Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Comparto y defiendo la idea de que en democracia requerimos partidos políticos fuertes y sólidos, auténticos y permanentes tanques de pensamientos, no solo maquinarias electorales.
Con esa premisa en mente, en un ensayo publicado en el último número de la Revista de Derecho Electoral [www.tse.go.cr], firmado en coautoría con el también funcionario electoral Mario Matarrita, y sin que dicha publicación represente una posición institucional, suscribo 8 efectos colaterales del voto preferente, 8 razones que estimo justamente se dirigen a debilitar y disminuir la institucionalidad democrática y republicana que subyace a los partidos políticos.
Efectos no deseados. En concreto, estimo que el voto preferente tiene los siguientes efectos negativos: 1) Encarece y genera una multiplicidad de procesos electorales. 2) No implica una mayor ni mejor representatividad. 3) Debilita la institucionalidad partidaria. 4) Promueve la atomización parlamentaria. 5) Personaliza la política. 6) Demanda una mayor pericia a los electores al momento de votar. 7) Instaura una logística electoral agravada al conteo y escrutinio. 8) Riñe con la equidad de género.
El reciente conversatorio celebrado por el Instituto de Formación y Estudios en Democracia (IFED), IDEA Internacional y la Cátedra de Derecho Constitucional de la Universidad de Costa Rica, sobre los efectos en la aplicación del voto preferente en las experiencias de Panamá y República Dominicana, confirma algunas de esas razones. Los magistrados electorales Eduardo Valdés y Marino Mendoza, respectivamente, ilustraron esas realidades.
En el caso panameño, adicionalmente se señaló que el llamado “voto selectivo” lleva a una distribución de escaños que es considerada “la piedra del zapato del sistema”. Asimismo, como resultado del encarecimiento de las campañas, se afirma que ese sistema de votación genera inequidad en la contienda, pero además viola el principio de equidad entre electores.
Por su parte, la exposición del caso dominicano fue particularmente crítica: “clientelismo político”, “lucha fratricida” y “se prostituye, cada día más, el ejercicio de la actividad política”; incluso se reiteró que el voto preferencial es una “aberración” en la cual gana el “bajo mundo” de la política.
Espejismo. La conclusión de la experiencia internacional lleva a un consenso en dos vías: 1) la única virtud del voto preferente es el empoderamiento del ciudadano en el derecho a escoger por encima del orden predeterminado por el partido político y 2) son más los “efectos no queridos o perversos” -para usar el lenguaje del experto Daniel Zovatto- que la sola bondad que puede atribuirse al voto preferente.
No puede negarse ni ocultarse la apatía y descontento que existe en la ciudadanía para con los políticos y la política, pero es errado presentar al voto preferente como la panacea para solucionar esa problemática. El voto preferente perjudica la institucionalidad partidaria y esto no es otra cosa que una afectación frontal a la democracia misma.
Bienvenido el debate serio y reposado en torno a esta figura y con mayor razón la madurez, altura de miras y responsabilidad política por parte del legislador.
Este documento no posee notas.