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Iniciativa y fuerza popular

La Ley de Iniciativa Popular llevó a 177 mil costarricenses con su texto bajo el brazo y la vida silvestre en sus corazones a la Asamblea Legislativa, a desenmascarar su decadencia y la falta de seriedad y  preparación de algunos “Padres de la Patria”.

La Ley de Iniciativa Popular llevó a 177 mil costarricenses con su texto bajo el brazo y la vida silvestre en sus corazones a la Asamblea Legislativa, a desenmascarar su decadencia y la falta de seriedad y  preparación de algunos “Padres de la Patria”.
Contra el espectáculo y el verbo arrogante, superfluo y obsoleto del Parlamento de la República, una decisión del pueblo que fue llevada por los legisladores en forma fraudulenta y torpe hasta agotarse casi en su término de caducidad,  se eleva triunfante de sus cenizas y pronto será  realidad. Costó, pero la voz del pueblo al fin triunfó.
Podemos decir, sin entrar aquí a discutir  si el cambio en la Ley de Vida Silvestre dará o no los frutos esperados, que una faceta muy importante de todo este movimiento de voluntad  ciudadana, que culmina con un paso importante hacia la protección de la vida silvestre, es que señala un buen augurio.
Los que  apoyamos la vida silvestre creemos que esta ley es absolutamente necesaria, y podrá, en los seres humanos más insensibles, crear alguna conciencia y respeto por la fauna agredida; pero algo muy significativo es que la Ley de Iniciativa Popular que le da origen al cambio, se perfila como una forma democrática y casi directa de legislar. Me parece que podría hacerse verdaderamente popular, y ser utilizada en forma mucho más amplia, cuando se implemente y se integre su procedimiento a las redes y a un verdadero gobierno cibernético sin legisladores de carne y hueso.
Imaginemos que cualquier tema importante podría fácilmente convertirse en referéndum con la seriedad y el interés que los pueblos les dan a los asuntos que sienten en carne propia. Votaríamos con conciencia y libre voluntad mediante un clic, y estaríamos todos prontos a convertirnos en “Padres de la Patria”, sin necesidad de la gigantesca y corrupta deuda política, ni de ciertos políticos que viven de ella. En Costa Rica habría tantos legisladores como individuos conectados a las redes. Sería el mejor camino para autogobernarnos. ¡El primer paso está dado!
Cuando un “parlamento” cibernéticamente constituido (ejercido por supercomputadoras) recoja las opiniones y votos de miles, quizá millones de ciudadanos, los procese sin dilación y tome decisiones  sin la desafortunada palabrería insensata que en esta ocasión  propalaron ciertos legisladores; sin  esa falta de seriedad, interés, y respeto que nos mostraron en el plenario legislativo; entonces estos señores que hoy dicen representarnos sobrarán y podrán quedarse en sus casas sin cobrarnos millonarios salarios; y si creen saber tanto, podrán dar su opinión y su voto, regocijadamente en su pantalla casera con un simple  clic. ¡Pero hasta ahí!
Veremos entonces individuos responsables, porque se trata de sus asuntos, discutiendo y opinando como  seres humanos sin taras; y lo mejor, cuánto costo nos ahorraríamos y cuán agradable sería  no tener que escuchar en las noticias las menudencias esquizofrénicas de ciertos parlamentarios. Me conmovió oír los gritos de un célebre y laureado apostador en las peleas de gallos de su cantón refiriéndose al tema de la vida silvestre con gestos  impetuosos; y otro compañero suyo haciendo alarde de su machismo que no venía al caso ni conjugaba con la discusión de fondo.
A pesar de la oposición del Movimiento “Libertario”, la burla y desfachatez de sus diputados, desde romper el quórum dolosamente para no aprobar la ley, sus diatribas, exabruptos y sandeces, hasta su voto en contra; ninguna de sus artimañas logró atajar una avalancha ciudadana a favor de la vida silvestre apoyada en 177 mil voluntades democráticamente expresadas.
De un poder legislativo decadente y raro como el que nos “representa”, creo, con todo respeto, que se podrían cantar muchas coplas, pero el problema es,
 
Que allí la sinvergüenzada,
Cinismo y desfachatez,
Con giros de estupidez
Califican sus labores;
Y se gradúan con honores
¡Porque en todas tienen diez!

  • Álvaro Cordero Yannarella, Ph.D. (Odontólogo)
  • Opinión
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