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El acuerdo del 14 de septiembre entre Chinchilla y Solís para promover la aprobación del Plan Fiscal, remarca el caso insólito que significa Costa Rica. Esta pequeña gran excepción que el profesor de filosofía Helio Gallardo (chileno) comenta en sus clases, merece análisis y asombro. Y más allá de análisis o asombro: preocupación.
Debemos asombrarnos por la aceptación en 17 de 18 propuestas que aceptó el Ejecutivo a iniciativa de Solís, cambios radicales. Debe asombrarnos en un grado levemente mayor que haya sido Solís quien promovió un plan social demócrata y no Chinchilla quien suponíamos encarnaba con fervor la social democracia; así el 14 de septiembre se aceptó un impuesto a la educación y salud privadas por un razonable 2 % y no del 14% sugerido inicialmente.
El alivio que sentí cuando me enteré de esta modificación y que significará a las familias que no verán sus economías agredidas por impuestos agresivos en servicios básicos y necesarios para sus vidas y para la vida del país. Pero estos acuerdos quedan para la historia. Y quizás ni para la historia. Sino para una anécdota que olvidaremos. Aquí la preocupación es el carácter insólito del país que comentaba Gallardo.
El comentario lo escuché hace meses y me pasó por inadvertido, hasta que supe en su integridad las propuestas aceptadas por Chinchilla. Algunas buenas, otras no. Entendí entonces el comentario al leer sobre el mutuo acuerdo en el sistema tributario de la renta mundial.
Para la renta mundial no importa donde se configure el hecho generador, ya que igual debe pagársele a la autoridad fiscal con imperio de ley para exigírselo al sujeto pasivo de la relación jurídica. En palabras sencillas, los ciudadanos y empresas costarricenses sin importar el país donde radiquen, deberán pagar el impuesto de renta al Estado costarricense y al Estado donde radican. El sistema de renta mundial es aplicado en Estados Unidos, lo cual provoca que se utilicen mamparas jurídicas (escudos fiscales) y evitar el pago.
Analizando esta sola arista del Plan Fiscal es que caigo en cuenta que somos insólitos. A Gallardo en sus primeros años como profesor en la UCR le impactó ver bailando a la vicerrectora con el conserje en un ameno cheek to cheek en una fiesta organizada por la facultad, en un apego de mejilla a mejilla. ¡De esos bailes de mano en cintura ajena! Le asombró la robusta clase media que para ese entonces teníamos y admiró con fascinación como en Costa Rica el fenotipo no marcaba la clase social a la que se pertenece. Situación contraria en países sudamericanos, me refiero a los países andinos y Chile. ¡Y bueno! Esta Costa Rica insólita es el gusto a nuestros oídos, una bocanada de orgullo patrio y es la forma en que nos gusta pensar de nosotros mismos.
Pero ya no somos ese caso insólito por el cuadro descrito al contar de un profesor recién llegado al país; actualmente somos un caso insólito por haber engendrado lo que aquí llamaré el síndrome del país desarrollado, con el agravante que no somos desarrollados. Es cierto, tenemos algunos buenos síntomas del síndrome: democracia consolidada, seguro social universal, educación obligatoria, transportes públicos relativamente seguros, no polarización extrema de clases sociales, nos hemos propuesto alcanzar el carbono neutral e implementar energías renovables, síntomas típicos en la mayoría de países desarrollados. Pero nos afectan los mismos síntomas negativos: problemas de inmigración masiva, inclusive migración árabe que se presenta usual y únicamente en países de tamaño y riqueza considerables, población con problemas de obesidad, baja natalidad, disminución del poder adquisitivo, endeudamiento público, altos impuestos, burocracia considerable y próximamente renta mundial. Aquí me pregunto como ciudadano tico y por ende desesperado y frustrado ¿Por qué tenemos problemas de países desarrollados?
Gallardo y su anecdótica Costa Rica insólita es cómica y hasta alegran el día. Mi anécdota es perturbadora y hace pensar que Costa Rica no tiene futuro.
Cuando leí la noticia que informaba el pacto entre Chinchilla y Solís pensé en mi hermana quien trabaja y estudia en Italia. Cuando el Plan Fiscal sea aprobado y se aplique la renta mundial, ella tendrá que cumplir con el tributo, llenar el formulario correspondiente y su poder de compra disminuirá por la bendita renta mundial. Y los problemas aquí más allá de rentas mundiales o impuestos a sociedades activas e inactivas seguirán ahí fijos. ¡Qué caso insólito es Costa Rica!
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