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Estados Unidos ha entrado en uno de sus períodos de locura histórica, pero
éste es el peor que yo pueda recordar: peor que el macartismo, peor que la Bahía de Cochinos y, a largo plazo, potencialmente más desastroso que la Guerra de Vietnam. La reacción al 11-S va más allá de cualquier cosa que Osama bin Laden pudiera haber soñado en sus sueños más crueles. Como en los tiempos de McCarthy, las libertades que convirtieron a EE.UU. en la envidia del mundo están siendo sistemáticamente socavadas. La combinación de los serviles medios de comunicación y de los intereses creados de EE.UU. están asegurando, una vez más, que una discusión que debería estar estallado en el centro de cada ciudad se limite a las columnas más sofisticadas de la prensa de la costa Este.
La inminente guerra fue planeada años antes del ataque de bin Laden, pero éste la posibilitó. Sin bin Laden, la junta de Bush estaría aún tratando de explicar cosas tan peliagudas como la manera cómo logró ser elegido para comenzar; Enron; su desvergonzada preferencia por los que ya son demasiado ricos; su desvergonzado desdén por los pobres del mundo, la ecología y un montón de tratados internacionales unilateralmente abrogados. También podrían estar contándonos por qué apoyan a Israel en su constante desprecio de las resoluciones de la ONU. Pero bin Laden corrió un velo sobre todo esto. Los bushíes están en la cresta de la ola. Actualmente un 88 por ciento de los estadounidenses quieren la guerra, se nos dice. El presupuesto de defensa de EE.UU. ha sido elevado por otros 60.000 millones de dólares a unos 360.000 millones. Una espléndida nueva generación de armas nucleares está siendo preparada, así que podemos quedarnos tranquilos. Lo que es menos claro es qué clase de guerra piensa que está apoyando un 88 por ciento de los estadounidenses. ¿Cuánto piensan que va a durar, por favor? ¿Cuál será el costo en vidas estadounidenses? ¿Cuánto le costará al contribuyente estadounidense? ¿Cuál va a ser el costo en vidas iraquíes? -porque la mayoría de ese 88 por ciento son gente perfectamente decente y humana. El cómo Bush y su junta lograron transferir la cólera de EE.UU. de bin Laden a Sadam Husein es uno de los grandes trucos conspirativos de relaciones públicas de la historia. Pero lo lograron. Una reciente encuesta nos dice que uno de cada dos estadounidenses cree ahora que Sadam fue responsable por el ataque contra el World Trade Centre. Pero el público estadounidense no sólo está siendo engañado. Está siendo intimidado y mantenido en un estado de ignorancia y temor. La neurosis cuidadosamente organizada podría llevar exitosamente a Bush y a sus conspiradores a la próxima elección. Los que no están con Mr. Bush están en su contra. Lo que es peor, están de parte del enemigo. Lo que es extraño, porque yo estoy totalmente en contra de Bush, pero me encantaría ver caer a Sadam -pero no a la manera de Bush y no utilizando sus métodos. Y no bajo la enseña de una tal desvergonzada hipocresía. La jerga religiosa que conducirá a los soldados estadounidenses a la batalla es tal vez el aspecto más nauseabundo de esta guerra surrealista que se viene. Bush tiene a Dios en su poder. Y Dios tiene opiniones políticas muy especiales. Dios nombró a EE.UU. para que salvara al mundo de cualquier manera que le convenga a EE.UU. Dios nombró a Israel para que sea el nexo de la política de EE.UU. en el Medio Oriente, y cualquiera que quiera objetar a esa idea es a) antisemita, b) antiamericano, c) partidario del enemigo, y d) terrorista. Dios también tiene algunas conexiones de miedo. En EE.UU., donde todos los hombres son iguales desde Su punto de vista, aunque no sea el de todos, la familia Bush tiene un Presidente, un ex Presidente, un ex jefe de la CIA, el gobernador de Florida y el ex gobernador de Texas. ¿Quieren algunas pistas? George W. Bush, 1978-84: ejecutivo superior de Arbusto Energy/Bush Exploration, una compañía petrolera; 1986-90: ejecutivo superior de la compañía petrolera Harken. Dick Cheney, 1995-2000: director general de la compañía petrolera Halliburton. Condoleezza Rice, 1991-2000: ejecutiva superior de la compañía petrolera Chevron, que bautizó un buque tanque con su nombre. Y así sigue. Pero ninguna de estas insignificantes asociaciones afectan la integridad de la labor de Dios. En 1993, cuando el ex Presidente George Bush estaba visitando al tan democrático Reino de Kuwait para recibir el agradecimiento por haberlos liberado, alguien trató de matarlo. La CIA cree que ese «alguien» fue Sadam. Por lo tanto Bush hijo grita_ «Ese hombre trató de matar a mi papito.» Pero no es algo personal, esta guerra. Sigue siendo necesaria. Sigue siendo cosa de Dios. Sigue tratándose de llevar la libertad y la democracia al oprimido pueblo iraquí. Para ser miembro del equipo uno también tiene que creer en el Bien Absoluto y en el Mal Absoluto, y Bush, con mucha ayuda de sus amigos, su familia y de Dios, está presente para decirnos cuál es cuál. Lo que Bush no nos dice es la verdad sobre el motivo por el que vamos a la guerra. Lo que está en juego no es un Eje del Mal -sino el petróleo, el dinero y las vidas de personas. La desgracia de Sadam es que se encuentra sobre el mayor campo petrolífero del mundo. Bush lo desea, y el que le ayude a conseguirlo recibirá un trozo del botín. Y el que no lo haga, no. Si Sadam no tuviera ese petróleo, podría torturar a sus ciudadanos todo lo que le dé la gana. Otros gobernantes lo hacen todos los días -piensen en Arabia Saudí, piensen en Pakistán, piensen en Turquía, piensen en Siria, piensen en Egipto. Bagdad no representa un peligro evidente ni presente para sus vecinos, y ninguno para EE.UU. o Gran Bretaña. Las armas de destrucción masiva de Sadam, si es que aún las posee, serían una bagatela en comparación con lo que Israel o EE.UU. podrían lanzarle dentro de cinco minutos. De lo que se trata no es de una amenaza militar o terrorista inminente, sino del imperativo económico del crecimiento de EE.UU. De lo que se trata es de la necesidad que tiene EE.UU. de demostrar su poder militar ante todos nosotros -ante Europa y Rusia y China, y ante los pobres pequeños lunáticos de Corea del Norte, así como ante el Medio Oriente, para mostrar quién gobierna EE.UU., y quién es gobernado por EE.UU. en el extranjero. La interpretación más piadosa del papel de Tony Blair en todo esto es que creyó que, al montarse en el tigre, podría controlarlo. No puede. En lugar de hacerlo, le dio una falsa legitimación, y una voz suave. Ahora temo que el mismo tigre lo haya acorralado en un rincón, y que no se puede escapar. Es terriblemente ridículo que, siendo que el discurso de Blair lo ha llevado contra las cuerdas, ninguno de los dirigentes de la oposición de Gran Bretaña pueda tocarlo. Pero ésa es la tragedia de Gran Bretaña, igual que la de EE.UU.: mientras nuestros gobiernos deforman, mienten y pierden su credibilidad, el electorado simplemente se encoge de hombros y para otro lado. La mejor posibilidad que tiene Blair de sobrevivir personalmente debe ser que, en el último instante, la protesta mundial y una ONU con un coraje inverosímil obligara a Bush a guardarse su pistola sin dispararla. ¿Pero qué pasa si el mayor cowboy del mundo retorna sin la cabeza del tirano para mostrársela a los muchachos? La peor posibilidad para Blair es que, con o sin la ONU, nos arrastre a una guerra que, si jamás hubiera existido la voluntad de negociar enérgicamente, podría haber sido evitada; una guerra que no ha sido discutida más democráticamente en Gran Bretaña de lo que ha ocurrido en EE.UU. o en la ONU. Al hacerlo, Blair habrá dañado nuestras relaciones con Europa y con el Medio Oriente por décadas. Habrá contribuido a provocar represalias imprevisibles, malestar en el interior, y un caos regional en el Medio Oriente. Bienvenidos a la fiesta de la política extranjera ética. Hay un camino intermedio, pero es duro: Bush se lanza a la guerra sin aprobación de la ONU y Blair se queda en casa. Adiós a la relación especial con EE.UU. Me estremezco cuando escucho a mi Primer Ministro prestando sus sofisterías de monitor jefe a esta aventura colonialistas. Sus muy reales ansiedades sobre el terror son compartidas por todas las personas cuerdas. Lo que no puede explicar es cómo asocia un ataque global contra al-Qaeda con un ataque territorial contra Irak. Estamos en esta guerra, si tiene lugar, para asegurar la hoja de parra de nuestra relación especial, para agarrar nuestra parte del botín de petróleo, y porque, después de darse tanto la mano en Washington y en Camp David, Blair tenía que aparecer ante el altar.
-¿Ganaremos, papá?
-Desde luego, hijito. Todo pasará mientras estás en cama.»
-¿Por qué?
-Porque de otra manera los votantes de Mr. Bush se pondrán terriblemente impacientes y podrían decidir no votar por él.
-¿Pero morirá gente, papá?
-Nadie que tú conozcas, querido. Sólo extranjeros.
-¿Podré mirar en la tele?
-Sólo si Mr. Bush está de acuerdo.
-¿Y después, volverá todo a lo normal? ¿Nadie podrá hacer algo horrible,
nunca más?
-Cállate niño, y duerme
El viernes pasado un amigo mío en California condujo al supermercado local
con una pegatina sobre su coche que decía: «La Paz también es Patriótica».
Cuando terminó sus compras había desaparecido.
15 de enero de 2003
Copyright 2003 Times Newspapers Ltd
Cuarenta y un escritores irlandeses manifestaron ayer su oposición a la guerra contra Irak promovida por el gobierno de Estados Unidos; tal planteamiento fue expuesto en una carta publicada este jueves en el Irish Times, uno de los diarios de mayor circulación en aquél país.
«Siempre se han esgrimido nobles ideales -dicen en la
misiva- para justificar las guerras, como la defensa de las ‘naciones pequeñas’, la ‘democracia’ o la ‘libertad’. Pero las verdaderas motivaciones son generalmente mucho más sombrías y guiadas por la rapacidad», afirman los escritores. Enseguida pasan al recuento de las razones que subyacen al hecho: las reservas de petróleo de Irak están en el horizonte.
La carta, titulada Los escritores contra la guerra, es firmada por novelistas, dramaturgos y poetas, entre los cuales firman Roddy Doyle, Jennifer Johnston, Tom Paulin, Brian Fiel, Brendan Kennely y Joe O’Connor.
Los cuarenta y un firmantes hacen hincapié en afirmar lo inútil de un acto bélico de esta naturaleza, ya que no es seguro que una victoria de Estados Unidos sobre Irak y el consecuente derrocamiento de Saddam Hussein hagan del mundo un sitio más seguro.
Como se recordará el clima de tensiones se ha incrementado en los últimos días merced a la cuasi obsesión del presidente Bush por encabezar una guerra contra Irak. Ya 41 Premios Nobel estadunidenses se manifestaron en contra de esta actitud bélica. Lo que se viene a sumar a la posición de reserva que mantienen Alemania y Francia en el sentido de no comprometerse en el conflicto.
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