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18LA REPUBLICA. Jueves 26 de marzo de 1987 Nueva Orleáns: Una ciudad de incontenible alegría CO AN Can, noches bohemias, tran nalidad.
vías, buena cocina, arquitectu Con más de 200 años de fundada, la rafamosa. No hay punto de con ciudad parece haberse detenido en el fusión. Nueva Orleáns es senci tiempo. Conserva muchos de sus origillamente incomparable.
nales rasgos arquitectónicos. El barrio Una personalidad única y muchas per francés, definitivamente el favorito, consonalidades distintas a la vez, donde el trasta maravillosamente con los grandes mundo entero se da cita, hacen de Nueva edificios vecinos, que se bañan con la briOrleáns el destino perfecto.
sa del Misisipi y con las inmensas moles, Ya sea caminando por la inconfundicomo el Superdome. la gigantesca esble calle Bourbon (la de los bohemios, el tructura, el estadio techado más grande del mundo.
jazz y los can canes) o dando un paseo en barco, por las márgenes del Río MiLa personalidad propia de Nueva Orleáns no es obra de la casualidad, sino sisipí, Nueva Orleáns es única.
más bien de la mezcla de origenes y perLos guías más experimentados dicen sonalidades, donde el francés, el nativo, que a Nueva Orleáns sólo hay una forma el español y el griego se unieron para dar de conocerla y es disfrutando su comida, como resultado un tipo de habitante difesu jazz y su arquitectura, medio francesa rente, dentro de todo el conglomerado medio española, pero con auténtica perso americano.
El habitante de Nueva Orleáns es una combinación de alegría explosiva y tristeza, que se palpa perfectamente en su famoso jazz. De las notas saxofonianas y de las trompetas parecieran brotar los tristes lamentos y los melancólicos cantos de los negros, pero al fin y al cabo, ellos mismos son el alma de Nueva Orleáns, la consentida del gran público amante de la música.
Y, para disfrutar verdaderamente el jazz, nada como una visita nocturna a Bourbon Street. con sus puertas abiertas y su cosmopolitismo sin par. En Bourbon, un mimo, una bailarina de can can o el típico vendedor de hot dog son lo común, porque todo lo demás es impredecible. Ahí cada cual escoge su estilo y lo impone, como en un escaparate multifacético, cargado de gentes, detalles, colores y formas.
Muy cerca de Bourbon, el famoso Café du monde es la visita también obligada para cualquier turista que quiera cer Nueva Orleáns. Es inconfundible, con su café con chicoria y sus donas. Es como visitar París y no traspasar sus típicos cafetines al aire libre.
Luego, hasta un paseo en coche, tirado por caballos, puede resultar contagioso, porque en Nueva Orleans lo simple y lo espontáneo son parte del ambiente.
Pero, la ciudad es más que eso y tiene más, mucho más que ofrecer. Su mercado francés. Sus diversos cementerios, son una peculiaridad que atrae al turista.
Son tantos (más de 40) que es posible hasta contratar tours especializados, con guías, para conocer de cerquita las moradas de miles de ocultos personajes que ahí habitan.
Un viaje por los cementerios puede resultar interesantísimo, a juzgar por el paisajes que éstos ofrecen y sus múltit ples detalles.
Nueva Orleáns tiene también sus viejos tranvías, que cruzan la ciudad y le dan vida propia Como para rematar, la típica cocina es algo de envidiar en Nueva Orleáns, con su mezcla inconfundible de platillos franceses y afrocaribeños. En fin, la ciudad es un abanico viviente. Un mundo diverso y palpitante que vale la pena conocer.
Cualquier momento es bueno para conocer esta chispeante ciudad, cuna auténtica del jazz y escenario de las más ingeniosas historias, cargadas de noches bohemias, canto y muchísima alegría.
NATCHEZ.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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