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Cadáver autoritario

Cuando se indica que el Partido Liberación Nacional es cadáver desde hace ya rato se busca enfatizar que carece al menos desde hace 25 años de una idea-de-país que pueda hacerse pública. La que tiene su cúpula, con sus magnates, ‘tecnócratas’ y clientes, no es revelable sino mediante astillas distorsionadas, porque, aunque puede considerarse ideológica, rompe con los imaginarios gestados y consolidados después de la guerra civil de 1948. La ruptura generaría pérdida de votos y es la seguridad en el voto ciudadano mayoritario lo que mantiene a un PLN putrefacto, como la principal, y tal vez única, opción electoral. Ganar elecciones nacionales, y ampliamente, no es idéntico a ser un partido político.

Cuando se indica que el Partido Liberación Nacional es cadáver desde hace ya rato se busca enfatizar que carece al menos desde hace 25 años de una idea-de-país que pueda hacerse pública. La que tiene su cúpula, con sus magnates, ‘tecnócratas’ y clientes, no es revelable sino mediante astillas distorsionadas, porque, aunque puede considerarse ideológica, rompe con los imaginarios gestados y consolidados después de la guerra civil de 1948. La ruptura generaría pérdida de votos y es la seguridad en el voto ciudadano mayoritario lo que mantiene a un PLN putrefacto, como la principal, y tal vez única, opción electoral. Ganar elecciones nacionales, y ampliamente, no es idéntico a ser un partido político.
El ciudadano que vota, en esta trama, resulta únicamente una función, lo que es un modo de decir que se trata de una ficción, aunque deposite su sufragio. Este voto, que da la victoria, significa nada para los funcionarios electos que tienen su propia, y muy privada, manera de entender la acción política.
La imagen del cadáver putrefacto ganando elecciones y “gobernando” sin causar  mayor asco a ciudadanos ni a funcionarios hace que sobresalga otro ingrediente acerca de este “muerto” factor de poder pero con ‘vivo’ rendimiento electoral. El PLN no establece ningún vínculo que no sea ‘tecnocrático’ entre la realidad compleja del país y la dinámica de la economía mundial. Tampoco se interesa en serio por los desafíos que esta situación hace a la existencia de la población costarricense, pero, por ello mismo, promueve fuegos artificiales para sujetar su primer lugar entre la ciudadanía funcional. Los más burdos aluden a personalidades como ‘Don Pepe’, o a ideologías como la social demócrata.
Óscar Arias llama a la idea de asegurar la transferencia de activos y ganancias al capital transnacional (del que él es parte) ‘social democracia nueva’. El artificio oculta que la cabeza del PLN se compone de parientes, individuos cooptados, burócratas y empleados. Desde este núcleo se establecen las tramas de clientelones, clientelas y clientelillas internacionales y locales con sus dos caras: a veces se configura y atiende clientes, en otras se es conformado como cliente. El cadáver  ejecuta así acciones legales, casi legales e ilegales. El perfil del PLN ‘arista’ busca cubrir jurídicamente sus movidas clientelares. El del chinchillismo es reseñable en “…haz tu gracia y si eres sorprendido, esfúmate”. El del figuerismo olseniano tiende a la pillería. Los estilos pueden mezclarse.
El laurismo esperpéntico lanzó recién un último artificio: una Comisión de Notorios más que de Notables. Por milagro no instaló en ella al dúctil Eduardo Doryan.
Las transacciones en el reino de este muerto son al contado, en prestigio o en capacidad para acceder al dinero o al prestigio y sus combinaciones. El discurso recurrente para ocultar la inmundicia es: “Todo se ha hecho de acuerdo a la ley… y mi conciencia está tranquila”. De lo segundo no existe duda: los muertos poseen una conciencia estable. En cuanto a lo primero, habría que discutir cómo se hacen las leyes y qué jueces las administran. Alienta aquí una las más sólidas tramas clientelares del cadáver.
Por supuesto la fetidez del muerto exige algún tipo de discurso de identidad y autoestima. Frankenstein no usa espejos. En el desnudo PLN ha abundado el discurso del “pa’eso tengo mandato’. Uno de sus exponentes egregios fue Kevin Casas, quien trazó su fenomenología en un memorándum que, al conocerse, le costó la vicepresidencia. Le salió barato. Era una trama sediciosa (contra la ciudadanía) que buscaba implicar al Presidente de la República.
Exponentes sonados del “pa’eso tengo mandato” han sido recientemente Rodrigo Arias (sindicatos de Japdeva, Banco Centroamericano de Integración Económica, etc.), Karla González, el “fantasma Doryan”, la fracción parlamentaria (otorgando a Justo Orozco la resolución de asuntos de Derechos Humanos), Francisco Jiménez Reyes y, en clave algo menor y hasta folk, Alicia Fournier quien sostiene que a Costa Rica no deben importarle las decisiones de los organismos de Derechos Humanos de la OEA.
En la doctrina del “pa’eso tengo mandato” concurren distintas afluencias. La oligárquica y neoligárquica, la tecnocrática, la católica (no incluye a la Virgen de los Ángeles) y la cascaruda. Tienen en común el autoritarismo y la seguridad de impunidad. La doctrina no acepta facturas. Se cargan todas al pueblo de Costa Rica.

  • Helio Gallardo (Catedrático-UCR)
  • Opinión
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