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Revista Dominical. LA REPUBLICA. Domingo de noviembre de 1987 13 CRITICA Coordinador: Orlando García Valverde apro Blos de y excitapretar el proal no bios Hito trascendental te en ses ΕΝΑ.
etagulen actiL martirio del pastor. Drama histórico en seis capítulos. Libreto original de Samuel Rovinski. Montaje de la Compañía Nacional de Teatro bajo la dirección de Alfredo Catania.
balse Hasta el 22 de noviembre en el Teatro ne y el de la Aduana.
anes BodriVictor Valembois de in de y ga.
ees BID millo antes 10. Fon extremos ideológicos y la radicalización social, religiosa y militar, todavía estamos por allí buscando el camino de la democracia real y vívida para todos. Sin esconder su adhesión a favor de Monseñor Romero, el autor puede evitar, sin embargo, la abierta militancia política.
Arnulfo Romero (Luis Fernando Gómez)
no es tratado como un héroe de una sola pieza, sino que se nos va descubriendo progresivamente en una metamorfosis interna, del refugio en los valores de la teologia tradicional, pasando por la aguda concientización, básicamente por el asesinato por su compañero de seminario y amigo el Padre Grande (Leonardo Perucci. No hay héroes ni villanos, sino personas como usted y yo, en circunstancia histórica, de motivación. Lo cierto es que, dentro de su enorme riqueza temática, el libreto de Rovinski planteaba también la gran dificultad de lo inconexo y simplemente periodístico.
Había que dar al todo un soplo dramático y escénico para lo cual felizmente se contó con sus dudas, sus esperanzas y sus equivocaciones Es más, desde el mismo libreto, publicado originalmente en 1983, no se puede pensar en términos de protagonista, en el sentido clásico de la palabra. Primero porque este pastor de almas, en más de una oportunidad es arrastrado por los acontecimientos, en vez de que sea él su motor; segundo porque sin caer el colectivismo del realismo socialista, se nota que Monseñor no está solo, sino que es llevado a la radicalización y al sacrificio supremo junto con su rebaño.
El conjunto adquiere así un soplo épico envolvente que había que explotar. Sobre la técnica propiamente dicha de este libreto y su posterior montaje (entre lo fílmico y la influencia del teatro documental, pasando por Brecht. no me puedo extender, lamentablemente en estas apretadas líneas con la capacidad demostrada de Alfredo Catania.
Este director se inspiró grandemente de las sugerencias para el montaje que planteaba el libreto, sin apegarse a ellas completamente. Primero que nada, en una elección de distanciamiento, Catania prefirió la separación entre público y espectáculo con una escenografía piramidal, en función del altar, partiendo de un acertado diseño de Pilar Quirós.
Segundo, el montaje no cae nunca en un tono de película de terror. Pese a que el tema se prestaba a una mostración visual y al sentimentalismo sobrecogedor, Catania imprimió al conjunto la sobriedad, casi frialdad. Especialmente el tratamiento del personaje titular impacta en este sentido.
Basta pensar en lo que hizo la cinta Salvadoa partir del mismo material. Aquí nada de salsa de tomate para evocar sangre, nada de gritería barata de película sensacionalista norteamericana. Actuación medida y controlada. Impacto por la misma magia presencial del actor. Voluntad de llegar al cerebro y no solo al corazón. Hasta se le podría quiza reprochar al director exceso en esta línea, porque el ruido de las sirenas, armas, helicópteros, etc. estuvo quizá demasiado bajo.
Otra cosa que conviene subrayar es el arte de las transiciones, para evita la simple yuxtaposición de cables periodísticos y miniescenas, como lo ofrece muchas veces el libreto. Catania recurre a toda la tecnologia moderna del computador, para coordinar luces y efectos fímicos, de modo que las escenas fluyen ágilmente de una en tra. Qué maravilla, aquí el trabajo visual de Jody Steiger y el trabajo auditivo de Adrián Goizueta, todo bajo inteligente batuta.
Desde los tiempos de La evitable ascensión de Arturo Ui, en la década de los setenta, con el gran Atahualpa del Cioppo, no veíamos eso. Teatro con mayúscula!
Este montaje es un hito también por haber presentado en las tablas, por primera vez y de manera tan homogénea y con tanta altura, a más de cuarenta actores. Claro que tal ejército implica muchos recursos, pero para esto justamente está la Compañía Nacional de Teatro. Lástima, sin embargo, que por esta grandeza y su dificultad intrínseca la obra pierda movilidad y no puede ser llevada así el Festival Internacional de Guanajuato y a numerosos escenarios centroamericanos. Pero hay que ver cómo el director escogió a figuras de primera (Gómez, Perucci, Bunster, Katevas)
y con qué dominio se las jugó para doblar solo unas pocas figuras, no las principales, Cómo se las arregló el director para obtener de este grupo, heterogéneo y enorme en sí, un nivel global de primera. Noche a noche, la sala está llena y el público aplaude de pie.
Felicitaciones y gracias, señor Rovinski, Catania y todos.
OS présN hito en la corta historia del teatro costarri cense moderno. Un libreto de sorprendente actualidad, con una técnica nada familiar en tre nosotros. Un montaje eminentemente oportuno. Una actuación numerosa y de alto nivel: un espectáculo que no hay que perderse.
Samuel Rovinski ya nos había familiarizado con un estilo ligero, jocoso y costumbrista, tanto en sus cuadros costarricenses (Las fisgonas de Paso Ancho) como en sus recuerdos familiares (La víspera del sábado. Después vino Gulliver dormido en un tono mayor. Pero de pronto nos ofrece ahora un cuadro histórico desgarrador. Trátase de una evocación biográfica de los tres últimos años de Monseñor Romero, Arzobispo de El Salvador, brutalmente asesinado en pleno oficio religioso por elementos de extrema derecha en 1980. Conocíamos ya el ideario de este gran centroamericano gracias a la recopilación antológica de mano de Arnoldo Mora, publicada por editorial Educa. Pero especialmente por el Acuerdo de Esquipulas Il y por el feliz otorgamiento del Premio Nobel de la Paz al Presidente Arias, después de que Monseñor Romero fue candidato, este libreto y su montaje adquieren trascendental relevancia.
Nuestro dramaturgo toma la figura de Monseñor Romero como punto central, no con el propósito de incidir en la historiografía tradicional y personalidad, sino porque la señera figura concentra en sí misma todo el drama actual de El Salvador e indirectamente de Centroamérica. Entre los años, a del ranscaste paDr.
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