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Sócrates y Santipa

Estimada lectora, estimado lector, ¿puedes imaginar a Santipa, la primera esposa de Sócrates, vaciando su tarro de cámara en la cabeza del famoso filósofo? Si te  interesa una escena al efecto, el  pintor Otto van Veen (¿belga, seudónimo Otho Vaenius?) hizo una  pintura en 1607, describiendo ese acontecimiento,lo cual aparece en Internet, Wikimedia Commons File jpg: “Sócrates and Xantippe”.

Estimada lectora, estimado lector, ¿puedes imaginar a Santipa, la primera esposa de Sócrates, vaciando su tarro de cámara en la cabeza del famoso filósofo? Si te  interesa una escena al efecto, el  pintor Otto van Veen (¿belga, seudónimo Otho Vaenius?) hizo una  pintura en 1607, describiendo ese acontecimiento,lo cual aparece en Internet, Wikimedia Commons File jpg: “Sócrates and Xantippe”.
En la obra, Socrates aparece sentado en una banca frente a su casa sosteniendo una carga de libros, mientras Santipa comete su travesura desde una puerta atrás y al lado. Me pregunto qué ponía Otto van Veen en la mente de cada uno.
Él aparece distraído, inmutable, como dando más importancia a sus libros que a su mujer. En el rostro de ella hay un desafío: “¡Ahora veremos qué hace este viejo desconsiderado y presumido!”. Pero el drama humano tiene una compleja y confusa abstracción en el espacio y tiempo:
* ¿Dónde está Mirta, la segunda esposa, amante o concubina de Sócrates, hija de Aristides,   según narró Plutarco?
* ¿Estaría el anciano Sócrates atenido, presumiblemente, a los hijos que procreó con ella,  los pescadores Menexus y Sophoniscus?
* ¿El resentimiento de Santipa represesentado por van Veen se debe más a la ausencia de Lampocles, su propio hijo  procreado con Sócrates, que a su dependencia de los de Mirta,  que aparecen en el cuadro?
Dice Luciano de Crescenzo que “Jantipa,  mujer de carácter fuerte, ha pasado a  historia como el estereotipo de pelma y posesiva. Era una ama de casa, dotada de sentido práctico,  cargada de problemas concretos, con uno (o tres) hijos que criar y con un marido que,  aparte de una pequeña renta que le dejara su madre, no llevaba a casa ni un céntimo. Él, un buen hombre, rico en ironía, que la quería y soportaba con resignación. Lo que  más enfurecía era el hecho que su marido no le dirigía casi nunca la palabra: era tan dicharachero con los amigos por las calles de Atenas como taciturno en su casa”.

  • Roger Churnside (Catedrático)
  • Opinión
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