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Rob id monitob Seslo 21. 511UAJ KASS Jueves de Diciembre de 1993 LA REPUBLICA 23A etc Direcs Opinión Los soldados nazis nunca fueron víctimas CHISPORROTEOS ADOLFO CHACON ALBERTO CASAS Ultimamente a los políticos afines al gobierno y a los personeros de éste les ha dado por basar sus mensajes en la cita de esta dísticas que tienden a demostrar que vivimos en el mejor de los mundos posibles, ése que La Machaca llama Calderolandia.
Hay lugares en donde el pasado nunca muere, a pesar de los intentos desesperados de algunos politicos por enterrarlo. En el Noticiero Europeo. nos enteramos hace unos días que el Canciller de Alemania, Hel.
muth Kohl, había inaugurado, en uno de esos sitios inmortales, un monumento a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial. Lo nove doso de la noticia fue informarnos que, entre los mártires, aquel Jefe de Gobierno incluyó a los soldados nazis.
Esta tergiversación de la historia en busca de una unidad mal entendida nos pareció una manipulación dialéctica tenebrosa. Es cierto que en la relación entre amos y esclavos, entre victimarios y víctimas, se establecen algunas veces vínculos de violencia patológica, como los que se dan entre el policía y el delincuente que, en algunos casos, llegan incluso a establecer una comunidad de agresión entre ellos. Es cierto también que muchas veces los extremos se juntan, como acontece en estos momentos en que muchos de los neonazis o neofascistas de varios países europeos son antiguos comunistas. Pero estas síntesis medio diabólicas se producen con frecuencia debido a enfermedades psicológicas o psicosociales profundas que, semejantes al sadomasoquismo, afectan a naciones enteras.
Con toda razón hubo en varias ciudades alemanas protestas airadas por lo que consideraron un sacrilegio o, en el mejor de los casos, un acto demagógico del señor Kohl.
Sólo gente con una memoria muy flaca, con poca formación histórica o con mucho cinismo podría poner en el mismo lugar de las víctimas de la Segunda Guerra Mundial a los millones de judíos que murieron en las cámaras de gas y a los soldados alemanes que, como se ha probado hasta la saciedad, obedecieron con plena conciencia y lujosa precisión las órdenes emanadas de los centros de mando de la tiranía hitleriana.
Como lo dijimos hace algunos meses en estas mismas páginas, a propósito de los hechos trágicos del Ghetto de Varsovia, debe mos mantener vivo el recuerdo de todos los hechos perversos que han ocurrido a lo largo de este siglo tragicomico, porque sólo asi nuestra conciencia podrá actuar de manera constructiva y seguir en la búsqueda de soluciones para transformar las condiciones culturales que hacen posible este tipo de miserias humanas. Por eso es que continúan en pie las preguntas planteadas por Sthep hen Bodiansky en US News and World Report. Hay que buscar la paz o la justicia. Debemos castigar al demonio o enterrarlo?
Al mirar de nuevo las terribles imágenes de las masacres perpetradas por el zarismo contra los judíos rusos en 1905, por el na zismo durante los años de la Segunda Guerra Mundial, por el stalinismo en los bosques de Katyn, por el gobierno militar de El Salvador en la guerra civil que todavía no termina, o por diversas tiranías que han actuado en otras naciones del mundo con iguales o parecidos motivos, lo único que queda a veces es lanzar un grito desesperado contra todo intento de olvido como el que denunciamos aquí. Pero resulta que donde se grita no puede haber auténtica ciencia y por eso conviene más bien afilar el escalpelo de la crítica y aplicarlo a la anatomia de los hechos, a fin de encontrar explicaciones y soluciones.
En el Tercer Reich, como en todas las tiranías, no se trata únicamente de un solo hombre que aprieta el gatillo o expide un mandato de exterminio. Junto al líder o los líderes hay muchos otros que dan las órdenes o las transmiten, que saben de ellas con clara precisión; hay también gente común que espía para el gobierno y los trabajadores que van con ellos; hay algunos que sólo desean comer y otros que quieren una casa de campo; los que tratan de salvar con sus actos a algún familiar y los que de sean un favor a cambio, aquellos que constituyen el mayor grupo de todos, que no hacen aparentemente nada y pretenden no ver nada; hay, en fin, toda una cadena interminable de personas cuyos límites únicamente parecen acabar en los linderos del propio Estado nacional. Esto es lo que queda en evidencia en el juicio que se le siguió al gran teórico del derecho alemán Karl Schmitt, en Nurenberg y del cual salió inocente; eso es lo que nos hacia presente hace poco una vieja película de Hollywood que, en torno a otro de esos juicios, transmitió el Canal 15.
Acordémonos de nuevo: la amnistía y la amnesia vienen de la misma raiz griega, pues ambas palabras significan en un sentido literal, precisamente olvido. Por eso el primer paso hacia la re conciliación hacia el perdón nunca es pasar por alto los hechos que nos incomodan. La justicia constituye algo más que venganza. Es cierto que para crímenes contra la humanidad, como los enjuiciados en Nurenberg, la única respuesta inmediata es el cas tigo. Pero se sirve también a la justicia con el simple hecho de de cir la verdad.
Con números estadísticos se puede afir mar y demostrar lo que uno quiera. Mark Twain sostenía que, estadísticamente, el sitio más peligroso del mundo es la cama, porque es en ella donde más gente muere; y también, que la edad más saludable del hombre son los 100 años, porque es a la edad que muere menos gente. Por eso, al conocimiento estadístico es siempre bueno oponerle el conocimiento empírico, el que emana de la observación y la experiencia.
Las cifras que llaman macroeconómicas son siempre engañosas, porque siempre escamotean algún elemento humano esencial.
Por ejemplo: cuando le dicen a uno que el ingreso per cápita ha subido, ese dato bien puede estar basado en un incremento del ingreso de los individuos que más ingresos tienen, y nunca nos dicen cuantos habitantes están por encima del ingreso per capita y cuantos debajo de él, que es el dato huma: no que necesitaríamos para saber hacia donde vamos.
Cuando nos asustan estableciendo como indebido el porcentaje del producto nacional bruto que ingresa al Estado y es gastado por éste, no nos dicen si seria preferible que lo que el Estado gasta en educación y salud se gastara en avionetas particulares para los gerentes de las empresas grandes.
Más allá del Centenario ARNOLDO MORA Lo que interesa saber es cuál porcentaje del Producto Nacional Bruto estiman los socialdemócratas y cuál los neoliberales como deseable que lo absorba el Estado para invertirlo en educación y salud por ejemplo, a fin de que los habitantes todos y no sólo los magnates se beneficien de él.
Aunque quizás para la gran mayoría las celebraciones del así llamado Centenario de. qué. Descubrimiento. Encuentro de dos culturas. Encubrimiento. Conquista? y un largo etcétera, a gusto de las ideas de quien lo escribía, ya sólo sean un recuerdo del año pasado sin más referencia que las publicaciones, celebraciones oficiales y controversias suscitadas, lo cierto es que algunos siguen pensando que la efemé rides histórica debe aún suscitar en nuestras conciencias refle xiones críticas, pero referidas sobre todo a la historia posterior de los pueblos de Nuestra América. Tal es el caso del ensayo Fenomenología del mestizo, de reciente aparición bajo el sello editorial del DEI (Departamento Ecuménico de Investigaciones. Su autor es Helio Gallardo, actual profesor de Filosofia Política en la Escuela de Filosofia de la Universidad de Costa Rica. El Profesor Gallardo no es un desconocido para el lector costarricense. Son ya varias las publicaciones suyas, sobre todo con el sello editorial del DEI, que se vienen usando como libros de lectura obligatoria en diferentes cursos universitarios referentes al análisis político, especialmente de la situación reciente de la política mundial y, en particular, de nuestros pueblos de América Latina.
La obra que hoy comentamos no es la excepción. Versa, como decíamos hace un instante, sobre el significado del Centenario. celebrado a lo largo y ancho del año pasado y prácticamente en el mundo entero. Sin embargo, una efemérides de esta naturaleza, cuya relevancia en la historia de la humanidad nadie pone en duda, puede ser asumida hoy de diferentes maneras. Se puede ver en ella tan solo una reminiscencia del pasado y tratar con ello de reconstruir la memoria histórica, es decir, recordar nombres, fechas, acontecimientos de 1492, los antecedentes, peripe cias y consecuencias inmediatas de los descubrimientos y viajes del Almirante Don Cristóbal Colón, sus relaciones con los Reyes Católicos y otras figuras de la España de entonces.
Nadie duda de la utilidad de una tal reconstrucción de los hechos que configuran la crónica histórica. Pero un enfoque de esta naturaleza tiene la limitante de que circunscribe el análisis a los hechos del pasado, sin referencia al presente y sin sacar ninguna conclusión que sea válida para interpretar la historia posterior de nuestros pueblos. Es por esto, que enfoques que tratan de ver las cosas desde otros puntos de vista, nos son igualmente útiles.
Un hecho de relevancia del pasado tiene sin duda repercusiones que van más allá de la circunstancia inmediata en que se suscitaron. El destino histórico de los pueblos en que dichos hechos tuvieron verificativo quedó definitivamente marcado. En otras palabras, se trata de ver con perspectiva histórica y con conciencia crítica, es decir, desde la situación presente, lo acontecido en el pasado. Ningún pasado lo es totalmente; mucho del pasado sigue hoy día vigente, para bien o para mal.
Pero si este mismo análisis lo vemos, no con afán de historia dor sino con una actitud crítica de índole política, los hechos del pasado nos sirven para comprender y denunciar situaciones del presente que consideramos inaceptables y éticamente censurables. Tal es el caso de la obra que comentamos. Gallardo quiere penetrar en la conciencia política de quienes han sido los sucesores de los Conquistadores y que son los principales responsables de la historia reciente de nuestros pueblos. Historia signada, con demasiada frecuencia por el odio racial, la guerra fratricida, el genocidio, la tiranía y el terrorismo de estado. Ya la portada del libro, mostrando un feroz soldado latinoamericano, es de por sí suficientemente sugerente de lo que constituye el objetivo del libro. El odio y exterminio en contra de las culturas y poblaciones originarias de nuestra América no ha sido, por desgracia, patrimonio exclusivo de los primeros Conquistadores españoles y de las posteriores autoridades coloniales. El mestizo. el ladino. como dice Helio en su libro, citando y parafraseando al conocido intelectual guatemalteco Cardoza y Aragón) ha sido más feroz aún contra el indígena que el conquistador, apoyado en el prestigio intelectual de algunos pensadores latinoamericanos muy conocidos, como el argentino Sarmiento, cuyo racismo es realmente nauseabundo.
Un dato estadístico que sería interesante conocer, es a cuantos salarios mínimos equivalía en 1977 el mayor ingreso individual conocido por la Tributación Directa, y a cuántos equivale hoy. Es un dato necesario para estimar el tamaño, profundidad y dramatismo de la brecha. Porque a veces. empíricamente se siente uno obligado a creer que Costa Rica está haciendo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. no es un chiste de mal gusto, pero Mark Twain pudo haber dicho también que las estadísticas demuestran fehacientemente que donde se producen hambrunas, disminuye notablemente el número de pobres.
Recuerdo un dato que citaba Jenaro Valverde, Presidente Ejecutivo de la Caja de Seguro Social, que no provenia de las estadísticas pero era muy apreciable: El Hospital Monseñor Sanabria de Puntarenas no te.
nía ocupación plena, y eso indicaba que las políticas de salud del Estado costarricense eran exitosas, dado que no llegaba al Hospital la cantidad de enfermos que a la hora de proyectar el edificio era previsible. No sé como anda ahora el asunto, ni si el Monseñor Sanabria se habrá visto obligado a abrir ciertos pisos que durante mucho tiempo estuvieron cerrados. Me sentiría feliz si cerrados siguieran.
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