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“No hay verdad que pueda decirse toda”, nos hereda el psicoanálisis lacaniano. Nos arrojamos entonces a la certeza de los cuerpos, para huir de la falta de verdad. Olvidar la realidad ajena, pero también la propia.Solo los borrachos y los niños dicen la verdad, pero no toda. No hay palabras para decir la verdad completa. Entonces, no creemos en nada. El fuego de las redes sociales nos divierte. Pero el campo arde. Lo quema todo. Hay que aplacar el fuego. No atizarlo.Creer en las mentiras, ofenderse, resignarse, desconfiar, volver a dudar y aferrarse a la verdad, pero no a toda. Que lata fuerte la duda. La verdad parece mentira. Media verdad, media mentira. Si el vaso está medio lleno es porque también está medio vacío. Si una proposición es medio verdadera, también es medio falsa. No queda de otra. ¿No queda de otra?Entre tantas mentiras, medias verdades, posverdades, posmentiras, las creencias dominan. No es un requisito que lo que creemos sea verdad. En el reino de los ciegos el tuerto es rey. En el mundo de la posverdad el influencer es el rey y la reina. Fingir es su fetiche. Dicen que en las redes sociales todo se vale, que no hay reglas, lo cual no es cierto, al final no todo vale.“¿Jura solemnemente decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?” Lo juro, pero no toda. No es posible. Entonces, atendamos al filósofo del lenguaje Paul Grice: “no diga aquello que crea falso” y “no afirme aquello de lo que no tenga pruebas”. Limitar la subjetividad, pues comunicar no es lo único que importa.Para Platón en La República “nadie está dispuesto a ser engañado voluntariamente en lo que más le importa”. Pero cuando lo que más importa son las pantallas y los placeres, la realidad parece ensombrecerse. No importa el engaño si la selfie sale bien. Estamos en la caverna, seguimos en ella.Políticos y periodistas charlatanes compiten entre sí. Ganar adeptos, ganar audiencia. Aman ser el espectáculo y viven de dar el espectáculo. No hablan de verdad. Quieren elevar la autenticidad a la categoría de tótem. “Quién llora más fuerte es más real, es quien dice la verdad”. Ahora todos lloran, todos son héroes y heroínas de lo emotivo. Provocan la lágrima fácil. Empalagan. Fingen. Mienten.Discursos vacíos que se escapan como flatulencias. Ese hedor es perfume para algunos. No valen las opiniones de los políticos y periodistas, lo que vale es su responsabilidad. Venden la idea de que la democracia es igualar todas las ideas y opiniones. No importa lo que se diga, sino que se diga algo. Opinar a toda costa. Tirar la piedra y esconder la mano. Aferrarse a las emociones primarias y a la visceralidad. Desprestigiar la razón y endiosar la emotividad. Erigirse sobre el sentimentalismo desvergonzado.“No creo en los políticos, nunca dicen la verdad”, regurgita la joven que usa filtros para publicar sus selfies en las redes sociales. Caras vemos, filtros no sabemos. Más sombras en la caverna. Fantasmas en las redes sociales. La época de los dobles. Condenan la hipocresía. ¡Qué hipocresía! A quien le cae el guante que se lo plante. Lo orgánico es lo que les importa. Que planteen una duda. Abandonar las certezas, negarse al populismo y al neoliberalismo.No hay que decirlo todo de cualquier manera. No confundir la gordura con la hinchazón. Cierta hipocresía es oportuna para la convivencia reposada. La justa para no alimentar la beligerancia social. La necesaria para que el cuento se pueda contar. Pero no toda hipocresía es cortesía. Lo cortés no quita lo valiente. Lo valiente no quita lo cortés. La posverdad quita lo valiente y lo cortés. Relativizar no es de valientes, pensar sí. No es lo mismo una lengua afilada que una mente abierta. Afilar mentes. Cerrar memes.Es imposible decir toda la verdad. Hacer de lo imposible conocimiento. Conocer lo no dicho. Decir lo imposible.Siempre queda otra; comerciar con verdades.
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