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REVISTA DOMINICAL Editor: Carlos Vargas Gené La República Por Rose Mewley, especial para La República soy Sam. aseguró David Berkowitz con una sonrisa infantil y mirada inexpresiva a los dos policías que lo detuvieron.
Con esa corta frase confesó seis asesinatos y heridas a siete personas, durante un período en el que la ciudad de Nueva York fue aterrorizada por esa serie de misteriosos crímenes.
La noticia policial de su captura intereso en todo el mundo, pues los asesinatos a sangre fría que cometió y sus escasos y anónimos reconocimientos de culpabilidad, donde se autodenominaba como el hijo de Sam. habían intrigado poderosamente a la opinión pública internacional.
En el año 1977, Berkowitz confesó haber matado a balazos a seis mujeres y un hombre y haber causado heridas por lo menos a otras siete personas.
Sus víctimas favoritas eran las mujeres solas y las parejas de enamorados que aprovechaban el abrigo de la noche para cortejarse. El asesino también ajustició a dos perros.
Cerca de los cuerpos sin vida de dos jóvenes amantes, la policía encontró una carta dirigida al capitán Joseph Borelli que añadió sensacionalismo a la cadena de crímenes y causó intrigas. Allí el asesino decía que estoy muy dolido porque usted me considera un hombre que odia a las mujeres, pues no es asi. Pero yo si soy un monstruo, soy el hijo de Sam.
En ese momento las autoridades de Nueva York ordenaron capturar a este hombre y cientos de policías se desplegaron por la metropoli, en una de las cacerías de criminales más impresionantes tras un solo hombre. La búsqueda estuvo plagada de rumores, pero la verdadera identidad del asesino permanecía incógnita.
Los expertos criminólogos lo describían como alguien neurótico, esquizofrénico, paranoico. o una persona perteneciente a alguna secta o creencia demoniaca, incluso que era un policía y utilizaba los informes sobre las pesquisas para evitar ser capturado.
Pero los crímenes no parecían calculados.
Una noche dos adolescentes fueron atacados cuando estaban dentro de un auto. Berkowitz simplemente pasaba por alli y disparó a través del parabrisas. El muchacho fue herido en el brazo, pero la chica recibió un disparo fatal en la cabeza.
Un mes más tarde actuó de nuevo disparando a una pareja que se besaba dentro de un automóvil. El quedó ciego, y ella murió.
Al parecer el asesino simplemente manejaba por la ciudad durante las noches esperando encontrar una víctima; esa actividad se había convertido en una adicción desde que había matado a Donna Lauria, la primera que atacó a balazos. Según informes de la policía, a Berkowitz también le gustaba retornar al lugar donde cometía sus crímenes.
Un día Berkowitz observó desde un rincón oscuro como la policía le ponía una multa en el parabrisas de su automóvil por estar mal estacionado, después se acercó hasta allí y sonriendo rompió la boleta. Una señora que paseaba su perro observó sus acciones y luego vio que tenía una pistola; entonces avisó a la policía.
Al ser increpado sobre la forma en que rompió la multa y el arma que cargaba, Berkowitz simplemente confesó. Ni siquiera las pistolas apuntadas en ese momento a su cabeza le hicieron perder la calma. Tenia una estúpida sonrisa en la cara, como si fuera un juego de niños. recuerda uno de los policías que participó en esa acción.
Durante el juicio, Berkowitz aseguró que demonios sedientos de sangre lo guiaron a cometer los crímenes. Incluso dijo que uno de los perros que mató era un espíritu de un hombre de seis mil años que lo obligaba a asesinar.
Aunque la policía considero que Berkowitz fue un asesino solitario, otros tomaron en serio sus afirmaciones de que pertenecía a una secta demoniaca que actuaba en Nueva York y de que las muertes también fueron responsabilidad de otros individuos. Sin embargo, durante el juicio confesó claramente ser culpable de todos los crímenesio que se le imputaron. Fue condenado a prisión por 30 años. ALA)
BELI por asesinos los recordarán ΕΙ escalofriante cinismo del hijo de Sam Durante un año aterrorizó a Nueva York. Cientos de policías le seguían la pista, pero sus crímenes continuaban. Hoy David Berkowitz escribe desde su celda e inclusive se tejen historias donde se contempla la posibilidad de que no haya sido el único culpable.
Tit Iza jest Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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