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Discusión sobre transgénicos no supera las divergencias

El diputado José Roberto Rodríguez en la presentación del foro; sentados Leda Madrigal, Wálter Quirós, Bernardo Monge, Marcela Dumani, Felipez Arauz, y Federico Albertazzi (Foto: Katya Alvarado).

El diputado José Roberto Rodríguez en la presentación del foro; sentados Leda Madrigal, Wálter Quirós, Bernardo Monge, Marcela Dumani, Felipez Arauz, y Federico Albertazzi (Foto: Katya Alvarado).
Académicos y miembros de la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad expusieron argumentos contrapuestos en el foro “Mitos y verdades sobre los transgénicos”,  realizado el pasado 17 de abril en la sede de la Asamblea Legislativa.
Un tema de la discusión se centró en si dicha comisión erró con la recomendación dada en diciembre pasado, para que el Gobierno autorizara un cultivo de maíz transgénico de la multinacional Monsanto en Chomes de Puntarenas, permiso que ha tenido un fuerte rechazo en diversos ámbitos, por el riesgo de que se contaminen las siembras de maíz nativo.
El debate se produce luego de que 56 de las 81 municipalidades del país se han declarado territorio libre de siembras transgénicas. La última en hacerlo fue la del cantón de San Carlos, zona norte, el pasado 15 de abril.
 
La intención del foro fue contrastar los puntos de vista y generar consensos, en “busca de que gane la salud de las personas, la seguridad alimentaria y el interés general de la sociedad”, dijo el diputado José Roberto Rodríguez, cuyo despacho auspició la reunión.

Marcela Dumani, coordinadora académica de la Maestría en Gerencia de la Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Universidad de Costa Rica, habló de los riesgos del uso de los organismos genéticamente modificados, no solo en materia de salud, sino también ambiental, cultural y social.
Se conoce poco y resulta imposible predecir los efectos a largo plazo, por la dificultad de identificarlos específicamente y aplicar modelos de estudios epidemiológicos, lo cual ha servido para que algunos sostengan que los alimentos genéticamente modificados no presentan problemas para la salud de los consumidores. A diferencia de otros países, aquí no hay etiquetado de transgénicos, casi como una imposición de los países desarrollados que los producen, porque se dice que estos son iguales que los  convencionales, criticó Dumani.
Por su parte, el ingeniero agrónomo Wálter Quirós, director de la  Oficina Nacional de Semillas, destacó el aporte de la ingeniería genética como un instrumento que ayuda a enfrentar el desafío alimentario ante el cambio climático, principalmente en el campo de las semillas mejoradas.
Esta tecnología ha tenido grandes avances en el mundo y ofrece beneficios reales, pero también riesgos que requieren regulación, y lo importante es el desarrollo de capacidades para poder evaluar y dimensionar correctamente esos riesgos y beneficios, argumentó.
INTERESES
Felipe Arauz, decano de la Facultad de Ciencias Agroalimentarias de la UCR,  llamó la atención porque a personas que han hecho investigación seria y han encontrado problemas con los transgénicos, los han atacado de manera feroz y hasta han perdido sus trabajos; detrás de esos ataques hay intereses muy poderosos, agregó.
Se refirió también a “argumentos simplistas” que se dan, como que oponerse a los cultivos transgénicos es ir contra el progreso, lo cual no es cierto, porque no se oponen a la biotecnología, que tiene múltiples aplicaciones y de las que solo una parte pequeña se refiere a ingeniería genética. Ni siquiera se oponen a todos los transgénicos, sino concretamente al maíz transgénico en la zona centroamerica, aclaró.
“Se dice que con medidas de bioseguridad se puede convivir (con los transgénicos). Y esa es mi diferencia con la comisión  de bioseguridad, porque hay rutas de escape con semillas, que han ocurrido. El problema con los organismos vivos y los transgénicos es que una vez que escapan no se les puede contener porque se multiplican, y si hay daño es irreversible. Y lo que dice la Oficina Nacional de Semillas es que no podemos andar las 24 horas supervisando; entonces, ¿dónde está la bioseguridad?”, cuestionó Arauz.
Mientras tanto, Leda Madrigal, coordinadora de la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad, recordó que desde 1991 se presentó  en Costa Rica la primera solicitud para siembra de transgénicos. Hasta el momento lo que se ha autorizado son permisos para la reproducción de semillas o investigación transgénica, principalmente de arroz, algodón, maíz, piña, soya y banano.
En el caso del maíz, entre 1991 y 2001 se autorizaron diferentes solicitudes en cantidades muy restringidas. Para cada uno de los trámites la comisión lo analiza caso a caso, tanto con información científica y medidas de bioseguridad, aseveró Madrigal.
 

  • Jorge Araya 
  • País
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