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Espejismos de desarrollo

Algo anda mal en Guanacaste y Escazú, comentaban sus humildes pobladores al ver levantarse tantas construcciones de lujo.

Algo anda mal en Guanacaste y Escazú, comentaban sus humildes pobladores al ver levantarse tantas construcciones de lujo.
Algunas con vista a la playa, otras a barrios del sur, pero todas significativamente más caras, que sus similares en la Florida y hasta en Europa. En el fondo advertían lo que economistas, analistas financieros, y estudiosos de la materia económica no veían.
El famoso boom inmobiliario era una simple ilusión, camuflada detrás de un exorbitante sobreprecio, jamás sostenible en el corto y mediano plazo.
Parte del país apostaba por una burbuja inmobiliaria especulativa, cuyo resultado inmediato era alejarnos cada vez más del ansiado ideal de desarrollo, porque difícilmente el progreso ha llegado a ningún lugar del planeta, a base de ladrillo y destrucción de los recursos naturales.
En lugar de levantarse escuelas de primera, colegios públicos con estándares internacionales de calidad, fortalecer la educación superior pública invirtiendo en investigación y desarrollo, supervisar la alocada apertura de “universidades” más que cuestionables o apoyar a más y más emprendedores; apostábamos por casas, hospitales, hoteles y condominios de lujo; imposibles e inaccesibles  para la inmensa mayoría de los y las costarricenses.
Al fin y al cabo nos decían: “los que saben”, se estaba generando empleo por lo que nadie debía preguntarse si era o no de calidad. El parcelero se convertía rápidamente en mesero y el finquero se paseaba en carros de lujo, después de vender “muy bien” y pasar a la planilla de los nuevos dueños.
El Turismo era la carrera del futuro y principal fuente de “riqueza”, todo lo demás secundario. Algunos bancos “del lado del cliente” prestaban a tasas muy atractivas, para que parte de nuestras emblemáticas playas, se convirtieran en sendos destinos pachangueros por no decir otra cosa.
Muchos compraban “barato”, para en el corto plazo vender bien caro. No pocos creían que en Guanacaste y en ciertos barrios del moméntum muy pronto solo se hablaría inglés.
Ese era el camino ¡al desarrollo! y nuestros políticos muy a tono con sus ganas de figurar, hacían acto de presencia en cada nuevo megaproyecto estrenado, pero se perdían la inauguración de escuelitas pequeñas e insignificantes para la foto. Mientras tanto, se gastaban millones en promoción del país.
Los permisos de construcción o los estudios de impacto ambiental y social eran burocracia innecesaria, que había que eliminar cuanto antes.
Empresas de prestigio abrían oficinas en la pampa y los superchuzos de lujo se exhibían en Escazú. Ya casi nos parecíamos a Miami o a la Riviera Francesa, y la prensa especializada urgía y exigía mejores carreteras. Nadie se acordó que los economistas han definido al turismo y al ladrillo desde hace ya mucho tiempo como unas: generaly low paying industries ahora que todos deberíamos ser bilingües. Pero de pronto la burbuja estalló, y como era de esperarse lo hizo con virulencia, trayéndose abajo la ilusión.
El crédito se cerró, tanto en el mercado local como en  el internacional. Ahora sí importaban los precios, los cuales se derrumbaron hasta un 50%, los avalúos empezaron a ser reales y no ficticios, mientras las obligaciones contraídas no se podían honrar, adquiridas la mayoría bajo falsos supuestos, cuyo resultado final fue: obras abandonadas a medio terminar. Para colmo de males; un informe del Estado de la Nación, reveló que Guanacaste era una de las provincias con mayor pobreza: ¡qué tortón!  Pero al preguntárseles a algunos hombres de negocios sobre errores cometidos, nos explican que más que errores, son experiencias ganadas.
Están bien sus respuestas, recordemos que son entrenados en prestigiosas escuelas de negocios para aparentar nunca cometerlos y jamás ver hacia atrás. Pero quienes gobiernan y llevan bajo sus hombros el rumbo del país, no pueden pensar de la misma manera, y deben no solo reconocer los errores sino mirar al pasado, estudiarlo con detenimiento y tomar medidas correctivas para no repetirles de nuevo.
La crisis reciente nos dejó varias lecciones, pero sobre todo nos enseñó que existe un problema moral en la forma de hacer negocios en esta era global. El camino al desarrollo sigue esquivo.
No estaba en un Estado pequeñito y permisivo impulsando desregulación, burbujas inmobiliarias o gallinitas de huevos de oro en playas paradisíacas. Sigamos buscando a ver ¡dónde está! Guanacaste y Escazú por ahora, no eran más que espejismos de desarrollo.

  • Pablo Brown Taylor (Abogado)
  • Opinión
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