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Un impuesto por respirar

Desde la óptica del trabajador informado o del turista promedio que nos visita, Costa Rica, por el abuso en los impuestos, es uno de los países más caros del mundo. Como alguien dijo: “No hay ejército, pero nos cobran impuestos hasta por el aire que respiramos”. Frase que no está nada alejada de la  realidad. El Estado se vale de sus argucias para sacarnos hasta el último céntimo con el fin de  que los políticos puedan dilapidarlo de la manera usual.

Desde la óptica del trabajador informado o del turista promedio que nos visita, Costa Rica, por el abuso en los impuestos, es uno de los países más caros del mundo. Como alguien dijo: “No hay ejército, pero nos cobran impuestos hasta por el aire que respiramos”. Frase que no está nada alejada de la  realidad. El Estado se vale de sus argucias para sacarnos hasta el último céntimo con el fin de  que los políticos puedan dilapidarlo de la manera usual.
 
Un impuesto por respirar estaría incluido en otro más amplio que sí nos cobran, que es el impuesto por vivir, o  como engañosamente le llama el Estado, “Impuesto a los bienes inmuebles”; y al que forzosamente debe pagarlo le llama “contribuyente”.
 
El poder trata siempre de hacerle creer al ciudadano que  cada impuesto, cada cobro, es una compensación por un servicio o beneficio que recibe la población. En una comunidad que aspire a un mínimo de moral y de justicia social, ese debiera ser el único motivo por el cual  se retribuya al Estado. Pero  muchísimos impuestos no tienen ese principio compensatorio, básico en las relaciones de intercambio, sino que son  cobrados arbitrariamente para sacarnos el dinero sin prestación o servicio a cambio, y derivados de las conocidas ocurrencias del legislador, privilegios burocráticos, prebendas… o simplemente su motivo es todo un misterio jamás revelado al “contribuyente”.
Si observa usted cualquier recibo por facturación de servicios o cobros estatales verá que la mayoría de los rubros que aparecen en la lista corresponden, ciertamente, a servicios que bien que mal –más mal que bien− brinda el Estado a la comunidad, tales como recolección de basura, limpieza de caños, reparación de calles, luz, agua, alumbrado público, alcantarillado, etc. Son servicios que si no los pagamos, el caos sería todavía mayor al que estamos viviendo −por ejemplo− con la basura y con algunos otros servicios  que se dan a medias; así que es necesario pagarlos. Pero observe que hay un impuesto que normalmente es el más alto y ocupa el mayor porcentaje que usted paga en la lista que lo incluye, y es precisamente el de bienes inmuebles, el cual no tiene ningún fundamento como servicio brindado o retribución a beneficio alguno recibido. Es un impuesto que se cobra por el simple hecho de vivir dignamente en una casa, sea bonita, fea, grande o pequeña ¡No hay otra explicación! Es un impuesto que debe pagarlo todo propietario de casa o inquilino (porque el arrendante se lo cobra al inquilino, de lo contrario la renta sería menor).
El caso es que muchos nacemos y probablemente morimos en Costa Rica. Siendo nuestro suelo, nuestra patria, como dicen los patrioteros (porque a veces pensamos que tiene otros dueños), pagamos por vivir en ella. Probablemente sea parecido en otros países, pero eso no lo hace ser un impuesto menos abusivo. Tampoco puede decir el Estado que se trata de otro “impuesto solidario” que están tan de moda en boca de los políticos, porque ya existe uno a las casas de lujo. Sigue siendo un impuesto por vivir que se ha rebautizado con un nombre que sugiere que usted está ocupando un lugar (donde nació) para habitar con su familia y debe pagar por él, debe pagarle al Estado para que este pueda seguir el fiestón.
El Estado presume que si uno ya no respira, tampoco pagaría ninguno de los otros impuestos que se dan a cambio de tales servicios, así que este impuesto por vivir  debe ser el más alto de todos; por lo general es del 80 al 90% del recibo total.
En cualquier lista de cobros el Estado siempre mete algo de más, algo por lo que se paga a la fuerza sin recibir servicio o beneficio alguno; y a eso en derecho le dicen fraude, estafa o robo; extorsiones a las que muchos nos someteríamos gustosamente, si el botín confiscado fuera empleado en mejorar también las vidas de los que trabajamos, producimos y pagamos, y no solamente las vidas de los que viven de los saqueos.
Si usted localiza alguna fisiología humana que pareciera estar libre de impuestos o la califica como tal, revise bien y verá que no lo es, como en este caso de respirar, cuyo impuesto está incluido en el de los bienes inmuebles que, en forma amplia, tasa el proceso humano donde satisfacer esa y las otras necesidades básicas para sobrevivir.
Impuestos sin fundamento
Son una confiscación
Que con maña y extorsión
Nos arrebata el Estado,
Quien siempre los ha inventado
Para seguir el fiestón.

  • Álvaro Cordero Yannarella, Ph.D. (Exprofesor)
  • Opinión
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