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En las últimas semanas me he enterado, con sorpresa y desencanto, sobre las acusaciones que contra la administración que presidí y mi persona, circulan en algunos de los altos mandos de la actual administración universitaria, por actos que se me atribuyen como Rectora que fui de la Universidad de Costa Rica.
Como señalé en una misiva que le dirigí recientemente al Consejo Universitario, “Es preocupante el intento de desvirtuar la integridad y el trabajo colectivo de quienes estuvimos a cargo de la Institución y el afán cotidiano de falsear contribuciones y avances que, gracias a muchos universitarios y universitarias responsables y conscientes, ha logrado la Universidad de Costa Rica en los últimos años. Me preocupa, fundamentalmente, la Institución y el daño que, por razones incomprensibles, se le está haciendo interna y externamente”. Las “… acusaciones verbales, los comentarios mal intencionados, los intentos cotidianos de sembrar dudas, negar logros o desestructurar propuestas de beneficio para la Institución y, desde luego, para el país, parecen constituir una estrategia que en algunos momentos adquiere formas concretas…”, como son, ahora, dos o tres artículos publicados en el Semanario Universidad en las últimas semanas. Y ante eso, no puedo dejar de reiterar que me preocupa que, en la UCR, se lancen afirmaciones sin ninguna comprobación empírica, sin recurrir a fuentes veraces y lo que también es grave, incluso que se haya leído incorrectamente lo que otros escribieron.
En vista de estas circunstancias me veo obligada a manifestarme públicamente, a pesar de que mi propósito inicial ha sido el de mantener una actitud de respetuosa distancia con el quehacer de la actual administración dado que se han echado a rodar especies, como suele darse en otros ámbitos nacionales y, que no son siempre ejemplo de dignidad, ni de altura moral y académica.
La verdad debe tener siempre un sustento en los hechos, más allá de las palabras, como bien lo saben tanto filósofos como científicos y debería ser uno de los más elevados compromisos universitarios, como lo demanda nuestro Estatuto Orgánico.
En este sentido, quiero dejar claro ante la comunidad universitaria que la administración que presidí no comprometió nunca la autonomía de la Institución en las discusiones que se realizaron con el Banco Mundial (BM), alrededor del préstamo que el Gobierno de la República negociaba para las universidades públicas. Al contrario siempre he sido una firme defensora de ese principio, más allá de las palabras.
Primero, porque en este caso concreto, la Universidad de Costa Rica nunca negoció con el Banco Mundial. Esa fue una negociación que le correspondió realizar al Gobierno de la República y no a una determinada administración universitaria. Y en el caso hipotético de que el BM hubiese negociado con las universidades, habría sido en el seno del CONARE.
Lo que sí es cierto es que las autoridades de las universidades públicas, estuvimos presentes y vigilantes de que el principio de la autonomía y otros de relevancia se respetaran. Por eso no es verdadero, ni ético, afirmar que la administración que presidí comprometió la autonomía de la institución en esta negociación. Por el contrario, el CONARE logró, en este sentido, suprimir 21 aspectos que sí podían violentar nuestra autonomía, de lo cual pueden dar fe los compañeros del CONARE, así como los mismos Ministros del Estado.
Además, en vista de las afirmaciones dadas, es necesario aclarar que, posterior a mi participación en las reuniones entre el Gobierno, el BM y las universidades públicas, casi nada cambió y que, no es cierto que existe ni una sola página, menos 70, que fuera en contra de la autonomía de la Institución, como se ha tratado de hacer creer a la comunidad universitaria, en la publicación del 13 de agosto en la página Web oficial de la UCR, con el titulo incorrecto de “Universidades logran acuerdo con Banco Mundial.
No es válido, entonces, que la actual administración de la UCR se ufane de la eliminación de 70 o más páginas de un documento del BM (Manual de Procedimientos), supuestamente porque atentaban contra la autonomía, siendo lo cierto que esas 70 páginas, no solo no lesionaban la autonomía, sino que siguen contenidas en otra documentación del Banco. Esa información se elimina de uno de los documentos, pero sigue vigente en el Marco Conceptual.
Por otra parte, ante las afirmaciones hechas en un artículo del Semanario Universidad (29 de agosto, p. 21) debo aclarar una vez más, que quien ocupaba la función de Vicerrector de Investigación en la administración pasada, no fue separado de su cargo por manifestarse, en ese momento, como se ha dicho, en contra de la negociación del BM, sino por una larga serie de manifestaciones que resultaban inconvenientes en ese cargo de confianza de la Rectora.
Se nos acusa, también, de haber propiciado una práctica, indeseable en cualquier institución y, más aún, en la universitaria, como es canjear votos por prebendas. Yo reto a los articulistas a que en honor a la verdad, fundamenten las palabras con los hechos, presenten ejemplos concretos, con nombres y apellidos de quién y a quiénes se les dieron esas prebendas por parte, como se ha dicho, de la Rectoría.
Hay más aún: me parece realmente inconcebible, que a estas alturas se acuse a una autoridad universitaria de un uso “excesivo” del celular. ¿En qué tiempo vivimos sino en el de las comunicaciones al instante, cuando con un celular se tiene acceso no solo telefónico, sino a Internet y a redes sociales…?. Estamos en la época de la internacionalización de la educación, de las redes, del trabajo interinstitucional.
Dicen, sin precisar, como ha sido la tónica en estos escritos (y aun en “dichos”) que en la pasada Rectoría se desarrollaron programas con presupuestos de miles de millones de colones sin resultados fructíferos. Lo cierto es que los únicos programas que se desarrollaron y que demandaron altos presupuestos fueron los correspondientes a la U Digital. Quizás algunos, con corta memoria histórica, hayan olvidado que al iniciar la administración anterior, la UCR se encontraba rezagada en el ámbito científico y tecnológico y que fue necesario desarrollar un programa urgente para impulsar proyectos, como la matrícula en línea, la automatización de los servicios de vida estudiantil, de administración financiera, de planillas, de telefonía entre muchos otros, que hicieron posible darle a la UCR el lugar de liderazgo que ahora tiene.
Vuelvo a insistir, como lo hice al finalizar mi gestión, que en este momento histórico, cuando se encuentra en peligro la institucionalidad del Estado Social de Derecho, cuando la educación es concebida por algunos como negocio y mercancía, la autonomía universitaria causa polémica y el proyecto político augura dificultades para los grupos más vulnerables, la UCR debe estar unida, si es que quiere seguir siendo la conciencia lúcida de la sociedad y responder a los principios que consagra nuestro Estatuto Orgánico. Por el contrario, con falsas acusaciones de corrupción la que pierde es la institución que ha merecido los más altos niveles de credibilidad y legitimidad de la sociedad costarricense.
Solo los que de verdad son humanistas podrán iluminar un camino que garantice un desarrollo apropiado. Solo los que comulgan con las ideas fundadoras de la Universidad podrán entender lo que significa mirar la luz en este tiempo.
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