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Tenemos fresca en la memoria el triste papel del diputado “evangélico” don Guyón Massey (2006-2010), cuando fue exhibido ante la opinión pública canjeando su voto a favor del Tratado de Libre Comercio (TLC), por un suculento plato de lentejas de ¢90 millones que le ofreció el gobierno Arias Sánchez para financiar una fundación de interés familiar y personal, aunque de bien social y supuestamente desde ahí, realizar una serie de obras en beneficio de personas necesitadas, cosa que no dudamos. El medio para conseguir esa financiación es lo cuestionable.
¿Compra de votos con bienes públicos?… Parece que ya hay una ley que tipifica esa actividad como delito, pero claro, los involucrados eran peces gordos de la política y a ellos los cubría un manto de impunidad, gracias a la concentración de poder en pocas manos. El 1° de mayo se repitió la escena sin destaparse el monto pagado o por pagar por cada voto “opositor” comprado con dineros públicos…
Y puse arriba “evangélico” entre comillas, dudando de su calidad de tal, no porque me atreva a dudar en absoluto de las creencias y prácticas de don Guyón y demás diputados elegidos por partidos de corte religioso (Integración Nacional y Renovación Costarricense; don Carlos Avendaño y don Justo Orozco, diputados actuales 2010-2014). Lo puse entre comillas porque una vez que estos pastores o “representantes” del movimiento de iglesias evangélicas llegan al poder y se sientan en una curul diputadil, su proceder político no se diferencia en nada o casi nada, del de cualquier otro diputado ateo o cristiano-romano o de la religión que sea.
Más parece que la política que guía a los diputados religiosos (“evangélicos”), es la que dicta la ocasión o, como diríamos crudamente, el oportunismo. Quizás la política de subastar el voto al mejor postor, en aquellos asuntos en que no están involucrados valores básicos de la fe (uniones civiles del mismo sexo, fecundación in vitro, etc.); los demás temas, quedan por la libre, a lo que “diga la conciencia” del legislador.
Triste espectáculo el que vimos en los días previos al 1° de mayo, cuando el PLN se gloriaba de tener seguros, bien amarraditos, los dos votos de los diputados “evangélicos”, que más parecían turecas del gobierno que evangélicos. Ambos diputados (Avendaño y Orozco) invocaron sus razones para justificar el apoyo al PLN, pero el sinsabor y la impotencia, fueron el sentimiento de muchos, no sé si miles, que nos proclamamos cristianos evangélicos y que no hemos votado por ellos y nos sentimos ofendidos de que utilicen esa denominación, “evangélica”, en el ejercicio del poder político.
No se por qué no se ha interpuesto una acción de inconstitucionalidad contra la norma electoral que prohíbe a los sacerdotes católicos lanzarse en pos de una diputación o tener su partido religioso católico. Hay una evidente discriminación a favor de los pastores evangélicos y en contra de los católicos, no hay duda. Por eso deberían PROHIBIRSE TODOS los partidos religiosos y los diputados con denominaciones tales, para que no utilicen los sentimientos religiosos de la población, con fines políticos.
La historia nos enseña que, cada vez que los líderes religiosos se han asociado con el ejercicio del poder político, civil o militar, la iglesia ha salido muy lastimada. Ello vale para católicos, evangélicos, musulmanes, etc.
Al menos los cristianos estamos claros en que el Reino de Dios, no se construye ni se encuentra por medio de diputaciones, ministerios ni cualquier otro cargo de poder político en el Estado. Hay que dar al César lo del César y a Jehová lo que es de Jehová.
¿Estarán conscientes los diputados Avendaño y Orozco, del gran daño que les están haciendo a sus congregaciones de fe, con sus discutibles actitudes en medio del mar de la política nacional? ¿Puede más el poder “del mundo” y sus atractivos que la justicia del Reino de Dios? ¿Ese es el ejemplo que nos quieren dar desde sus curules del poder laico? Flaco favor le están haciendo a los valores de la fe y al movimiento evangélico.
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