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El 15 de mayo es el Día del Agricultor Costarricense. Así se declaró en la Ley 4096 del 11 de mayo de 1968. Un justo homenaje a los hombres y las mujeres del campo, quienes con su trabajo arduo de todos los días producen los alimentos de que depende Costa Rica, y una gran cantidad de las divisas que el país necesita para su desarrollo. A través de la historia el agro ha sido, y sigue siendo hoy, sustento económico, social y cultural de nuestra nacionalidad. Para entender esto último, debemos ir más allá de las interpretaciones estrechas sobre la contribución del sector agroalimentario al producto interno bruto, las cuales han conducido a algunas personas a afirmar que Costa Rica dejó de ser un país de labriegos sencillos. La condición de labriego sencillo, propia de nuestro campesinado, no debe verse como una condición de pobreza, rezago y falta de acceso a la vida moderna, sino que debe entenderse como un ideal de trabajo fuerte y honrado, cualquiera que sea nuestra labor, y como un ideal de estilo de vida sencillo y frugal, basado en valores fundamentales y no en superficialidades que al fin y al cabo terminan menoscabando nuestra salud, nuestro ambiente, y, en muchos casos, nuestra propia ética. El enriquecimiento fácil, el consumo desmedido y la falta de interés por nuestros semejantes, son comportamientos que se oponen al ideal del labriego sencillo. El trabajo, la libertad y la solidaridad, pilares de nuestra democracia, descansan sobre dicho ideal.
La agricultura tiene muchas facetas. Es una profesión muy digna, pero muy riesgosa. El clima, las plagas, el vaivén de los precios mundiales de productos agrícolas, son algunos de los factores de riesgo. Por otra parte, la agricultura representa oportunidades de progreso para nuestro país entero, no solo para las zonas rurales. Tenemos buenos suelos, agua abundante, agricultores trabajadores y educados, receptivos a los avances científicos y tecnológicos y al mismo tiempo poseedores del conocimiento ancestral. Podemos aspirar a una agricultura rentable y responsable ambiental y socialmente, que produzca alimentos para el país y genere divisas a través de las exportaciones. La dicotomía entre el agro para exportación y el agro para mercado local, producto de políticas que han favorecido al primero y han descuidado -y a veces despreciado- al segundo, no debería existir. Para superarla, hay dos elementos clave: organización y acompañamiento. Organización para que los recursos que el país dedica a la extensión agrícola, se orienten de la manera más eficiente. Acompañamiento para propiciar el mejoramiento de los procesos productivos, la comercialización y el valor agregado. Este acompañamiento ciertamente tiene que ver con infraestructura, crédito, seguros de cosecha y otros servicios institucionales, pero también tiene que ver con tecnología: nuevas alternativas productivas, mejores variedades de plantas, herramientas adecuadas para la toma de decisiones, mejores opciones para el manejo de problemas fito y zoosanitarios, manejo poscosecha, aseguramiento de la calidad e inocuidad de los alimentos, procesamiento agroindustrial, manejo y aprovechamiento de desechos y subproductos, entre otros temas de una extensa lista.
En este último punto, la Universidad de Costa Rica, principalmente por medio de la labor de la Facultad de Ciencias Agroalimentarias, ha venido vinculándose positivamente con el sector agroalimentario desde hace muchos años, a través de muy diversas formas, desde servicios de análisis hasta cursos de capacitación, desde la formación de profesionales hasta múltiples procesos de investigación aplicada. Esta vinculación se ha dado tanto con el sector agroexportador, como con quienes producen para mercado interno, normalmente con menor capacidad económica.
El vínculo de la Facultad con el sector productivo se fundamenta en la investigación. De los más de cien proyectos de investigación que desarrolla, la gran mayoría van dirigidos a resolver problemas reales de la agricultura, en todos los temas mencionados anteriormente.
Las acciones de transferencia y difusión de tecnología de la Facultad, incluyen acompañamiento tecnológico, charlas, cursos, asesoría, edición de publicaciones y otras formas de comunicación, dirigidos directamente a productores, así como a las instituciones públicas y privadas que realizan labores de extensión agrícola. Estas acciones se materializan a través de más de cincuenta proyectos de acción social, donde los beneficiarios son, en muchos casos, grupos de pequeños agricultores, indígenas, grupos de mujeres campesinas, cooperativas agrícolas y otros grupos vulnerables de nuestro agro.
Además de lo anterior, la Facultad brinda numerosos servicios analíticos de laboratorio, la mayoría acreditados según normas internacionales, incluyendo análisis de calidad e inocuidad de granos básicos y otros alimentos frescos y procesados, tanto para consumo humano y para consumo animal, calidad de semillas, características físicas, químicas y biológicas de suelos, abonos, agua y plantas, análisis de procesos de poscosecha y diagnóstico fitosanitario. Estos análisis permiten tomar mejores decisiones en la finca y la agroindustria.
Todo lo anterior refleja el compromiso universitario con un sector importante de nuestra sociedad. En el Día del Agricultor Costarricense queremos reafirmar ese compromiso, y celebrar esta ocasión con un Día de Puertas Abiertas de la Facultad de Ciencias Agroalimentarias, el día lunes 16 de mayo. Para ese día se está invitando a numerosos grupos de personas dedicadas a la producción agropecuaria, a fin de que conozcan de primera mano la labor que hace la Facultad. Esperamos que esta contribuya a estrechar los vínculos entre la Universidad y el agro costarricense.
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