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26A LA REPUBLICA. Domingo 10 de Setiembre de 1995 Réplicas Entre el médico y el paciente debe existir amplia comprensión creado un tren burocrático desproporcionado, que no guarda relación directa con el crecimiento demográfico de nuestro país. Asumió funciones que otrora estuvieron en otras manos y soporta algunas presiones injustificadas de su sindicato en la mayoría de los casos, que ponen en peligro su estabilidad económica.
Ha llegado el momento de hacer un alto en el camino. Hay urgente necesidad de realizar una revisión exhaustiva, que permita mejorar MILTON GUTIÉRREZ ZAMORA diario oye usted hablar de mal praxis mejor aún mala práctica; de que ya se perdió la comprensión, la amabilidad y el desinterés en muchos médicos; que las excesivas demandas de los sindicatos, sobre todo los que operan dentro del Seguro Social, llevarán pronto a esta necesaria, meritoria y benéfica institución a la quiebra segura, a la bancarrota; que muchos galenos fuerzan al asegurado a operarse en clínicas particulares, antes de hacerlo en los hospitales de La Caja; que el Gobierno es el peor enemigo de la institución, ya que no satisface puntualmente la entrega del dinero que le corresponde como patrono, etc.
Esta trilogía de la seguridad social, que bien ajustada podría deparar muchos beneficios, debe ser cuidadosamente analizada y actualizada, máxime ahora que se celebran los 50 años de la creación de las Garantías Sociales, de las que soy un fervoroso convencido.
El problema primario, capital, es que el Seguro Social se está convirtiendo en un monstruo inmanejable, que ya no se proyecta eficazmente como en los primeros años de su creación.
Hoy día muchos costarricenses no le tienen fe a los servicios que brinda y hasta lo cuestionan, lo censuran acremente, a veces con calificativos subidos de tono, sin conocer muchas veces cómo funciona, que problemas de organización confronta y por cuáles situaciones financieras atraviesa.
La crítica básica, fundamental, está en la consulta externa, que es engorrosa, lenta y muchas veces exasperante. Día a día usted ve enormes filas de asegurados, quienes desde tempranas horas hacen enormes filas, en busca de una cita con el médico general, al que muchas veces no pueden ver, toda vez que el cupo máximo se cierra muy temprano.
Lo que sí se alaba, se aplaude y hasta se defiende es la hospitalización, la que produce dividendos satisfactorios, sobre todo cuando hay intervenciones quirúrgicas valiosas, practicadas por eficientes y experimentados cirujanos, que todavía no olvidan el juramento hipocrático que hicieron.
Es innegable que la Caja ha crecido en progresión geométrica, desproporcionada. Ha absorbido funciones que quizás no le correspondan en esta época aciaga y conflictiva; se ha me en esos comentarios.
La conclusión. Hay una situación conflictiva, por lo que deben mejorarse rápidamente las relaciones humanas. Es preciso que haya más unidad, más comprensión y mayor tolerancia entre unos y otros: pacientes y médicos.
Los dos constituyen el binomio básico de la salud.
Los primeros siempre llegan tensos, presurosos, angustiados, cariacontecidos, con la chispa adelantada. Los otros tienen la consulta recargada y, como humanos, también sufren sus tensiones.
Entre unos y otros hay diferencias fundamentales de cultura, de estudio, de situación económica, de preparación académica y técnica. En consecuencia, los médicos están mejor dotados y más capacitados para valorar situaciones y para comprender y hasta disimular cualquier intemperancia, que con mucha frecuencia se da.
Entre ellos hay similitudes. Los dos son asalariados; los dos soportan las cargas que produce ese monstruo que se ha creado. Ambos deben comprenderse, aunarse, hermanarse y compartir penas y alegrías. Los dos deben formar un frente común, granítico, máxime cuando haya que pelear el reconocimiento de un derecho laboral, educativo, económico, social, etc.
Con un poco de comprensión y tolerancia se puede avanzar mucho, ir muy lejos. Hay que destruir y eliminar al genio roedor y estimular, impulsar y vigorizar al genio albañil.
Cuando se celebra con fastuosidad, pero con justicia, el quincuagésimo aniversario de la promulgación de las Garantias Sociales, haga un esfuerzo el señor Presidente de la República por pagar las deudas que debe el Gobierno al Seguro Social en dinero efectivo, aunque sea lo de todo el año de 1993 y que lo de los otros años se mantenga con el pago en bonos depreciados. Con qué satisfacción vería el Dr. Rafael Angel Calderón Guardia, reformador social de Costa Rica, corazón hecho hombre y pensamiento en acción. que su hijo, a la sazón Presidente de la República, consolida con hechos reales, la portentosa obra social, que evidentemente ha tenido y tiene incalculables proyecciones para la Patria!
su funcionamiento y que proporcione mayor eficiencia, todo en beneficio directo del asegurado.
Por esos vaivenes de la vida, tuve la necesidad de visitar a un alergólogo.
Mientras hacía la espera de rigor, escuché diversos comentarios entre diferentes pacientes. Por sus modales y por su vocabulario y más que todo por su indumentaria, definitiva mente pertenecían a la clase trabajadora.
Entre lo que escuché, varios de ellos se quejaban de que las citas demoraban muchos meses; que las medicinas recibidas no llenaban el objetivo perseguido por el enfermo: su rápida curación. decir verdad, no quise involucrarLa vida buena Todos tenemos derecho a la vida buena nos dice con tono quejumbroso el candidato oficialista, Don Miguel Angel Rodríguez. El significado de la frase puede ser percibida desde diferentes ópticas, pero lo que si tengo claro es que no es lo mismo la vida buena, que la buena vida.
valores espirituales, la ausencia del pecado, la contemplación al estilo de los cartujos en España, de los tibetanos o de los maestros de Kung Fu, de los Santos y los martires que renuncian a los bienes materiales para esperar la recompensa en la vida eterna.
Pareciera entonces que ante el incremento de la ola delictiva, de los indices de pobreza y ante el alto costo de la vida, lo mejor es prometer una vida buena, de manera que además de los incontables bonos, habrá que sumarle a la canasta básica de los indigentes, una buena dotación de catecismos, oraciones y todo aquel.
lo que se nos pagará, como diría el poeta Jorge Debravo, con bonos cobrables en la eternidad.
Contrariamente, la buena vida caracterizada por el goce de privilegios, por las comidas opíparas, por los viajes, autos de lujo, centros vacacionales, escuelas privadas, seguirá como patrimonio de unos pocos, en esta escalada de injusticia extendida a lo largo y ancho de la geografia nacional.
El mensaje es claro, la vida buena se la ofrecemos a las miles de personas de buena fe que buscan mitigar el flagelo de la indigencia y el desamparo, la buena vida en tanto seguirá en manos de los amigotes, de quienes mandan en el baile porque pusieron la plata, de quienes bailan al son de los organismos financieros internacionales, de quienes saben mover mejor las fichas en este ajedrez descarnado regido por la ley de la oferta y la demanda.
Los costarricenses necesitan una vida justa, una vida de oportunidades, sin dadivas, porque este no es un país de limosneros.
El pueblo digno sabrá abominar en las urnas a quienes pregonan la universalización de la vida buena, en tanto se reservan para si y sus amigos la buena vida, que los distancia de un pueblo al que no conocen, porque su estomago nunca ha sido hermano de quienes viven la angustia y la incertidumbre de no saber que le deparará el nuevo día a la olla, para mitigar el hambre que les atormenta.
José Luis Valverde Morales Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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