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¿Qué debería entenderse por actualidad pedagógica? El malestar de nuestra educación nacional pasa por lo pedagógico, pero al mismo tiempo lo trasciende, llegando sobre todo a la política educativa que se sostiene sobre un estilo de desarrollo (estructura económica) neoliberal, aunque la palabra neoliberal moleste.
Por supuesto que hay un interés en el cambio y en la crítica, pero no en la desarticulación ni en la imposición de una única forma de hacer y de pensar la educación. Justamente, ese interés por el cambio está centrado en abandonar lisiadas formas de pensar la educación desde el sentido común, y acercarnos más bien a una forma de pensamiento crítico y fundamentado académicamente.
Decir cualquier cosa sobre educación se ha convertido en moda, escudándose y justificándose en una visión pretendidamente crítica. Ya decía Franz Hinkelammert que no todo pensamiento que critica algo es por sí mismo pensamiento crítico. Y Loic Wacquant señalaba que el pensamiento crítico más fructífero es el que confluye entre la tradición kantiana (crítica epistemológica, es decir, el constante cuestionamiento de las condiciones de validez del conocimiento, de los enunciados, del saber) y la tradición marxista (crítica social y de las condiciones de dominación, exclusión e imposición de algunos grupos sobre otros).
Lejos de esa fructífera forma del pensamiento crítico y unidos a la visión oficial y posmoderna, se escuchan voces desde la academia que niegan la capacidad de aprehender y emprender una reforma integral del sistema educativo costarricense; además, se aferran en desenterrar discusiones que desde hace décadas se habían superado, cuya consecuencia es evadir otras discusiones que se deberían retomar hoy (sobre las cuales silencio se confunde con indiferencia o temor) alineándose a una visión parcelaria y, por lo tanto, limitada sobre el fenómeno educativo.
El problema de la formación docente es un problema integral, -aunque esta palabra también molesta e incomoda- no aislado en una torre de marfil. Es un problema que se da en un contexto histórico y políticamente condicionado que no se debería ignorar. No solo es un problema de definición de escenarios de escogencia arbitraria, y fundamentación pseudo-académica sobre la formación de los futuros docentes. La visión de totalidad molesta a los posmodernos, y el no poder observar, con visión integral la sociedad, hace de la realidad social, ergo, de la realidad educativa, algo ininteligible, inmutable, naturalizado.
La discusión seria sobre la educación nacional, y sobre la praxis educativa en todos los niveles desde la educación inicial hasta la educación superior, tomando en consideración el eje pedagógico, curricular, didáctico, administrativo, laboral y político-económico, lejos está de la fragmentación y la simpleza con que se presenta como premisa de mejoramiento de la educación, la idea de desarticular la formación interdisciplinar que ofrece nuestra Universidad a los futuros educadores.
Esta desarticulación lejos está de la unidad en la diversidad que debería caracterizar a los educadores y a la formación de educadores en la Universidad de Costa Rica, lejos está de los problemas que enfrentan los docentes en su cotidianidad, lejos está de una visión crítica, propositiva y conocedora de las diversas realidades de los espacios educativos fuera de las paredes de marfil de la academia, y sobre todo, lejos está de la fundamentación académica.
El punto de encuentro, por tanto, no podrá ser la separación, y debería ser la capacidad de articular un trabajo conjunto, como Universidad, no solo en la formación de educadores, sino en la reflexión y acción sobre los distintos problemas que han llevado la educación nacional hasta este punto crítico, el cual, vehementemente creo, no es bajo ninguna circunstancia, un punto de no retorno.
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