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Revista Dominical. LA REPUBLICA. Domingo 25 de octute Un bávaro UUS BERTE SBOBLERIMELL Sito Srow 9:00EREOPT HE AMERI DESA El único soldador de campanas del mundo Por Peter Richter Su profesión no es antigua, a pesar de que ya en la Edad Media los monjes practicaban la fundición de campanas, pero sí es única, ya que Hans Lachenmeyer, un alemán de Baviera, es soldador de campanas, según él es único que existe en Europa y muy probablemente en el mundo.
Lachenmeyer Jr. recuerda que su padre venía a perder de cuatro a cinco kilos de peso cada vez que reparaba una campana, debido al enorme esfuerzo y concentración del trabajo. Asi en la reparación de la campana Brema. de la catedral de Bremen, de siete toneladas de peso, el padre estuvo soldando y reparando en el taller desde la medianoche hasta la media tarde del dia siguiente, sin ninguna interrupción o descanso. Al final debido a los injertos, la Brema pesaba 230 kilos más, aunque el tañido seguía siendo el originario.
El padre lo introdujo en el oficio siendo él un niño, primero solamente para que mirase cómo trabajaba, ya que este oficio tiene mucho de secreto y el padre deseaba enseñarle todo lo que había aprendido durante tantos años de fatiga, y los secretos que le había robado a las campanas. Lachenmeyer Jr, que ahora tiene 51 años, hace lo mismo con su propio hijo Thomas, de 25 años, y así deberá continuar el secreto y la tradición familiar. Lo más importante afirma os la experiencia y conocimientos que se saca trabajando con el bronce, que es la materia básica de la campana, pero no la única, ya que el 80 por ciento es bronce y el 20 por ciento restante estaño, y la misma aleación debe tener el injerto, admitiéndose un error de sólo un uno por ciento.
Hasta el año 1924 no solian restaurarse las campanas y las que estaban deterioradas e inservibles iban a parar a la fundición o, si eran valiosas, a algún museo. La restauración ha sido solo posible gracias a la soldadura autógena, que Hans Lachenmeyer tuvo que aprender, ya que él, como sus antepasados varones, había aprendido únicamente el oficio de fundidor. El dedicarse a reparador de campanas fue pura casualidad y se debió a un favor personal que le pidió un día el párroco de la pequeña ciudad de Anhausen, cerca de Moerdlinger.
Le dijo que sí y puso manos a la obra, reparando la campana de la iglesia, de 400 kilos de peso y quen había sido fabricada en el siglo catorce.
Lachenmeyer hizo tan bien el trabajo que la campana, su primera, sigue tañendo a diario como en los siglos pasados, continuación y en solo cuatro años le empezaron a llover encargos de párrocos y reparo, con la ayuda de la soldadura autógena, 49 campanas.
El hijo ha reparado entretanto cientos de campanas y afirma que toda reparación es un riesgo. aunque en su caso solamente ha habido alguna crítica en dos de las mil campanas que ha reparado. Uno de sus sueños seria que le llamasen a reparar el Big Ben de Londres, pero también sabe que ese trabajo solamente se lo encargarían a un británico. pesar de que en ninguna de las instancias laborales oficiales figura esta profesión, este bávaro de 51 años no da abasto con el trabajo y obtiene muy buenos ingresos Juntamente con su padre, Hans Lachenmeyer fallecido, ha reparado desde el final de la Segunda Guerra Mundial numerosas y valiosas campanas de iglesias y conventos que resultaron dañadas por las bombas o los incendios, a las que ambos devolvieron su primitivo sonido, exactamente el mismo tanido que tenian antes de resultar deterioradas.
Durante el régimen nazi, muchas campanas fueron trasladadas de toda Alemania a Hamburgo para ser fundidas y empleadas con fines militares, pero al terminar la guerra, a partir de 1948, varios cientos que quedaban aún en los almacenes de las fundiciones fueron transportadas por Hans Lachenmeyer Sen a su pueblo de Noerdlingen, en Baviera, para su restauración. En los talleres de la familia han sido restauradas hasta el dia de hoy nada menos que 450 de aquellas campanas que se salvaron de la fundición. No todas habían sido dañadas por la guerra, pero las que no lo habían sido tanian defectuosamente, pues en gran parte tenían siglos de existencia y se habían desgastado con el uso diario. Muchas y a causa del desgaste, tenían fisuras que habia que y transporte, Hans Lachenmeyer hizo una excepción y reparó a Gloriosa en el mismo campanario, soldando las fisuras y efectuando otros trabajos complementarios Una copia de Gloriosa. la campana mayor de la catedral de Francfort, se encuentra en el taller de los Lachenmeyer. La original fue encargada por el emperador alemán Guillermo Il tras la guerra franco alemana de 1870 71, y fue fabricada con el cobre fundido de los cañones que se conquistaron al enemigo.
Dado este carácter bélico, no se considero adecuado que en la decoración de Gloriosa se grabasen motivos no cristianos, y se prefirió que los únicos adornos fueran el Aguila Imperial y el escudo de la ciudad de Francfort.
La gran campana pesa doce toneladas y en su restauración se emplearon 285 horas, ya que la fundición originaria no había sido muy buena, aparte de que, no obstante, tras la reparación la campana debía tener su originario sonido, que según Lachenmeyer es lo más difícil.
En general, el trabajo de soldador de campanas es muy duro, de mucho trabajo y a la vez paciencia. afirma Lachenmeyer. Para cada campana se necesita un nuevo horno de alta temperatura hecho a la medida. y hasta que el horno llega a la temperatura en cuestión pasan muchas horas. Para restaurar Gloriosa hubo que calentar el horno a 464 grados, lo que tardó muchas horas, ya que el horno se alimenta con madera de haya, de lenta combustión.
Una vez lograda la temperatura, se soldan las fisuras, a base de injertos que deben de tener la misma aleación que la campana.
reparar.
La industria familiar de restauración de campanas, que fue fundada hace 125 años, garantiza que toda campana que sale de los talleres tiene, una vez reparada, el mismo sonido que antes del deterioro, lo cual se encarga de comprobar un especialista, y también garantiza la durabilidad del objeto restaurado.
El devolver a la campana el mismo sonido no es nada fácil, sobre todo cuando en la reparación se ha tenido que injertarle nuevos materiales. Tal fue el caso de la famosa campana Gloriosa. a la que hubo que injertar 60 kilogramos de bronce, una labor que exigía enormes conocimientos, habilidad y manos milagrosas y que se coronó satisfactoriamente el año 1985.
Esta campana fue fundida el año 1497 y siempre desde entonces pasa por ser la reina de todas las campanas que han habido en Alemania. La resonancia de Gloriosa es de cinco minutos de duración y en los talleres de Noerdlinger costó un gran esfuerzo conseguir que la campana recobrase tan larga resonancia, que había perdido en parte por el uso a lo largo de los siglos. Además del cansansio del material, el badajo, de gran peso y tamaño, había provocado fisuras en el cuerpo de la majestuosa campana. Para que no sufriera ningún deterioro adicional durante el desmontaje Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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