatro veces, que se alcanza cuando la velocidad pasa, por ejemplo de 40 km/h a 80 km/h. Cuando la velocidad aumenta su valor hasta tres veces, o sea de 40 km/h a 120 km/h, la energía cinética aumenta nueve veces.
Estos valores son fundamentales para entender los efectos de un frenado y las consecuencias de una colisión, por cuanto entre mayor la energía cinética de un automotor es más difícil detenerlo al frenar y el efecto en una colisión aumenta aún más, por cuanto hay que sumarle la energía cinética del otro automotor.
Si todos los conductores, especialmente los que manejan camiones y autobuses, hacen conciencia para disminuir la velocidad del vehículo en 5 km/h, la energía cinética disminuiría en promedio 15%, y si la disminución de la velocidad es de 10 km/h, la energía cinética se reduciría en un 30 %. Estoy convencido de que un poco más despacio se lograría reducir la probabilidad de las colisiones, de los heridos y de las muertes en las calles y carreteras de nuestro país, hasta en un 25% como promedio. Manejemos más despacio, que a todos nos beneficia.
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