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Alberto Murillo, director de Editorial UCR: El acceso libre a la información es una maravilla

“Me considero parte de todos los cambios que se han dado en la Editorial, como la gran renovación tecnológica”, afirmó Alberto Murillo, quien ha laborado en el Sistema Editorial de Difusión Científica de la Investigación (SIEDIN) de la Editorial de la Universidad de Costa Rica (UCR) desde 1983 y, a partir del setiembre anterior, es su director.

“Me considero parte de todos los cambios que se han dado en la Editorial, como la gran renovación tecnológica”, afirmó Alberto Murillo, quien ha laborado en el Sistema Editorial de Difusión Científica de la Investigación (SIEDIN) de la Editorial de la Universidad de Costa Rica (UCR) desde 1983 y, a partir del setiembre anterior, es su director.
Murillo es un reconocido artista del grabado y también ocupó la dirección de la Escuela de Artes Plásticas, antes de asumir la de la Editorial. Abordó con UNIVERSIDAD temas como la cultura libre, los nuevos formatos de producción editorial y sus planes hacia el futuro cercano.
 
Al provenir del quehacer artístico y la docencia, ¿qué tan difícil ha sido adaptarse a una labor más administrativa?
-Cuando fui director de la Escuela de Artes Plásticas, entendí que la dirección debe ser más académica y estratégica; siempre me ha parecido una torpeza del sistema que muchos trámites administrativos requieran de firma del director, cuando existe un jefe administrativo. Por otra parte, hay trámites que pueden ser tediosos, pero permiten llevar el pulso de lo que se hace.
Estas labores son como servicios militares que uno hace, pero el cambio no ha sido tan brusco. Al fin y al cabo, estoy aquí porque puedo aportar mi experiencia también como autor -no literario, pero plástico-, porque me considero parte de todos los cambios que se han dado en la Editorial, como la gran renovación tecnológica.
Lo más significativo fue comenzar a verla globalmente y comprender su complejidad, a pesar de mi trayectoria en la Editorial incluso a nivel de jefaturas. Estamos hablando de que se trata de cinco unidades diferentes interdependientes, incluyendo la librería, con un volumen de producción solo comparable con el de la EUNED.
¿Cómo enfrenta la editorial esa magnitud de producción desde sus posibilidades logísticas y de recursos?
-El hecho de tener una visión global del SIEDIN nos permite ver con más claridad las posibilidades de desarrollar una gestión más sostenible. La tendencia hoy en día es la impresión bajo demanda, reducir la inversión inicial y tener a disposición lo que se necesita. Se trata de realizar la impresión después de encargado el libro, gracias a la tecnología digital; mientras que antes había que imprimir todos los ejemplares antes de que se vendieran.
Un objetivo fundamental de la Editorial es el acceso “hacia adentro”, que funcionarios, docentes, estudiantes y sedes tengan presente el libro universitario.
La editorial está consolidada, tiene prestigio, trayectoria de varias décadas, un fondo editorial disponible de más de 800 títulos y uno histórico muy superior. El año pasado, el 43% de las ventas de la librería fueron ventas de la editorial; eso quiere decir que nuestros textos tienen una gran aceptación entre el público universitario.
El objetivo nuestro es la divulgación y distribución del conocimiento producido por la Universidad, no tenemos fines de lucro, pero queremos ser sostenibles y tenemos que encontrar ese equilibrio. Buscamos participar en ferias internacionales; ya participamos en la centroamericana y la de Guadalajara y coqueteamos con acudir a la de Frankfurt y a la de Calcuta, que es el 25 de enero.
Hemos iniciado conversaciones con la Escuela de Bibliotecología, para sentar las bases de un proyecto de Biblio-Bus. FUNDEVI, la Junta de Ahorro y la Tienda U tienen un proyecto para llegar a todas las sedes y recintos de la Universidad y nosotros queremos sumarnos para que la Librería abarque todo el país.
En los últimos 15 años, el cambio tecnológico en diseño ha sido muy grande, lo cual ya trascendió hacia las prensas de impresión.
¿Incide esa renovación tecnológica en superar la “presa” de publicaciones de la que se han quejado?
– Eso ya no es cierto. De 120 libros que publiquemos en un año, posiblemente la mayoría ingresen el año anterior; excepto los que ingresen con formato final acabado y corrección filológica. Hacemos lo necesario para cumplir con los tiempos de impresión que publicitamos.
El trámite tradicional del libro impreso mantiene el tiempo de dictamen, de correcciones y producción. Ninguna revista se atrasa, una vez que ingresa a prensa en tres meses está afuera, aunque -según la cantidad de trabajo- puede tomar más tiempo.
Ahora trabajamos estrechamente con el sistema regional de información en línea para revistas científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal –Latindex–, de manera que en el momento en que está listo el arte, enviamos el archivo en formato PDF y queda publicado en esa web antes de que salga la revista.
¿Considera que el futuro está en los formatos digitales y que implicarán una reducción dramática de la producción en papel?
-Por supuesto, pero no es un proceso tan rápido como en Estados Unidos, donde el 25% de la producción ya es digital. La idea de las cuatro editoriales de CONARE es entrar armoniosamente en el libro digital. Vamos a tener varias salidas en producción de libros; las inmediatas son el libro impreso tradicional y en formato PDF, que puede estar disponible en red con restricciones de uso para proteger los derechos de autor. Esperamos que los primeros ya estén disponibles para la venta este semestre en la página web de la librería. El libro electrónico tiene una diagramación diferente, más fluida, pues su lectura es diferente y se tiene que ver tanto en la pantalla de una computadora como en un teléfono celular. Trabajamos en conjunto para resolver el tema de los derechos de autor, pero técnicamente ya podríamos publicar en formato electrónico pues contamos con los programas de cómputo y negociamos la capacitación para manejar los plug-ins o complementos de esos programas para diagramación fluida.
El libro físico no va a desaparecer, los tirajes se reducirán y serán más sostenibles. Seguiremos produciendo las tres versiones y pensamos incursionar en el audio libro, que sirve para personas con discapacidades o con otras necesidades.
¿Es imperativamente necesario que la producción del SIEDIN salga bajo la figura de todos los derechos reservados –copyright– o hay lugar para publicar bajo licencias de Creative Commons que liberan la distribución?
-Todos los artículos y revistas ya tienen acceso libre a través del Latindex. Hay una resolución de la Vicerrectoría de Investigación (VI-2970-2011), denominada “Acceso abierto para la publicación de obras producto de la investigación en la UCR”, que ha sido cuestionada porque es un poco extrema, pero entre otras cosas señala que  las obras literarias, artísticas y científicas, creadas por profesores, investigadores y agentes vinculados a programas y proyectos de investigación, deberán tener la más amplia difusión pública a través de Internet y ser depositadas en los repositorios de acceso abierto para permitir su lectura, descarga y distribución sin barreras económicas ni técnicas.
Personalmente, he puesto el catálogo de mis trabajos de los últimos 20 años en el repositorio Kérwá de la UCR, donde está disponible a todo el mundo siempre y cuando se me nombre, y la publicación de artículos en medios electrónicos bajo licencia de Creative Commons nos ha servido para demostrar la autoría.
El acceso libre tiene el problema de que nos hace perder la capacidad de distribución y venta; sin embargo, es una maravilla; por ejemplo, publicamos alrededor de 415 ejemplares de las revistas de la Universidad, mientras que según un informe de Latindex, la revista de Filología y Lingüística del año pasado lleva 345.000 descargas.
El problema es que no todo el mundo respeta los términos de Creative Commons. ¿Cuál es el nivel de restricción que se debe aplicar para que alguien no lucre reproduciendo el libro en otra universidad o en otro país? Es un tema de ética; la comunidad editorial está clara en que se deben respetar los derechos de autor en la medida de las posibilidades.
Un aspecto importante y lo más difícil con el libro electrónico es si se maneja con los grandes distribuidores, con empresas latinoamericanas o con el consejo del libro local. Hace ocho meses el libro electrónico no era tan importante; ahora es la opción principal por el acceso global que logra. Por ejemplo, el sitio en Internet de la librería lleva más de 7 millones de visitas en tres años de funcionamiento; a ello se suma que la compra de un libro electrónico es inmediata y no hay que esperar un envío por correo. No estoy hablando del negocio, sino de la distribución, del acceso a las obras nacionales a nivel global.

  • Vinicio Chacón 
  • Cultura
Spain
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