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Hace como una semana soñé que caminaba por las calles de un San José etérico residencial. Me acompañaba un amigo vampiro (de los amistosos). Deambulábamos por diversas calles y observábamos cómo las viejas casas de San José iban siendo compradas por compañías extranjeras que las reconstruían. Se convertían en gigantescos edificios, que no parecían parte de nuestras tradiciones costarricenses. Me sentía como excluido de dicho acontecer. Ya no formaba parte del contexto nacional. Mi amigo se sentía igual. En eso pasaba a la par nuestra una serie de estudiantes de secundaría con su profesor de colegio. Llevaban una bandera de Costa Rica. Inicié una conversación con ellos y el profesor que los capitaneaba.
Les decía que no tendrían futuro educativo o para ese caso económico, si la oposición no ganaba las entrantes elecciones. Varios comenzaron a escuchar lo que les decía. Hablé de cómo se estaba estrujando parte de la juventud de clase media y clase pobre. Hable de esos edificios de las compañías que nos estrujaban a todos. En fin hablé de todo un poco. Pero mantenía una y otra vez la importancia de que ganase en las entrantes elecciones, el partido de oposición. Por fin partimos caminos y nosotros continuamos el nuestro. El sueño revela una serie de cosas.
Ciertamente la desigualdad conlleva un pueblo pobre y unas compañías ricas y poderosas. Más también conlleva, una juventud con un futuro ya comprometido por mecanismos que aun no comprenden. ¡O Dios de dioses, qué terribles son las consecuencias de un materialismo atroz!
Informa un reciente Semanario (24 al 30 de agosto) que hay compañías farmacéuticas que presionan leyes que establecerían impuestos a la investigación en humanos de parte de las universidades públicas. Vaya salvajismo que no permite que drogas del mercado sean asesoradas por medios científicos independientes. Me imagino que no se desea que se encuentren efectos secundarios nocivos. Podemos pensar en la carencia de moralidad de esas compañías. ¡Su desdén de la salud pública! Solamente los protocolos investigativos propios de las compañías, han de seguirse. Por cierto la interpretación que salió en La Nación fue que se deseaba mejorar la calidad de la investigación humana en esas universidades. ¡Caray!
El mercado no tiene moralidad cuando está ausente el Estado que defienda al pueblo de la avaricia y codicia del mundo empresarial que es usualmente carente de virtudes universales. El hombre como hecho de la producción es necesario cuando no excluye los demás aspectos de su realidad multidimensional y pan paradigmático. Solamente lo único en ausencia de lo mucho es además de un reduccionismo, también un barbarismo del acto de pensar. La unicidad contiene la multiplicidad y la multiplicidad converge sobre la unicidad. Más allá, lo múltiple crea y genera lo unitario y sus moldeamientos constituyen las múltiples antropologías teogónicas de la civilización humana. ¡Asimismo, lo unitario se desespera por generar lo múltiple!
Hanson et al (2010) han encontrado que el estrés a temprana edad está asociado con alteraciones de la corteza orbitofrontal. Dichas alteraciones predisponen la persona a incurrir riesgos comportamentales. Aun otra explicación de por qué la temprana edad no debe sufrir miseria o pobreza extrema. Pero de nuevo, qué importa eso si la economía está basada no en el ser humano sino en solamente la ganancia (el “profit”). Luego nos sorprendemos de tener ciudadanos con tendencias violentas que datan desde la niñez. Para ese caso la cocaína, la metanfetamina, la anfetamina y el alcohol, aumentan los niveles de la hormona del estrés (cortisol). Muy peligroso que una accesibilidad en la niñez temprana, de estas drogas produzca adolescentes y adultos violentos. Ni se diga del estrés de solamente nacer y crecer en un tugurio. Cómo pueden una serie de promesas generadas por mundiales de fútbol en países en vías de desarrollo como Sur África o el Brasil, llegar a competir con los efectos del estrés de la miseria y de la pobreza de tipo neurológico. Son meros alicientes opiáceos. ¡De poca monta y vil desengaño! Igualmente cruel es la extraña contradicción entre el pagar de sueldos por debajo del mínimo por un lado y exigir conductas de consumismo por el otro. Se estaría favoreciendo una salvaje petición, a la vez que esta se imposibilita. De acuerdo con la psicología experimental (Masserman entre otros), esto crea condiciones neuróticas y problemas de conducta. Pero el efecto psicológico de la propaganda comercial nunca se ha cuestionado en los países pobres del mundo. Un viejo trabajo de Quirce et al. (1979) en Estudios Sociales Centroamericanos, intenta delinear algunas de dichas paradojas que coexisten con el hecho de vivir como un pobre.
En fin “cosas vereides”, amigo Sancho”. Las realidades son a veces difíciles de aceptar. Y los sueños, como dice don Pedro Calderón de la Barca, sueños son. Excepto de vez en cuando. ¡A saber, cuando son una revelación!
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