Nunca tuve la oportunidad de conocerle o hablar con él; sin embargo, siempre seguí su trayectoria y voté por la papeleta de diputados de su partido en las elecciones de los últimos cuatrienios.
Una de las últimas imágenes que tengo de él fue en el funeral de Rodrigo Carazo, gritando fieramente consignas, en las gradas de la catedral, junto a muchos de nosotros, que no queríamos que el legado patriótico del expresidente pasara desapercibido en el momento de su partida.
Para mí, José Merino del Río es la imagen nítida de la coherencia personal y la entrega sin reservas a la causa del pueblo, tal y como él la entendía y vivía.
Duele que se vaya, porque era un hombre íntegro que no torció su rumbo ni oscureció su verbo tratando de aprovechar prebendas o favores personales, o alcanzar posiciones, como es común en nuestra Costa Rica actual.
Si pudiera,  junto a otros hombres y mujeres de nuestro pueblo que lo aman y lloran su partida, hoy yo gritaría consignas ante el paso de su féretro. Para que el ejemplo y la luz de su vida siga iluminándonos en esta larga noche de la patria.