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Esta novela fue premiada, de manera conjunta con Más allá del río, de Emilia Macaya con el premio nacional de novela Aquileo Echeverría 2020. El jurado de dicho galardón, dándoselas de salomónico, optó por, dentro de las obras presentadas a concurso, otorgar el premio en disputa a dos obras sumamente disímiles. Esas decisiones salomónicas casi siempre nos dejan sorprendidos. Una de las ganadoras la comentamos en el número anterior de este suplemento, ahora nos referiremos a la otra. La novela de Larissa Rú Cómo sobrevivir a una tormenta extranjera propone una aventura de más de 600 páginas donde una sarta de recursos estilísticos amalgama una narración de hechos que constituyen el periplo de la protagonista. La obra no tiene nada que ver con Costa Rica, pues la protagonista es venezolana y los hechos ocurren principalmente en Europa. No extraña esto al enterarnos de que la autora tampoco reside en Costa Rica. Este rasgo transnacional y algunos elementos narrativos contemporáneos nos permiten asomarnos a opciones literarias actuales cuyo aporte a la literatura nacional actual merece destacarse. La descripción minuciosa, no obstante, elude el realismo y se inclina más bien a una narración trepidante. Aunque a veces podría parecer la transcripción de la oferta televisiva en streaming, dadas las historias que se cuentan y cómo se cuentan, lo cierto es que la autora tiene capacidad escritural para impulsar un argumento básico y alargarlo por una infinidad de circunstancias. El jurado razona que se trata de “una novela de amena lectura, sin perjuicio de su amplitud.” De lo que no queda claro si quiso decir que lo ameno de la lectura no perjudica la amplitud o si esta no perjudica la amena lectura. Luego añade que “Este texto cuenta con un notable manejo del espacio, en tanto la mayoría de los acontecimientos suceden en latitudes ajenas a las nacionales, combinado con una secuencialidad narrativa coherente, e inclusión en el texto de elementos extraliterarios rupturistas, no tradicionales dentro del discurso literario.” La historia de amor y errancia de Amelia Montecielo está vista en retrospectiva, en constantes saltos temporales. Efectivamente, mientras la otra obra premiada, corresponde al género de nueva novela histórica, esta es una narración anacrónica donde las rupturas espacio temporales son constantes y las referencias a objetos, situaciones y personajes de la cultura popular producen un ambiente de intemporalidad. La audacia y capacidad escritural de la autora merece una lectura más atenta de sus editores, ausencia en que también parecen haber incurrido los jurados y la cual da paso a constantes cambios de narrador omnisciente a narrador testigo, cuyo resultado es poca claridad narrativa. Los fallos en que incurre esta novela pudieron evitarse con un buen trabajo de edición o “taller”, correspondiente con la voluntad de escribir de la autora y su gran capacidad de narración. Que se quiera premiar el ímpetu literario juvenil merece encomio, pero negarse a apoyar la literatura emergente obviando sus desaciertos y dificultades no cumple esa función y puede confundir a los lectores.
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