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14 LA REPUBLICA. Domingo 21 de agosto de 1988 El azúcar. qué tan dulce es?
Por Wilmer Murillo En el año 1829 un barco de vela de unas 300 toneladas zarpó desde un puertezuelo de las Antillas, enfiló proa hacia el sur sudeste y emprendió su travesía por alta mar. En su bodega había 16 cañones cortos de hierro, pólvora, balas de cañón de unos 11 kilos, un cargamento de ron, collares de corales y un depósito de provisiones.
Africa un barco grande repleto de esclavos.
Así comenzó el despiadado tráfico de vidas humanas a través de los mares, y continuo por más de 300 años.
No era sin razón que Inglaterra presumía de tener la más grande flota que navegaba en los siete mares. cuando llegó el momento preciso para que ella se metiera en el negocio azucarero y el contrabando de esclavos, su poderosa flota llegó a las Antillas y echó de allí a los españoles.
Inglaterra se convertiría pronto en el centro de la industria azucarera del mundo. En el siglo 18 se hizo pública, la observación de que a Europa no llega ningún barril de azúcar sin alguna mancha de sangre.
De la pluma de un gobernador africano de la Costa de Oro, llegaron estas palabras. Africa no sólo puede continuar abasteciendo a Las Antillas con las cantidades de esclavos que lo ha hecho hasta ahora, sino que si fuera necesario, podría poner a su disposición miles, mejor dicho, millones de esclavos más. Sin embargo, esto no sería así. Ya había en juego fuerzas que se oponían enconadamente al tráfico inhumano de negros, y las voces de protesta se oían por todo el mundo. Con el tiempo, un país tras otro promulgó leyes que prohibieron el tráfico de esclavos. No obstante, los Estados Unidos, que hasta entonces habían comprado el azúcar a Cuba, emprendieron el negocio del azúcar y de esclavos; y el estado sureño de Luisiana, con sus plantaciones de caña recién cultivadas, se convirtió en el punto focal. Por más de tres siglos el Rey Azúcar había reinado de manera suprema en el mundo y había exigido un tributo que causa perplejidad. Ninguna mercancía sobre la faz de la tierra que se haya arrancado del suelo o de los mares, o de las entrañas de la tierra ha costado más aflicción y sangre humana que el azúcar.
Hoy, qué dulce es. Ayer, era tan amargo como la hiel. en lata llega a ser apropiada.
Desde el principio, hubo individuos que procuraron adelantar sólo sus propios intereses y, al ver la oportunidad de obtener y ganancias a expensas de la demanda del azúcar, se aprovecharon de la situación.
Ciertos misioneros religiosos en Africa colgaron los hábitos y abandonaron los rebaños para meter codiciosamente las manos en el dulce negocio azucarero por medio de vender a sus propios conversos negros a los cazadores de esclavos. Hasta el Papa Nicolás V, al darse cuenta de los ingresos que podían recaudarse del negocio azucarero, bendijo la esclavitud.
No se sabe a ciencia cierta cuántos africanos sobrevivieron la travesía de un continente al otro para usarlos de esclavos.
Cierto demografo ha calculado la cifra en 15 millones de personas.
Aunque la caña de azúcar era una mercadería comparativamente nueva en el mundo occidental, hasta cerca del siglo 16, se conocía desde tan temprano como el reinado de Alejandro Magno. Uno de sus soldados la descubrió en la India en el año 325 a. de la El azúcar estaba haciéndose muy popular. La caña de azúcar se estaba desarraigando en el Lejano Oriente y trasplantándose en Europa. Los árabes la llevaron consigo a Egipto y a Persia, y la introdujeron a España cuando conquistaron ese país en el siglo ocho. Fue de España que Cristobal Colón trajo algunos esquejes al hemisferio occidental en su segundo viaje y los plantó en República Dominicana.
En 1510 el rey Fernando de España, dio su consentimiento para transportar desde el ESPUES de pasar 66 días zarandeados por vientos tempestuosos y olas encrespadas, el navío y su tripulación llegaron a su destino: un puerto portugués de Mozambique en la costa oriental de Africa.
Después de sólo días descargando y tomando a bordo otro cargamento diferente, la corbeta se hizo de nuevo a la mar rumbo a Cuba y dejó atrás a otros catorce navíos más grandes, los cuales estaban anclados en espera de llenar sus bodegas con un cargamento de la misma clase. Surcando el mar a flor de agua, con la cubierta casi inundada por las olas turbulentas, el navio traía a su regreso un cargamento que se convirtió en una causa de temor constante para la tripulación del barco: Ochocientos hombres, mujeres y niños de la raza negra.
Todos sin excepción estaban desnudos, tenían la cabeza rapada y habían sido marcados con un hierro candente. Eran un cargamento valioso para los cultivadores de caña de azúcar de Las Antillas, de quienes llegarían a ser sus esclavos y cuyas cosechas transformarían en azúcar con el sudor de su frente, y valiosos para los dueños del barco y el capitán, cuyas ganancias procedentes de la venta de esclavos podían ascender en mucho a los cien mil dólares.
Encadenados de dos en dos, con grilletes asegurados a los pies, los esclavos que estaban apiñados a estribor miraban hacia la proa, sentados en la falda de unos y de otros, como cucharas superpuestas, y los que estaban a babor miraban hacia la popa.
El lector debe tratar de imaginarse un salón donde hay 800 personas sentadas, luego apiñar literalmente la misma cantidad de personas en un espacio pequeñísimo de sólo unos cuantos metros de ancho y de aproximadamente la misma longitud de un vagón de ferrocarril, y la frase como sardina Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas der misterio de cultura y juventud, Costa Rica

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