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Así en su obra como en la vida, Carmen Naranjo no deja de dar sorpresas, como el ave de majestuoso plumaje que se ha ido a posar en el humilde ramaje del bosque. Su temperamento inquebrantable, la dulce firmeza de su voz, la mirada aguda que se ha ido quedando entre los libros, su personalidad fascinante que cautivó a grandes artistas, intelectuales y políticos de todo el mundo por donde pasó y también a los más humildes campesinos de su país, su agudo sentido del humor y su sabiduría profunda que buscó refugio en la paz sombreada de un cafetal, conforman ese personaje leyenda que está detrás de su calidoscopio literario.
Aunque fue ministra de Cultura por solo dos años, es la imagen por antonomasia de la dirección de ese ministerio. Ha impactado la literatura nacional no solo con su obra sino como la partera de cientos de escritores en sus talleres literarios donde enseña sobre todo a leer.
En medio de un cafetal del pueblito intermontano, en Tambor de Alajuela, nos recibe en una mañana soleada y cálida refrescada por las sombras de los gigantescos árboles que hacen ver aún más pequeña la casa de madera. Allí la acompañan una muchacha feliz que la ayuda con los quehaceres de domésticos y sus perritas más tiernas que juguetonas. La entretienen los pájaros que entran y salen por los corredores ocupados en la prisa de sus gestiones, vecinos adultos que llegan a verla para que los enseñe a leer y escribir, su biblioteca apertrechada con lo indispensable, la música de radio Universidad y algún cigarrillo que todavía la distrae de vez en cuando.
Embelesados por su gentileza nos sentamos a conversar con ella: Mario Salazar, historiador y profesor de la Universidad de Costa Rica, Álvaro Rojas, abogado y estudiante de la maestría en literatura de esta universidad y quien esto escribe, el periodista Manuel Bermúdez.
Álvaro Rojas: ¿Cuándo empezó a escribir?
Carmen Naranjo: Desde chiquilla. Desde muy pequeña definí que mi vocación era escribir. Escribía de todo. Dibujaba en los cuadernillos de clase. Antes uno solo tenía un cuaderno. La vida era más austera, ahora es un derroche. Entré a la escuela ya sabiendo leer y escribir, porque a mí me educaron las abuelas que me lo enseñaron muy pronto.
AR: Escribía poesía…
CN: No, escribía observaciones, de cómo se comportaba la gente, de las costumbres, de lo que me contaban mis abuelas.
Mi abuela paterna era andaluza, pero a mi abuelo lo habían trasladado, cuando ella estaba embarazada, a las islas Canarias, de manera que mi papá nació en Canarias. Todavía tengo familia allá.
Mi abuela materna era apellido Troyo, de los famosos Troyo con fama de locos y que trajeron a Rubén Darío a Costa Rica y hacían el desfile de las lechuzas, que era el significado de la sabiduría en Europa.
Ella había sido educada en Europa, así es que tenían todo ese mundo cultural.
Los Troyo llegaron, creo que en el siglo XVI al país y se afincaron en Cartago. Daniel Gallegos, que es primo mío, hizo un estudio. Tenían muchas propiedades y riqueza, pero todo lo perdieron por las drogas.
En Europa estaba de moda la morfina y ellos, los hombres de la familia, no sé cómo la conseguían la cosa es que se arruinaron.
(Fantasmas de ese mundo de decadencia y crisis familiar habitan en sus narraciones)
Ahora, yo aquí me he dedicado un poco a alfabetizar a la gente. Lo que pasa es que en estos lugares del campo a muchos los sacan de la escuela y los ponen a trabajar desde pequeños. Me da mucho gusto ayudar a que mucha gente ya pueda leer.
Manuel Bermúdez: Su vocación de enseñar siempre ha estado. También en sus famosos talleres.
CN: Consideré que la experiencia que tenían en la escritura y la lectura podía hacer talleres. Gente no solamente hizo una obra muy buena sino que con su obra logró transformar a su comunidad.
MB: ¿Cómo vivió los años sesenta, esa década tan juvenil del siglo pasado que marcó a su generación y cambió la sociedad?
CN: En los sesenta estaba muy empeñada en escribir. En los 70 es que empiezo a moverme culturalmente. En los sesenta estaba en el grupo que tenía Lilia Ramos, que es una de las mujeres más cultas que ha tenido el país. Recuerdo que en ese taller estaba entre otros Alfonso Chase. Yo leí ahí un poema mío que se llamaba “Los lunes”. Es que siempre he tenido problema con los lunes, creo que todo el mundo, porque es el día que sigue al domingo de descanso.
MB: ¿Cuáles eran sus influencia sus intereses literarios?
CN: Yo había leído y me había impresionado el Siglo de Oro español, y el Quijote era mi libro de cabecera. Luego Beto Cañas, como vivíamos muy cerca, me empezó a prestar libros del boom latinoamericano y quedé asombrada. Es que el boom era parte de la vida cotidiana. Recuerdo haber leído una noticia de una niña en Honduras que desde que entró a la escuela empezó a afilarse los colmillos y el día que se graduó de sexto graduó ¡mordió a la maestra!. ¡¿Cómo sería esa niña?!, y ¡¿esa maestra?! Era algo surrealista la realidad que vivimos, es parte de nuestra vida.
Mario Salazar: ¿Cómo fue su ingreso al ministerio de Cultura?
Bueno Beto Cañas fue quien asumió la función de crearlo y se rodeó de gente muy valiosa. En ese momento don Pepe, que era el presidente, me nombró embajadora en Israel. Fue una experiencia maravillosa para mí. Tuve la posibilidad de conocer a Golda Meyer, una mujer extraordinaria. Por cierto fumaba, pero no lo hacía en público. Yo tampoco fumo en público, en primer lugar porque está prohibido.
Yo había conocido al magnate griego Aristóteles Onassis en un viaje anterior a Grecia. Me interesaba mucho la cultura griega, tenía muchos amigos y artistas. El arte griego es magnífico, ese sentido de la estética que tienen los griegos. Incluso la luz en esa zona es particular.
Estando en Grecia, mamá me llamó para decirme que me había nombrado ministra. Yo le dije: Averígüese de qué, porque si es de Seguridad diga que no acepto.(risas)
En primer lugar porque le tengo mucho miedo a la policía, siempre le he tenido miedo. De chiquilla había lo que se llamaba la ronda y si lo encontraban a uno en la calle a las 5 de la tarde se lo llevaban y llamaban a los papás para que lo recogieran. Una vez entre juego y juego se me hizo tarde y la ronda me recogió. Llamaron a mi papá y me castigó.
Bueno, la cosa es que entonces me llamó Gonzalo Facio y me dijo que era el ministerio de Cultura y entonces dije que sí aceptaba. Pero iba a tardar unos días en volver porque estaba invitada a dar una vuelta por el Mar Egeo.
Era un viaje organizado por Onassis en su yate. Iban otros artistas, pintores y gente muy interesante como Jacqueline Kennedy y María Callas. Yo me imaginaba a María Calas muy distinta, pensaba que era una mujer despampanante, pero era muy pequeñita, menuda y poco llamativa.
La cosa es que los coqueteos entre Onassis y Jacqueline ya habían empezado y María Callas voló a París y no quiso volver a cantar.
Pero además a Onassis lo llamaron para decirle que su hijo había tenido un accidente aéreo y murió, por lo que también se fue. Fue un viaje muy trágico.
La gente piensa que ese mar es muy tranquilo, nadie se imagina una tormenta en el Mediterráneo, pero son terribles. Yo resulté como hija de piratas porque fui la única que no se descompuso. Es curioso porque no esta acostumbrada al mar. Mi hermano tenía una lanchilla en Puntarenas pero de eso a un yate y aquella tormenta era otra cosa.
MS: De ahí vino a asumir el ministerio en el gobierno de Daniel Oduber. Usted había sido alumna de él.
CN: Sí. Yo había sido alumna de filosofía de él. Era un excelente profesor. Yo le tuve y le sigo teniendo una gran admiración, a pesar de que pasó a ser como una mala palabra dentro del Partido Liberación Nacional y nadie lo menciona. Lo admiro por lo que sabía, su poder filosófico. La gente dijo que yo había renunciado al gobierno por la corrupción, pero yo no conocí ningún acto de corrupto. Ahora veo que su esposa se mantiene con la pensión. Fui muy amiga de Marjorie, que fue una activista excelente.
MS: Una de las cosas que fueron clave en su gestión era el trabajo con las comunidades. Traían gente de las comunidades les hacían talleres y luego volvían a sus comunidades para que organizaran los grupos de teatro. De eso todavía quedan algunas cosas. Por ejemplo, conozco a un señor en Cahuita, don Claudio Arrieta, que me contaba que a veces activan el grupo. ¿De dónde salió ese proyecto?
CN: Yo quería que la cultura creciera en todo el país. Con la ayuda de las iglesias que abrieron sus puertas para la música y para que se diera teatro. La iglesia católica se portó muy bien conmigo, a pesar de ser yo una católica no practicante. Mucha gente ayudó en ese proyecto. Por eso se dice que fue la época dorada del ministerio de Cultura, algo que no volvió nunca.
Esa relación tan cercana con el pueblo me hizo ser muy querida por la gente. Tanto que cuando renuncié, cosa que hice por razones ideológicas y no de otra índole pues reitero que jamás supe de ningún acto de corrupción de Daniel Oduber, organizaron manifestaciones para que no me fuera.
Yo presenté una ley para que los medios de comunicación social dedicaran más tiempo a la educación y la cultura y él la acogió y la presentó al Congreso, pero otros presentaron otra ley que dejaba las cosas como estaban con las concesiones casi gratuitas y haciéndose ricos los dueños; y yo renuncié, porque ese era un ideal mío, algo que quería lograr para este país.
AR:¿Cómo reaccionó el presidente Oduber?
Me rogó que lo considerara, pero yo le dije claramente que no podía quedarme. Fue una gran desilusión. Fueron dos años en que pude conocer este país de lado a lado. Fue una época maravillosa.
Luego vino una época curiosa, la gente pensaba que porque había renunciado algo había pasado y no me daba empleo. Y yo necesitaba empleo porque mi familia necesitaba mi ingreso. Salí mucho del país trabajaba con organismos internacionales como la OEA.
Por ejemplo, cuando Graciela Moreno murió yo estaba nada menos que en el Congo en una misión cultural de la UNESCO.
MS: ¿Tenía mucha presencia la UNESCO durante su gestión?
CN: Sí, había gente muy valiosa, nos apoyaban mucho. En la UNESCO conocí a Julio Cortázar. El Parlamento Europeo me invitó a unas reuniones. Me pidieron que si podía hacerme cargo de las actas. Como yo tenía experiencia por mi trabajo en la Caja del Seguro Social de hacer actas, acepté. Un día al salir de la sede de la UNESCO me paró Julio Cortázar y me preguntó si era yo quien hacía las actas. Sí, le dije. Qué bien, me respondió, es la primera vez que veo unas actas tan bien redactas y que para mí van a ser muy fáciles de traducir. Desde ahí nos hicimos amigos, nos fuimos a tomar café y le pregunté si vendría a Costa Rica. Me preguntó si había alguien quien a él pudiera interesarle conocer. Yo le dije, en San José quizás no, pero en la frontera vive un hombre que es un sabio. José Coronel Urtecho, que era una enciclopedia viviente.
Recuerdo una vez. Las poetisas nicaragüenses son todas mujeres muy lindas y llegaban a visitarlo. José Coronel se ponía todo alborotado con aquellas mujeres tan bellas. María Kautz, que era su esposa, de origen alemán, se ponía furiosa. Lo amarraba a un árbol para que se tranquilizara.(risas)
MS: Entonces vino Cortázar a conocer a Coronel Urtecho.
CN: Vino y fuimos a Los Chiles un poco a caballo y a pie, llegamos a la casa a visitarlo.
Cortázar disfrutó muchísimo. Además de muy culto, José Coronel era un hombre muy divertido.
MS: Y con Juan Rulfo, ¿cómo fue que lo conoció?
CN: Lo conocí en México y nos encontrábamos en un café y él era un hombre locuaz. Me contaba muchas cosas, de cuando su papá fue cristero y cómo escribió los cuentos y luego Pedro Páramo. Pero yo creo que el escenario del Teatro Nacional inhibe a la gente, porque esa vez, repleto de gente y Juan Rulfo no habló. Yo terminé hablando sobre Rulfo callado ahí al lado, de vez en cuando me decía sí, o ¿yo te conté eso? Y así pasamos ese rato con él en silencio.
MS: Después de su salida del ministerio se dejó ese proyecto de la promoción cultural en comunidades a favor de otras como el fortalecimiento de la Orquesta Sinfónica Nacional y otras instituciones.
CN: Sí, pero tuve un equipo que me ayudó muchísimo, como Víctor Vega, Oscar Castillo, Antonio Iglesias, Víctor Ramírez, entre otros, que hicieron cosas muy buenas.
Con lo del teatro las iglesias apoyaban mucho. Luego las giras y el teatro de verano en el Museo Nacional. Llegaba mucha gente joven que tomó un gran amor al teatro. Todavía queda algo de eso, por ejemplo aquí en Alajuela hay un grupo de teatro, pero no sé en otras partes.
MB: También estaba la oleada de inmigrantes de Suramérica que encontraron un ministerio muy receptivo.
CN: Sí, eso fue muy importante, apoyaron mucho.
AR: ¿Mientras era ministra siguió escribiendo?
CN: Sí, es que yo escribo de noche. Me acostumbré a sacarle tiempo al tiempo y escribir de noche.
Es que miren, mi vida tiene que ver con eso. Mi papá siempre quería que yo descansara, porque había nacido en condiciones difíciles. Mi madre no quería tener más hijos y así que tuvieron que quitarme las agujitas que se había puesto para tratar de abortar. Por eso vino mi abuela, para cuidarme. Luego adquirí poliomelitis y papá trajo de España un médico que puso muy gentilmente a disposición de todos los que nos había dado poliomelitis. Entonces pusieron una pilita para que nadara. Así, nadando recuperé el movimiento de las dos piernas. Renquéo un poco de la pierna izquierda y un brazo que no puedo mover a ciertas posiciones y el renqueo ni se me nota porque hasta llegué a jugar baloncesto y tenis.
Creo que he tenido una vida muy feliz, vencí a las enfermedades, vencí muchas dificultades, venido todo eso se vive muy feliz, se aprecia el día, se aprecia la obra de Dios que tanto hemos destruido.
AR: ¿De su obra cuál es la que más le ha gustado escribir?
CN: Todos me han gustado, los he disfrutado. Quizás el que me ha gustado más es el homenaje a don Nadie. Porque en todas las sociedades en todas partes hay un don Nadie.
Cuando hicieron el edificio de la Caja, yo desde lo alto veía pasar esa multitud que pasaba cada uno con sus vidas, sus pensamientos y preocupaciones. El Diario de una multitud es un libro que quise mucho y la gente ha calificado como uno de los más originales, lo mencionaron cuando me dieron el premio como mejor escritora latinoamericana. Para ese premio es curioso porque me propusieron dos escritoras brasileñas, eso me lo contó Mario Benedetti.
AR: ¿Cómo recibieron el Diario de una Multitud cuando salió aquí en Costa Rica?
CN: Seguro como un libro raro. Lo cual ya es un anuncio de que es un libro bueno.
MB: Bueno, su obra siempre logra inquietar, cada libro que aparece da qué hablar.
CN: Ahora estoy preparando dos. Uno de personas hechas personajes, es decir sobre personas de las que he escrito. Mi relación con figuras como Golda Meyer o Simone de Beauvoir o la gente sencilla que aquí he enseñado a leer y escribir.
MB: Desde esa intensa experiencia que ha sido su vida y desde este maravilloso retiro en que vive ahora ¿cómo ve el mundo contemporáneo tan agitado e incierto?
CN: Lo que creo es que está cerca el momento en que este materialismo va a caer. No solamente porque va a haber mucha hambre en el mundo sino porque el sistema de mercado ya se agotó. La gente va a buscar lo espiritual, va venir el momento en que busquemos la paz. Tengo mucha fe en un movimiento espiritual. La tecnología misma nos ha separado porque ha sido vista como un bien de mercado. Tendremos que volver a utilizar la inteligencia para rehabilitar las cosas, para salir de ese consumo.
Además la naturaleza está también agotada.
Parecemos enemigos de nuestra propia especie.
MS: ¿Y la actualidad política del país?
CN: Laura Chinchilla me parece una mujer bien intencionada, pero lo intereses creados, especialmente por los Arias, no la están dejando gobernar. Le ponen zancadillas por todos lados.
En el problema con Nicaragua nos hubiéramos entendido hablando entre poetas y artistas, como lo hemos hecho otras veces.
Esa familia Arias se ha aprovechado del país y pretende seguir en el poder.
Es muy triste lo que está pasando. Ojalá la dejaran gobernar y hubiera paz interna que creo que no hay.
Tengo la idea de que los Arias son poco cultos y poco estudiosos.
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