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Revista Dominical. LA REPUBLICA, Domingo de agosto de 1987 15 Paisajes silentes Orlando Garela Valverde UANDO en 1964 invité a Carlos Poveda a dar una charla en mi tertulia del Club de España en Washington, respondió proyectando diapositivas de sus trabajos y regateando las palabras con una mezcla de timidez e incomodidad. Entonces comprendi que Poveda no era persona de palabras, sino de trazos incorregibles; de paisajes silentes.
Sin incurrir en la fútil determinación de qué distingue a la pintura del dibujo, puedo asegurar que Poveda dibuja o pinta según lo requieran las circunstancias de su acto creativo Proponiéndoselo o no, marca su trayectoria una especie de constante, mediante la cual, sin desorden ni anarquía, pueden invertirse los procesos, las vivencias, las herramientas de trabajo, etc.
Ejemplo: coger el pincel por las cerdas y aplicar esmalte negro, espeso, sobre el papel que yace en el suelo, con la punta del mango. Otro ejemplo: pasar de una larga etapa dedicada a la figura humana, a otra etapa más bien paisajista, cuando generalmente ocurre lo contrario.
Siempre figurativo, siempre sintético, quizás su viaje de la persona al paisaje tenga su peculiar lógica. Sus figuras iniciales fueron siempre de familia reconocible y siempre resignadas a su condición real; plenas de una angustia y un apremio que se canalizaron por la vía del estoicismo completamente humilde y no por la de la agresión sociopática. Eran figuras expectantes pero al fin y al cabo agradecidas y conformes. Eran como el símbolo de la irremediable condición humana, que no de su irremediable barbarie y, por lo tanto, no movían a la conmiseración, a la condescendencia, ni al desprecio.
Ahora han desaparecido esas figuras y aparece el paisaje, siempre con enormes extensiones de blanco. Aparece particularmente privilegiado en la magnifica Sala de Exposiciones Temporales de la Plaza de la Cultura, en donde sólo se puede exponer con éxito una obra valiente y extensa en todos los sentidos del término.
Claro, sería sólo lógico que la angustia y la miseria de las figuras originales, así como ellas mismas, desaparecieran mediante la conversión de sus ansias de justicia en ordenamiento absolutamente sintético y abstractamente geométrico del medio ambiente natural; es decir, el sufrimiento desaparece por el cumplimiento de la misión, que es, en este caso, ordenar con limpieza.
Helo ahí, pues, de extraordinaria pulcritud e indudable honestidad. Obra de quien es capaz de resistir la poderosa tentación de llenar y sofocar espacios aparentemente vacíos y que lo hace por verdadera vocación, por imposición de su firmemente establecido concepto estético. Los artifices, entonces, sus anteriores figuras, pasan y desaparecen, pero dejan atrás su obra inmaculadamente acabada.
Sesenta y seis obras, de las cuales sólo dos no son del 86 o del 87, ha traído Poveda de Venezuela, su país de residencia, a esta exhibición bajo el Programa de Invitados Especiales de la Plaza de la cultura.
Elaborada esta muestra que ha intitulado Paisajes Silentes con nobles materiales, la creemos de grandes atributos y, desde luego, consecuente con la condición permanente de este artista.
Galaxia literaria por Cecilia Molina L de agosto se cumplió el vigésimo aniversario de la muerte de Jorge Debravo, poeta del amor, la denuncia social y la esperanza.
Sus versos son gritos contra la injusticia, la guerra y la deshumanización. Escribió sobre la muerte y la miseria, pero siempre con una profunda fe en el hombre: pesar de la muerte y de la guerra el amor bajo el hombre está creciendo.
En Nosotros los hombres, define su responsabilidad como artista: Vengo a buscarte, hermano, porque traigo el poema, que es traer el mundo a las espaldas. Terrible responsabilidad! Todo el peso del globo terráqueo sobre sí, relleno de sueños, tristezas, alegrías, mansedumbres, democracias quebradas.
Este hijo de Turrialba nos dejó poemas cortos, estructurados con un lenguaje sencillo, finalmente matizados de figuras literarias como metáforas, símiles, metonimias, hipérboles, personificaciones y reiteraciones. Al final de Sonata en tristeza mayor personifica. Un olor a hambre diaria sale de las ventanas, tan espeso, que hasta los postes blancos del telégrafo se ponen color amarillento! Que hasta el zapato huérfano, debajo de la cama, nos mira con tristeza. Las figuras retóricas están tan hábilmente engarzadas en la lengua cotidiana que podrían pasar desapercibidas; por ejemplo en Denuncia, poema cuyo tema central está constituido por las consecuencias de la explotación del hombe por el hombre. Cualquiera diria que miento: que la sangre ya no se usa para amasar monumentos. Que el hambre no es argamasa usada para unir bloques y hacer paredes de casa.
Nocturno sin patria es un vivo clamor por la paz: Yo no quiero un cuchillo en manos de la patria. Ni un cuchillo ni un rifle para nadie: la tierra es para todos, como el aire. Cogería las guerras de la puntal y no dejaría una en el paisaje y abriría la tierra para todos como si fuera aire. cierra este poema con una hermosa reiteración rimada. Que el aire no es de nadie, nadie, nadie. todos tienen su parcela de aire.
Como persona, el poeta exige sus derechos mínimos, bien especificados en Hombre. Soy hombre, he nacido, Mengo piel y esperanza. Yo exijo, por lo tanto, que me dejen usarlas. No soy Dios: soy un hombre (como decir un alga. Pero exijo calor en mis raíces, almuerzo en mis entrañas. No pido esperanza, no obstante la eternidades llenas de estrellas muerte, el rencor y la desgracia.
blancas. Pido ternura, Esta esperanza la extienda a cena, silencio, pan y casa. América, a quien llama Entre estos derechos, destaca muchacha entregada (Canción el de expresarse, como en tiempo de esperanza) y la primordial, cuando afirma: Soy profetiza en Dos retratos en hombre, es decir, animal con negro, al dar por un hecho la palabras. exijo, por lo buena hora, la hora del hermano, tanto, que me dejen usarlas. la hora del amigo.
Hay una expectiva de fondo Debravo, Jorge. Nosotros en casi todos los poemas, los hombres. Segunda Edición, como el sarro que todavía queda Editorial Costa Rica, San José, en el vaso frutal de la 1979.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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