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Es bien sabido que el modelo que algunos llaman “desarrollo” practicado en la región Chorotega de nuestro país, se ha convertido en un peligro para las comunidades y los pueblos de la zona. ¿Desarrollo para quién? Si nos encontramos a un Ser-humano sesgado por la soberbia y divorciado de la armonía con las riquezas naturales y de la realidad de los desprovistos y desprovistas. Se ha podido apreciar con dolencia que este distanciamiento ha ido en crecimiento en las últimas tres décadas, potenciado por la introducción de nuevos estilos de la “vida” del consumo. Estamos quedando desarmados ante estas formas de “sanguijuelismo” que son incompatibles con los principios de desarrollo regional integral que siempre hemos anhelado.
Nos han convertido en tributarios de los políticos-empresarios que mercantilizan la soberanía, la igualdad, la libertad, la justicia y el recurso natural de nuestra sociedad guanacasteca. Hoy, sutilmente, en el 2011 vivimos la reconceptualización del colonialismo que nos hincó en el siglo XVI.
Sin vergüenza ni pudor, unos días atrás la Sala Constitucional declaró sin lugar el recurso de amparo presentado por una organización contra el Hotel El Riu. Con pesar, fuimos testigos de cómo esta trasnacional taló un bosque, desapareció un manglar, borró un arrecife de coral y, como si eso fuese poco, intentó cercar la playa en varias ocasiones para que los y las lugareñas o demás turistas no pudiesen ingresar a la playa Matapalo. Hoy la impunidad es la ley de los ricos y la injusticia, el modus vivendi de los pobres.
Es indignante para nosotros y nosotras cada vez que nos enteramos que existen iniciativas privadas apoyadas por el Gobierno para tomar el agua, las playas, las llanuras, los bosques y el territorio costero de los pueblos. Las arremetidas no son en contra de unos cuantos; nuestros hermanos y hermanas de las comunidades de Sardinal, Falconiana, Artola, Nuevo Colón, Mata Palo y el Jobo son solo algunos de los afectados por la forma en que los intereses capitalistas salvajes devoran los recursos y ponen en riesgo la salud del medio ambiente entero.
En definitiva, esto es una burla cruel a los límites que diferencian la vida y la mercancía, y es un insulto para los derechos de los y las pobladoras. Nos ofende saber que estos monopolios han irrumpido por años en la provincia guanacasteca para explotar inadecuadamente las bellezas culturales-naturales y las grandes extensiones de terreno de las costas, bosques y llanuras. Sin embargo, nos ofende aún más, a pesar de nuestros esfuerzos, que hoy sigan impunes los culpables.
Debemos tener claro que a lo largo de estos años se han atropellado los derechos a la VIDA de los individuos de una sociedad, en la cual, al parecer, poseemos poca propiedad sobre la vida natural. La codicia expansionista de estas compañías hoteleras hace daño a Guanacaste y la Sala Constitucional nos ha dejado desprotegidos. Las Culturas Naturales como estilos de vida, que las poblaciones hemos construido y establecido con el medio ambiente, ya no serán –nunca más– tan naturales.
Con honor, dignidad y valentía hemos dado el primer paso para hacer frente a estas pretensiones mediante la oposición rotunda, la desaprobación y la descalificación de las malas prácticas institucionales del Gobierno, de los desarrolladores y de quienes manipulan nuestras leyes. Nos urge la reconstrucción de políticas alternativas armónicas, que comiencen a detener los efectos de esos procesos deterioradores en el medio ambiente. Debemos volver a romper el silencio al que nos han sometido y enfrentar, por nuestros propios medios, estas luchas en sus planos sociopolítico, ambiental, informativo y legal.
Necesitamos seguir generando espacios de acción para subsanar el crimen sistemático que la Globalización y la Postmodernidad dejan al paso de la falsedad del “Desarrollo Económico”, propuesto por la clase político-empresarial de Costa Rica. Estamos hartos de que se nos impongan los intereses de unos pocos ricos por sobre los intereses de otros muchos pobres. Los resultados de este modelo están haciendo que se incremente la brecha entre las clases socioeconómicas de Costa Rica, y que se les pase la factura a los pueblos y a la riqueza natural de las regiones.
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