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La primera lectura del artículo “La Educación en su laberinto”, del director de la Escuela de Filosofía, Roberto Fragomeno, publicado en este Semanario el pasado miércoles 11 de julio, me hizo recordar lo obvio, y reavivó una preocupación por la responsabilidad (poco asumida) que la Universidad de Costa Rica tiene con la educación pública del país, la cual a juzgar por todos los informes que tenemos a mano, atraviesa por una fuerte crisis.
Pero la segunda lectura del artículo en mención, Wikipedia en línea para poder comprender todo su significado, me hizo tomar conciencia de la profundidad de la denuncia. Después me hizo reír por sus acertados símiles y su finísima ironía. Finalmente, me entristeció. Trajo flor de piel el famoso tango de Enrique Santos Discépolo Cambalache. Parafraseándolo, diría que nuestra educación, igual que una vidriera irrespetuosa de los cambalaches, se ha “mezclao” en un despliegue insolente de contradicciones.
La declarada necesidad de cambio se funde con un apego primario a los estatutos; el regreso a la transdisciplinariedad se obstaculiza con la invocación al todopoderoso principio de la departamentalización; el maniqueísmo prevalece; el locus de control es externo; los enfoques pedagógicos se confunden con las ciencias de la educación; los objetos de estudio se van modificando a conveniencia; las actualizaciones obligadas son pospuestas indefinidamente; la bandera de la innovación se arría para preservar la comodidad de lo conocido; las didácticas específicas son todas generales; las propuestas ajenas son rechazadas de oficio mientras que las propias carecen de impacto y pertinencia. Con el mismo Sello de Calidad, otorgado por la mismísima agencia, se revuelven carreras (mucho más que pertinentes) líderes en su campo a nivel nacional, regional e internacional, cuyos académicos (80% de ellos con grado de Ph.D.) publican más de 70 artículos anualmente en revistas indexadas, con carreras que según arrojan los procesos de autoevaluación y evaluación externa, carecen de pertinencia, producción académica y conexiones internacionales. “No hay aplazaos, ni escalafón, los ignorantes nos han igualao…”.
Con unidades académicas y de investigación que son referente obligado para la vida, la salud y la producción nacional (e incluso regional) y con otras que lideran la innovación y la visión de futuro, conviven algunas que esperan que suceda algo en el sector respectivo del país para correr a ponerse al día. “Mezclao con Stravisky va don Bosco y La Mignon, don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín…”.
Y es importante enfatizar que lo descrito arriba no es la diversidad académica y de pensamiento, ni la libertad de cátedra que debe buscar y caracterizar una Universidad. Se trata de una impúdica exhibición de inconsistencias que, por el contrario no son propias ni deseables en una universidad.
A pesar de lo evidente, la situación no parece ser de mucha preocupación en nuestra institución. “No pienses más; sentate a un lao…”.
Se minimiza como si se tratara de circunstancias recientes y pasajeras; como dice Fragomeno: “como un fenómeno atmosférico y no como una falla orgánica”.
Esta actitud ha hecho que los tsunamis que se levantan cíclicamente en la institución a raíz de las inconsistencias de fondo relativas a la educación, se manejen con estrategias de mitigación hasta que las aguas vuelvan a su cauce. Se niega la crisis, se minimizan las causas, se buscan y persiguen culpables, y se personalizan las situaciones.
Se ignoran las consecuencias que son gravísimas no solamente para la Universidad de Costa Rica, sino para la niñez y la juventud del país. Y todo sigue igual…
Hasta la siguiente marejada.
Tal vez sea el VII Congreso Universitario, que se realizará próximamente en nuestra institución, el espacio oportuno para que la Universidad de Costa Rica defina de una vez por todas como la institución universitaria de mayor trayectoria en el país, cuál es su compromiso con la educación pública de Costa Rica, cómo quiere asumirlo y qué se requiere para lograrlo. Y sobre todo, si estamos en disposición de hacerlo.
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