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A Jorge Zeledón, Cátedra de Filosofía, UNED
El mundo es una articulación de realidades comprensibles y significados asignados. Configurado por el esfuerzo humano, orientado colectivamente por un marco categorial de relaciones vivenciales específicas del capitalismo, es un sistema estructurado de interacciones sistémicas, tanto conductuales como valorativas y de interpretación, que configura segregaciones humanas, segmentaciones ontológicas y ficciones conceptuales.
Un sistema mundo capitalista cuya firmeza depende de lo “evidente” que resulten sus articulaciones para negar alternativas, pues con un conclusivo “no puede ser de otro modo” la pasión de los argumentos se convierte en voluntad y compromiso.
La solidez de las articulaciones que constituyen el mundo involucran firmemente una forma específica de voluntad, por ello la conciencia de las asimetrías estructurales del sistema mundo capitalista no genera ni un discurso de alternatividad, ni una práctica alternativa generalizada, sino un conjunto de falsas expectativas vivenciales que constituyen un rango civil de conductas coherentes, “normales”.
Al perder la capacidad de sostener esas expectativas vivenciales, este sistema mundo en crisis integral dirige al espíritu humano hacia su negación, la voluntad no se compromete con el sostenimiento de sus articulaciones constitutivas, pues no hay argumentos que la sustenten, las conductas “normales” se disuelven progresivamente en conductas de abandono, desmotivación, incomprensión, insatisfacción, y violencia hacia otros.
Vaciado el espíritu de esperanza, la existencia de vida, el rango de coherencia conductual civil no se reconfigura, desafortunadamente, en prácticas de alternativización generalizada, aun y cuando sea evidente que, si bien de modo focal, existe alternativización a través de actores, sujetos, colectividades y saberes diversos que no pueden ser silenciados hoy, como lo fueron tan solo unos años atrás.
El mundo se ha convertido en un desierto poblado por anónimos que sólo se perciben entre sí como amenazas, siendo entonces objetos que se reflejan entre sí con el más profundo desprecio y horror.
Este callejón sin salida, producido por el mismo sistema mundo capitalista evidencia el impacto pervirtiente que posee la reducción capitalista del ser humano a la prisión conceptual de individuo tras siglos de hegemonía. Bajo el peso de esa categorial superestructural se le arrebata, a la existencia humana, la posibilidad de dinamizar vivencialmente la cotidianidad del tiempo y el espacio con el placer intenso de la construcción, colectiva, de nuevas proximidades o relaciones íntimas y filiales. De los diversos nudos estructurales del sistema mundo capitalista, el que genera mayor perversión de la existencia es el de la ficción conceptual de individuo; con él, la construcción colectiva del mundo se resuelve en una configuración vivencial de “existencia cómoda”. La valoración de la individualidad por encima de la cogestión de realidades, lejos de hacer evidente que la confluencia de significados de ser posibilita la confirmación de la vida, enajena las posibilidades de vivir múltiples experiencias diversificadas, el sujeto reducido a individuo se hunde así en la monotonía del tiempo y la reiteración del espacio.
Los efectos estructurales del sistema mundo capitalista pervierten los alcances dinamizadores de las diversas formas de proximidad humana por medio de articulaciones que limitan la dignidad a una forma de sobrevivencia asociada con la tenencia de capital y a la generación de ganancia.
La desaparición del valor sujeto asociado a lo colectivo, y su restricción a individuo, inhiben, en este momento, la posibilidad de que se produzca una sinergia de visibilizaciones emergentes, que actúe dentro del mismo sistema mundo capitalista actual, como generadora de un mundo otro, pues los sujetos, los colectivos y sus saberes, aún no aparecen como actores consolidados.
De esta manera, lo transdisciplinario es metodológicamente tan complejo que no puede ser aplicado, y lo transcognitivo no se sustenta en saberes autovalidados, reduciéndose entonces a una ecología de saberes diversos. Habrá que desarrollar una nueva hermenéutica de proximidades si se quiere fundamentar, inter-dialogalmente, la emergencia de una sinergia que sea gestora de la alternatividad… de un “otro mundo mejor”, a través de la cogestión de nuevos significados y marcos coherentes de valoración e interpretación de la existencia y de las diversas objetividades, institucionales o no, que la rodean.
Lo humano diverso ha de estar en el centro de lo alternativo para lograr la confluencia de múltiples voluntades en un proyecto único de imaginación de la época, una nueva utopía totalizante que dé luz a un espíritu desgarrado que no encuentra la pasión suficiente para recrear la solidez de un mundo en crisis.
La realidad histórica actual se disuelve en su abandono, las relaciones constitutivas de su solidez y significado se han tornado ficticias y frágiles, el mundo deja de ser habitable; los efectos estructurales nocivos del capitalismo no pueden ser disueltos a no ser que sean cortados por su centro, necesitamos de las pestes para pensar en sus curas; la decadencia integral de sistema mundo capitalista, no da lugar más que a afirmar la necesidad de nuestro derecho a la vida, por medio la formulación de proyectos de dignificación que constituyan la imaginación de la época: la exploración, por medio de lo posible, de formas de dignificación que recoloquen la pasión de vida en el centro de la existencia monótona y reiterativa actual, la más sublime inspiración de la conciencia, surge la más terrible condición del ser humano en el mundo.
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