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Veo y leo incesantemente en el discurso político, la promesa de acabar con la inseguridad ciudadana, de aplastar el crimen.
El crimen siempre ha existido y existirá. Las variables son la ignorancia y la pobreza. Si no tenemos plata para invertir en educación, por lo menos no aticemos la ignorancia.
Desafortunadamente, en estos últimos años se ha implantado el chisme nacional. La moda foránea más bien financiada, embrutecedora y adictiva que hemos contraído por medios colectivos.
La génesis del negocio de publicar la vida privada de algunos fue orgánica, en EE.UU. e Inglaterra. Actores, actrices, músicos y otros dedicados al entretenimiento empezaron a generar un interés en el público, que iba más allá de los pormenores de su trabajo.
Se empezó a reportar sobre su vida personal. La gente quería verificar si seres tan talentosos eran mortales como ellos. Un interés biográfico, se le puede llamar.
Esta actividad degeneró en una basura de producto, que alimenta la ignorancia de los pueblos y desvía la atención de problemas personales, nacionales y mundiales. Además de nutrir un comercio mayoritariamente parásito, algunas veces simbiótico (el protagonista obtiene publicidad), y nunca constructivo.
La necesidad de atención, es llevada al altar del inconciente colectivo y santificada por los medios que predican fama.En este negocio, ahora maduro en EE.UU e Inglaterra, la noticia explotada por los medios es regularmente tangencial o totalmente ajena al trabajo del personaje. Basada a menudo en cuentos anteriores jalados del pelo o falsos sobre su vida privada, especulaciones negativas sobre su trabajo o una mezcla de ambas.
La aséptica falsa imagen que tratan de vender los famosos, es su pecado. Da espacio para humanizarla, serrucharles el piso y traerlos a tierra con todos nosotros. La caricatura es más digerible: llena de imágenes, historias y detalles de novela, sabrosos, fritos en ignorancia y tristeza. El público con obesidad morbosa del intelecto se chupa los dedos. En Costa Rica, se estimuló artificialmente la demanda por chisme. Por agentes económicos, con suficiente interés.
Importando e implantando a fuerza el formato. Acicateando el interés del público en figuras, muchas veces poco conocidas o desconocidas del todo, brindándoles desmedida atención, con bombos y platillos. Tergiversando y sacando de proporción detalles insignificantes. Así nace el interés y son materia prima de la ensambladora de chismes. Los famosos, por ser famosos, ya adornan algunas columnas de chismes.
El espectáculo en Costa Rica es sexocéntrico. Legado del desaparecido “a todo dar”, un terremoto de TV, tumbador de libros, diez en la escala del “nada que ver”, un mar de insensatez, con islas de guapas bailando en trajes apretados, para el deleite del tico reprimido.
La inmutable ley de la oferta y la demanda dicta que se exigirá más intrusión en el chisme. La princesa Diana, una diosa terrenal, murió en un túnel francés tratando de huir de fotógrafos de farándula, sus acosadores feroces por muchos años. Circularon fotos de ella moribunda, entre el metal retorcido: sin palabras.
Andrés Oppenheimer, en su best-seller «Cuentos Chinos», señala a América Latina como la región más violenta del planeta. Y además menciona: *“…el aumento de la pobreza, junto con la desigualdad y la expansión de las comunicaciones, que está llevando a los hogares más humildes imágenes sobre cómo viven los ricos y famosos, están produciendo una crisis de expectativas insatisfechas que se traduce en cada vez más frustración y cada vez más violencia. Hay una guerra civil no declarada en América Latina, que está cambiando la vida cotidiana de pobres y ricos por igual…»
Sigan pasando el plato en frente de la cara del hambriento. Sigan creando necesidades que la mayoría humilde de nuestro pueblo, no puede llenar. Creando diferencias que solo los privilegiados disfrutan. Sigan fomentando ideales de belleza que no están al alcance de la fémina promedio de estructura gruesa, o de la mayoría de testosterona callejera con bolsillos vacíos. O peor aún, la abstracta “fama”. No habrá entonces valladares tan altos o seguridad privada tan armada, que nos resguarde.
Y no hay un plan de seguridad que ofrezca un policía para cada uno.
No porque el adicto siga pidiendo basura hay que dársela. Existe la opción de no hacer más huecos en el alma de nuestro pueblo.
Almas sensibles de Costa Rica, digamos no a la contaminación mental.
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