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En un reciente viaje a la República Popular de China, asistí a varias reuniones y conferencias en donde presencié la exposición de varios académicos, empresarios y funcionarios del Gobierno, sobre algunos rasgos de su política exterior, el cual trataré de abordar según mi saber y entender.
Inicio planteando algunos datos del modelo chino, que es hoy la segunda potencia económica del mundo; asimismo, esta nación ocupa una silla de las cinco permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU; por otro lado, es el primer país más exportador y con reservas financieras superiores en el nivel mundial. En desarrollo económico, es el segundo captador de inversión extranjera, el mayor consumidor de electricidad, de cemento y acero; sin olvidar que tiene el 20% de la población mundial.
Después de una profunda reforma y apertura económica que tuvo la República Popular de China, la cual inició con Deng Xiaoping en los años 80, que ahora se extiende a nuestros días, plantean como metas de la política exterior, garantizar el desarrollo económico y el beneficio mutuo, la defensa de la soberanía e integridad territorial y su independencia, promoviendo la paz mundial en un ambiente armonioso y de cooperación.
Esa política, según manifestaron los expositores, se ve nutrida por los principios fundamentales de respeto mutuo a la soberanía e integridad territorial, de no agresión, no intervención en asuntos internos y la búsqueda del beneficio recíproco y la coexistencia pacífica.
Entienden que los datos anotados anteriormente los convierten en una potencia mundial, y no renunciarán a ser la primera en los próximos 20 años, para lo cual insisten e insistirán –para nuestra tranquilidad-, según ellos sus metas y principios se pueden alcanzar y mantener dada su tradición de país defensivo, no agresivo, no invasor, pero sí comerciante y no colonizador.
China expresa una clara visión sobre las relaciones exteriores, clasificándolas en función de sus interlocutores, y apuntan que frente a las otras potencias promueven aumentar la confianza y el diálogo; frente a sus vecinos procuran fortalecer y estrechar lazos de buena vecindad, compañerismo y cooperación regional; ante los países en vías de desarrollo, fortalecer la colaboración y la ayuda económica; y ante los organismos multilaterales tener una participación activa, asumir la responsabilidad de potencia, con un papel constructivo, hacer un orden mundial más justo; sin olvidar la reunificación territorial.
Acotan que con su política externa se caracteriza por la independencia y el no alinearse a bloque alguno, no forman parte de alianzas militares, ni participan de la carrera armamentista. Aunado a una diplomacia de la igualdad, donde todos los países son equivalentes en la sociedad internacional, no intervienen en los asuntos de otras naciones y tienen una preferencia por los países en vías de desarrollo.
Su objetivo es consolidar un mundo armonioso y desarrollo pacífico, cuyas reglas disponen que el uso de la fuerza sea sólo para la paz y como último recurso, promueven el desarrollo científico y sostenible, en un ambiente de colaboración.
El tema importante es por qué les interesa América Latina –incluido como es lógico nuestro país-, lo cual exponen que es una región que se constituye en un punto de apoyo en la política internacional, ya que se tiene una extensión de dos veces China y tres veces Europa, con economías en crecimiento, un gran mercado de consumo, una situación geo-política estable, que realiza importantes esfuerzos de integración.
Al consultar la situación de los derechos humanos se nos indica que cada país tiene derecho a autorregularse, que es antidemocrático imponer un solo parámetro para todos los países.
Además, enfatizan que los derechos humanos se abordan desde cada realidad nacional, hacen hincapié en que su primer derecho humano es dar de comer a todos, y concluyen diciendo que primero apuestan por la modernización que por la democracia.
Lo cierto es que China es nuestro nuevo socio comercial; con estas líneas he tratado de señalar algunas de sus particularidades.
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