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El presidente de Uruguay, José Mujica, cuando intervenía el pasado 24 de setiembre en la asamblea general de Naciones Unidas, en Nueva York, Estados Unidos.
Así habló el presidente uruguayo, José Mujica, en un discurso ante la Asamblea General de las Organización de las Naciones Unidas (ONU), que se celebra todos los años en setiembre, en su sede de Nueva York: “Nuestra civilización montó un desafío mentiroso”.
En una sucesión de discursos, se va dibujando una visión de mundo que, este año, ha atraído la atención ante la gravedad de la crisis siria y en los cambios en el escenario internacional que se reflejan en los planteamientos de reyes, presidentes, primeros ministros o ministros ante la asamblea.
Particular atención atrajo el poco usual discurso del presidente Mujica. “Soy del Sur, vengo del Sur”, afirmó, en un tono más político que geográfico, para agregar luego, en clave borgiana: “Esquina del Atlántico y el Plata”.
Después nos ubicó en el tiempo: “No miro hacia atrás, porque el hoy real nació en las cenizas fértiles del ayer”.
Dicho por una persona que tiene su dramática trayectoria política, de rehén de la dictadura militar que gobernó Uruguay en los años 70, la frase no podía pasar desapercibida. El diario peruano El Comercio puso a disposición de sus lectores el texto completo del discurso y comentarios al respecto.
“Qué buenas palabras; despertemos, este sistema solo nos obliga desde la infancia a no apoyarnos mutuamente, a no salir adelante todos juntos. Sí se puede un mundo más humano, y el poder que tienen las poblaciones es muy grande, más que la de banqueros y empresarios que no ayudan al progreso”, dice uno.
Otro agrega una crítica ácida: “¿Pensaba así Mujica cuando era tupamaro y disparaba por la espalda a sus compatriotas solo por ser policías o militares? No le creo nada. De viejo se amaricona y cuando ve la muerte muy cerca se arrepiente e invoca a Dios y sus milagros. Eso es un comunista arrepentido, se los digo a los jóvenes”.
Mujica sigue, pasa a la agenda: “Cargo con las culturas originarias aplastadas; con los restos del colonialismo en Malvinas; con los bloqueos inútiles y tristes a Cuba; con la vigilancia electrónica, hija de las desconfianzas que nos envenenan, a países como Brasil”.
En su criterio, “ni los Estados nacionales grandes ni las trasnacionales, y menos el sistema financiero, deberían gobernar el mundo humano”, previendo que, por un tiempo más, “asistiremos al refugio de acuerdos más o menos regionales con un mentiroso libre comercio, pero que construirán parapetos proteccionistas”.
BRASIL, BOLIVIA Y ARGENTINA
Distintos fueron los tonos de Brasil, Bolivia y Argentina. “Quiero traer a consideración de las delegaciones un tema de gran importancia y gravedad”, dijo la presidente brasileña, Dilma Rousseff.
“Revelaciones recientes sobre las actividades de una red global de espionaje electrónico causaron indignación y repudio de la opinión pública a nivel mundial”, dijo en alusión a las actividades de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos.
El presidente norteamericano, Barack Obama, habló después de Rousseff. Apenas aludió a las acusaciones: “Y así como revisamos cómo desplegar nuestra extraordinaria capacidad militar de un modo compatible con nuestros ideales, hemos empezado a revisar la forma como obtenemos información de inteligencia, de modo que logremos un adecuado balance entre la legítima preocupación de nuestros ciudadanos y aliados, y la preocupación por la privacidad, que todos los pueblos comparten”.
Fue el presidente boliviano, Evo Morales, el que expresó el mayor disgusto con el papel de Estados Unidos en el escenario internacional y con el discurso de Obama, que estimó “cínico”.
Quizás de los pocos que no leyó su discurso, Morales afirmó −en conferencia de prensa antes de hablar ante la Asamblea General, pero después del discurso de Obama− que el presidente de una potencia como Estados Unidos «no puede mentir a las Naciones Unidas” hablando de justicia, cuando «es el primer gobierno de la injusticia”. Ni tampoco hablar de paz, ya que «es el primer gobierno que interviene en otros países”.
Quizás aún más importante fue la reafirmación de su política de nacionalización de los recursos naturales, especialmente de los hidrocarburos, que pasaron de aportar $ 300 millones al presupuesto nacional a casi $ 5000 millones, cinco años después de nacionalizados.
Mientras tanto, el discurso de la presidenta argentina, Cristina Fernández, trajo a colación la disputa con los “fondos buitres”, que han llevado a los tribunales norteamericanos una demanda que les permitiría hacerse con millones de dólares, producto de la compra de bonos argentinos devaluados, los que quieren cobrar por su valor facial, algo que solo es posible por la renuncia a los derechos soberanos que las políticas neoliberales –en este caso, de la mano del expresidente Mennem– impusieron en América Latina desde los años 90, y que fueron luego recogidas en los tratados de libre comercio.
ORGANIZACIONES INTERNACIONALES
Las necesarias reformas a las Naciones Unidas y el Fondo Monetario Internacional fueron planteadas también en la asamblea. La presidente brasileña recalcó que la “limitada representación del Consejo de Seguridad de la ONU es un tema de grave preocupación, considerando los desafíos planteados por el siglo XXI”. Y planteó la necesidad de ampliar el número de los miembros permanentes y no permanentes del consejo, con la inclusión de países en desarrollo. Brasil e India, entre otros, han planteado su aspiración de incorporarse como miembros permanente del Consejo.
Rousseff rechazó también las intervenciones unilaterales “contrarias a la ley internacional, sin la autorización del Consejo de Seguridad, que solo pueden empeorar la instabilidad política de una región y aumentar el sufrimiento humano”.
Mientras países latinoamericanos pedían reformas al sistema internacional, el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, advertía, al inaugurar la asamblea, que “la victoria militar es una ilusión”, hablando de los conflictos internacionales.
Los discursos en la asamblea dejaron en evidencia el aislamiento de los que proponen esa salida militar. El nuevo presidente de Irán, Hasán Rohani, ofreció negociaciones para aclarar los objetivos del programa nuclear de su país, desactivando así las intenciones más agresivas contra el régimen iraní.
Quizás este es uno de los temas al que mayores referencias se hizo en la cita, en la que el tratamiento de la guerra civil siria y del programa nuclear de Irán se movieron hacia el terreno de una solución política, mientras la política norteamericana se movía hacia la intervención militar.
Ban Ki Moon pidió a todos los Estados dejar de alimentar el baño de sangre en Siria, parando el flujo de armas que alimenta a las dos partes en conflicto.
Si bien el presidente Obama estimó que el mundo de hoy “es más estable de lo que era hace cinco años”, la realidad no parece mostrar ese progreso. Como lo reconoció el propio Obama, los conflictos sectarios han recrudecido en el Medio Oriente y el norte de África, mientras reconocía su apoyo a lo que llamó la “oposición moderada” en Siria, un tipo de intervención contra la cual la comunidad internacional advirtió, y reiteró su visión de que “sin una amenaza militar creíble, el Consejo de Seguridad demostró una inclinación a no actuar del todo”.
“Estados Unidos ─agregó─ están preparados para usar todos los elementos de su poder, incluyendo la fuerza militar, para asegurar sus intereses fundamentales en la región”.
Luego enumeró esos intereses: confrontar la agresión externa contra sus aliados; asegurar el libre tránsito de energía desde la región hacia el resto del mundo; desmantelar las redes terroristas; y no tolerar el desarrollo o uso de armas de destrucción masiva.
Fue un discurso muy distinto al que pronunció poco después de asumir el poder, en el 2009, en la universidad de El Cairo, en el que habló de una nueva relación entre Estados Unidos y el mundo musulmán, carente de toda amenaza.
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