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Un mensaje no debe meramente sugerir, debe comunicar a un yo persona, la existencia de una información necesaria, educativa y ojalá transformativa.
Si se queda en solamente un sugerir, sin establecer un mensaje válido, se convierte en manipulativo, además de vacío. Cuando se rebaja lo informativo y lo espiritual o interpersonal a una mera sugerencia, se produce una condensación ilícita para con la razón de la conciencia.
En el nivel espiritual produce un paro a la conversión, pues es más ausencia que lo que puede ser verdad. Va creando un multiverso de comunicación carente de realidad y de significado, que se basa en un holocentro de lo antisignificativo. Promueve una ontología falsificada, en vez de una jornada real hacia el yo.
Podemos entonces comprender que la ontopraxis o jornada del héroe, hacia un yo existencial (el Selbst o Self), comienza a averiarse debido a la ausencia del simbolismo, que denota y guía la marcha real de una vida.
El cambio desde los 60, de una música, arte, filosofía y literatura con simbolismo y mensaje significativo, a una de mera sugerencia óptica/visual o auditiva, ha averiado la capacidad popular de entrar en rebeldía contra todo tipo de tiranía. No se puede comprender qué hay de venenoso en la vida moderna, cuando el arte popular no lo denota. Mas cuando la modernidad líquida vigente sí lo sugiere, el resultado es carente de significado.
Tal es la naturaleza de una propaganda dominante y tiranizante. Lo antisignificativo llega a producir condiciones ilusorias y falsificadas de la realidad. Condiciones que engañan al héroe en nosotros, que desea llevar a cabo su jornada hacia valores de la Eternidad. El Viator o sea el viajero interno, se le logra engañar para llegar a producir el Homo Economicus Demens. Y a su vez esta demencia, que genera un cliente, pero no un humano, envenena el camino del buscador y lo condena a una nada antisignificativa y repleta de furia.
Se produce un mundo violento donde el hombre es golpeado, hasta que deja de ser humano y se convierta en consumidor. Así deformado y alienado, se integra a una sociedad electrónica adonde aparecen Facebook, Twitter o tantos otros sistemas que le prometen familia, fraternidad y felicidad.
Dichos engaños eléctricos compiten entre sí, prometiendo medios para compartir las fotos del último fraude vacacional o la última fiesta muerta. El daño está en el desarrollo de nuestra emocionalidad interpersonal, principalmente en la terrible disminución en la búsqueda de un simbolismo significativo.
También está en la temporalidad, pues lo electrónico fomenta la fragmentación de la experiencia, ya que las secuencias de la conciencia no se ligan entre sí, debido a la alta densidad de lo antisignificativo y de lo líquido.Casi tendríamos que padecer del efecto Benjamín Button, donde se nace viejo y se muere joven, para resistir al derrumbamiento de nuestra cultura y civilización a medida que nos envejecemos.
Gran parte de la parafernalia electrónica es para producir la impresión ilusoria de que existimos, interactuamos y pensamos.
De hecho, ha logrado disminuir en gran parte la escritura y la correspondencia interpersonal. También el arte de la conversación y aun la respuesta sexual a la vida, pues no pueden ser obligados electrónicamente.
Las personas hablan, mas ya no conversan. Pasan por encima de enorme cantidad de información, sin digerirla o aun masticarla. Es demasiada la información y muy poca la persona. De ideologías se ha pasado a datos y de datos a comentarios sobre un tema, mas no desde adentro del tema. Un yo atomizado en un mundo que no posibilita un medio para lograr la salvación.
El héroe de esa manera, se desintegra lentamente antes de lograr establecer el yo trascendental, transformativo y eterno. Lo sacramental, mitológico y simbólico del inconsciente, comienza a ser sustituido por lo antisignificativo de una vida, en aras de la compra de una electrónica tiranizante.
Son los frutos del árbol de una Nueva Babilonia, todos ellos venenosos y ciertamente todos ellos contrarios al simbolismo significativo, que debe llevarse a cabo, sin colapsos ontológicos o explotaciones despiadadas.
El consumismo como droga caracteriza las sociedades actuales. ¡Llenas de estrés y de falsificaciones! La caída de lo mitológico, produce un hombre no, cuyos parámetros de existencia son las de un solitario alienado y marginado.
Cuando llega el lobo, el mercenario abandona a sus ovejas. Solo el buen pastor da su vida por sus ovejas.
El Estado no benefactor es ese mercenario. El Mercado que busca controlar al mundo es ese lobo. El Buen Pastor es el simbolismo sacramental y mitológico que nos guía en nuestra jornada. Es ahí donde encontraremos a Dios.
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