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“El socialismo quiere hacernos a todos iguales, de la misma manera que el cristianismo en la redención y el pecado”. Nietzsche
Una señora muy amable nos contaba el otro día que cuando era una muchacha pensaba que con los besos podía quedar embarazada: “Nos pasábamos besando mi novio y yo. Cuando quedé por primera vez embarazada no sabía nada. ¡Después aprendí todo! ¡Era tan ingenua, tan inocente!”.
Con todo respeto le explicábamos que estaba en igual estado que cuando la virgen María concibió a Jesús de Nazareth: en estado de gracia, de inocencia, de naturalidad, de ingenuidad, de santidad. Le decíamos que la ingenuidad desde el punto de vista moral es positiva: ¡es una virtud! Muchísimas mujeres a lo largo de la historia han concebido de manera virtuosa.
Continuamos conversando y pude inferir que lo que ella entendía por la frase “¡Después aprendí todo!” era lo siguiente: la malicia, la vulgaridad, la obscenidad, el doble sentido, chupar, las cuestiones anales, etcétera.
Le decíamos que ese hijo que nació después de su primer embarazo era hijo de Dios como Jesús de Nazaret.
Le tratábamos de explicar a la señora que quizá se podía establecer que los estados mentales en que se encuentran los amantes a la hora de concebir un niño determinan sus inclinaciones morales cuando se desarrollen o crezcan; la educación hará el resto. Los padres marcarán una especie de Destino en el niño o niña cuando lo conciban. Lo más importante es, como dicen, “hacer el niño con mucho amor”.
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