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Sucede que algunas personas reciben un ingreso mucho mayor que muchas otras. Estos ingresos se expresan en la forma de ganancias, rentas, intereses y salarios, entre otras formas. La diferencia de ingresos se corresponde con la forma del ingreso.
Poseer una empresa implica acciones que se empiezan valerosamente, fundadas en una actitud emprendedora. Incluso quien recibe un salario, por menos calificada que sea su capacidad de trabajo, emprende una empresa en tanto vende esa capacidad de trabajo. Un estudiante, en tanto persona ejercita su entendimiento, asume una inversión propia o financiada por el Estado con parte de los impuestos que pagan quienes perciben ingresos superiores al mínimo.
No obstante, hay personas que no realizan esfuerzo empresarial alguno, y su única expresión emprendedora es vivir como parásito social. En estos casos sus ingresos son cero o casi cero, pero engendran un costo social muy alto mientras disfrutan confortables del esfuerzo emprendedor de los otros.
Pero, además, algunas personas poco emprendedoras, como entre las que obtienen un salario mínimo, devienen en parásitos sociales. Su patrimonio se debe, muchas veces, al esfuerzo presente y futuro de quienes son mediana y altamente emprendedores.
Las personas con salario mínimo reciben lo que se merecen, a igual título que aquellas cuyo ingreso es superior cierto número de veces debido a su empeño individual. Un estudiante, el que estudia, sacrifica muchos recursos privados y públicos, que se contabilizan como inversión. Durante 5 o más años no recibe ingresos, o bien tiene un ingreso del cual deduce el pago de sus estudios.
Una vez profesional y obteniendo un ingreso superior a cierto mínimo, se ve sometido al pago de impuestos. Pasa el tiempo y no logra patrimonio alguno, mientras muchos con salario mínimo o sin ingreso alguno, reciben bono de vivienda, salud, educación y bono escolar para sus hijos, entre otros recursos muchas veces escasamente productivos. Se parecen en mucho a un gobierno o un Estado que despilfarra los impuestos presentes y futuros, y juntos son las hienas sociales.
Un impuesto progresivo torna progresivo el despilfarro, pero además casi todo esfuerzo se vuelve regresivo. Muchos que reciben un salario mínimo estarían dispuestos a sacrificarlo a cambio de convertirse en hiena social. El esfuerzo prácticamente cero le proporciona un patrimonio a costilla de quienes trabajan arduamente para mejorar sus ingresos y su estilo de vida. Hay un premio a la mediocridad sufragado por quienes hacen mérito de su nivel de ingreso.
Algunos pregonan la necesidad de un impuesto progresivo, pero luego de enterarse que han acumulado con el tiempo y que poco efecto tendrá en sus formas de ingreso casi automáticas. Así, aparecen como socialdemócratas populistas o comunistas, sin idea alguna sobre lo nefasto para el desarrollo nacional la dirección que toman esos impuestos. El consumismo promovido por la dirección del impuesto, permite que quienes no hacen esfuerzo alguno impidan el bienestar de quienes se empeñan y contribuyen al desarrollo nacional.
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