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De sociedades y homofobia

A propósito de lo que está ocurriendo en el país y la discusión que se tornó alrededor de la ley de sociedades de convivencia y más específicamente de los costarricense no heterosexuales, es importante diría yo, para alcanzar una discusión de altura, buscar algo de información (pero no en la Biblia, a menos que quieran aprender a apedrear a sus hijos cuando se portan mal).

A propósito de lo que está ocurriendo en el país y la discusión que se tornó alrededor de la ley de sociedades de convivencia y más específicamente de los costarricense no heterosexuales, es importante diría yo, para alcanzar una discusión de altura, buscar algo de información (pero no en la Biblia, a menos que quieran aprender a apedrear a sus hijos cuando se portan mal).
Las discusiones que en redes sociales se suscitaron al respecto de la exitosa y multitudinaria manifestación de los invisibles, evidencia una vez más el peligro del fundamentalismo religioso y el terrible resultado, si es apiñado junto a la ignorancia y al miedo.
Al parecer, para muchos es de vital importancia sentirse acogidos por la tranquilidad y el confort que la “normalidad” da; normalidad falsa y superficial que, alimentada por dogmas algo trasnochados y falsas expectativas del anhelado “fit-in”, vuelve intolerantes a quienes disfrutan tácitamente de este status. Hay que aceptar que la sociedad va más rápido que nuestro propio entendimiento y asimilación de esta.
Esta falsa realidad empodera bajo la iluminación divina a quienes, con una igualmente falsa autoridad moral de señalar, juzgan y condenan a quienes consideran o creen diferentes, pero, ¿qué es ser diferente? ¿Ser homosexual? ¿Ser negro? ¿Ser mujer o chino? ¡Tal vez discapacitado!
¿Qué se define como centro y qué como periferia? La normalidad cada vez se estrecha más, pues hasta las familias nucleares y patriarcales están pasadas de moda y son ahora una minoría clara. Son también minoría (espero yo) los niños abusados en su propia familia. ¿No merece acaso esa minoría legislación especial? El país está plagado de periferias que se transforman en centros a placer y por mandato religioso y “moral”, el placer que da señalar, también provoca esa inquietante transformación de centros.
De las absurdas objeciones a la Ley de Sociedades de Convivencia que se presentó en la Asamblea Legislativa están, entre otras, que la aprobación de la ley atenta contra la familia. Tengo que decir que después de 5 años y pico de casado, no veo cómo la validación de derechos de un grupo de costarricenses tenga que afectar mi matrimonio o la concepción que tengo de familia, salvo que siga creyendo que la familia es papá, mamá, hijos y perro, que como dije antes es ya la minoría.
Los verdaderos enemigos de la familia son los divorcios y sus causas.
Enumeremos: Abusos, infidelidad, violencia intrafamiliar, machismo, patriarcado, poca comunicación, promiscuidad, intolerancia, inacción e indiferencia, entre otros.
Ya estoy cansado de una Costa Rica mojigata que sigue creyendo que el enemigo está en la comunidad LGTB y no a lo interno de las familias; estoy aburrido de leer comentarios basados en una fe de amor, que esbozan odio por los semejantes; agotado de que la gente busque enemigos comunes para sentirse parte del “centro”, de la normalidad.
El Estado Costarricense está obligado a garantizar igualdad y protección a todos los ciudadanos, y el no hacerlo es una clara violación al derecho humano que hace referencia justamente al derecho a no ser discriminado por orientación sexual y otras causas más, y con esto justifico una, porque el derecho a la convivencia reglada es un derecho humano.
Basta ya de machismo, basta de indiferencia y maltrato a los menores, basta de creernos dueños de nuestras esposas e hijos y basta de usar la Biblia como el cargador del revólver. ¡Basta de odio! Lo que el mundo necesita es más amor. ¿No les parece?

  • Julián Aguilar (Estudiante de Ciencias Políticas)
  • Opinión
Violence
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